12 noviembre,2018 7:25 am

De podas y yerros en el nuevo gobierno

Silvestre Pacheco León
El nuevo gobierno municipal de la capital del estado tiene todas las condiciones favorables para sentar un precedente favorable para la vida de los chilpancingueños. Todo es cuestión de que sus funcionarios aprendan a interpretar y ejecuten eficazmente las propuestas y promesas que el alcalde ha ofrecido.
El final que tuvo el invicto régimen priísta que perdió a manos del Partido de la Revolución Democrática porque simplemente se agotó el modelo patrimonialista, clientelar, ineficaz, ineficiente y corrupto que lo caracterizó, le permitirá al PRD reivindicarse frente al electorado que se ha pronunciado por un cambio radical castigando con su voto a los simuladores.
Por mínimo que sea el cambio, si es a favor de los capitalinos los perredistas podrán convertirse en alternativa, de lo contrario su vida como partido de izquierda será efímera.
La mayoría de los jóvenes funcionarios que acompañan al alcalde de la capital tienen la virtud de no estar viciados ni ensoberbecidos como suele ser la característica de quienes han ejercido el poder. Esa cualidad, con un poco de sensibilidad, humildad y sentido común los puede salvar de su inexperiencia.
Pero por lo visto en la semana que termina, eso no es tarea fácil frente a los ya exigentes ojos de los capitalinos.
Esta misma semana fuimos testigos del poco tiento que tuvieron los funcionarios encargados de cuidar las áreas verdes, quienes antes de informar y sensibilizar a la población sobre la importancia de podar los árboles de la Alameda, simplemente la emprendieron con el derribamiento de más de una decena de ellos con el argumento poco convincente de que eran ejemplares muertos que constituían un riesgo para los visitantes.
La Alameda es uno de los pocos lugares en el centro de la capital donde  diariamente la gente disfruta del clima benigno que producen sus poco más de 300 árboles donde las jacarandas son las más llamativas.
Para cualquier vecino resulta evidente que a ese lugar le hace falta mantenimiento, que la escasez de agua mantiene los árboles y plantas en un continuo estrés porque su vida depende básicamente de la lluvia y de su capacidad para mantener la humedad del suelo.
Chilpancingo, como sucede en todas las ciudades del estado, carece de técnicos forestales encargados de la salud de los árboles que embellecen la ciudad. El área de parques y jardines de los ayuntamientos se caracteriza por la abundante mano de obra no especializada y el escaso presupuesto para el equipo y las herramientas, así como para los fertilizantes y el tratamiento requeridos contra plagas y enfermedades.
El machete, la coa y la intuición campesina de los trabajadores encargados de cuidar nuestros árboles son la herramienta común para tan delicada y vital tarea.
Cuando bien nos va, los jardineros se empeñan en podar y dar forma a los árboles de ornato bajo la errónea idea de que eso los hace lucir mejor, sin que sus jefes entiendan que en esta época de calor nos importa un bledo admirar la redondez de un laurel o el ficus convertido en figura de animal cuando uno lo que quiere es sombra y ambiente fresco.
Con el calentamiento global que durante el medio día nos hace sudar, lo que necesitamos en esta ciudad de carros como fábricas de smog, bloqueos y banquetas invadidas por la gente que protesta y comercio voraz, es un poco de sombra para recuperar el ánimo.
Por eso resulta criminal que el gobierno deje en manos de las plagas y de las enfermedades la vida de los pocos árboles que nos alientan, y más que sin previo aviso inicie como tarea prioritaria su derribamiento dejándonos la duda de que haya personal calificado como para certificar que los árboles talados no tenían remedio.
Hasta el día miércoles de la semana que terminó conté hasta diez árboles derribados en la Alameda.
En ese espacio verde que tiene poco más de una hectárea de superficie, adoptado como dormitorio de cientos de aves y que en determinadas temporadas lo visitan parvadas de pericos, hay una población de 300 árboles, y aunque su mayoría son ficus, esa especie no endémica pero fácil de adaptarse y de crecer en las condiciones más difíciles, también existe una amplia población de truenos y jacarandas, robles y laureles.
Una gigantesca ceiba da sombra en torno al foro del teatro hundido y varios amates se abren paso entre la fronda crecida de los árboles viejos para alegrar el descanso de los estudiantes preparatorianos que son sus vecinos.
Frente al antiguo hospital está creciendo esa rara asociación de árboles que les llaman “matapalos” donde uno de ellos crece abrazado y a expensas del otro en una simbiosis que al final termina con el sacrificio de uno de ellos. Se trata de un ejemplar de palma de Coacoyul que tiene al pie una enorme higuera que ya lo abraza.
Seguramente pocos visitantes han tomado nota de esos ejemplares, pero habrán disfrutado del ambiente que crean los más de 300 árboles de más de 20 especies, la mayoría sembrados, junto con algunos endémicos que ahí nacieron, como los guamúchiles, guayabos, truenos y amates. Un palo mulato y hasta dos cuahulotes.
Fue en ese lugar donde se produjo el primer yerro del actual gobierno municipal que decidió el derribamiento y la tala de una decena de ejemplares con el argumento de que la acción se determinó en coordinación con prácticamente todas las dependencias municipales y estatales.
En la televisión resultó hasta ridículo que una de las funcionarias blandiera, ante las cámaras, una rama de árbol, evidentemente seca, como prueba de que todo el árbol estaba muerto.
Como uno de tantos ciudadanos que soy, preocupados por el medio ambiente, me di a la tarea de conocer la opinión de los funcionarios municipales ocupados de esa actividad.
Primero recurrí a la Dirección de Ecología pretendiendo saber si había un dictamen sobre la salud de los árboles de la Alameda y me encontré conque no lo hay y también me enteré que ninguno de sus funcionarios estuvieron presentes cuando se derribaron las jacarandas, pero me confiaron que de todos modos estuvieron de acuerdo en la tala porque eso forma parte de un programa para mejorar las áreas verdes de la capital.
Lo que me pareció verdaderamente descabellado en esa iniciativa es que algunas autoridades la asocian con las tareas de eliminar la oscuridad de las calles durante la noche, por el riesgo que representa para la acción de los malhechores, y en vez de pensar en luminarias, no se les ocurre mejor idea que convertir las ciudades en desiertos sin que con ello termine la inseguridad.
No quise ahondar más sobre el tema y disponer del tiempo de la empleada que me atendió prefiriendo seguir su consejo de revisar la información requerida en la página del ayuntamiento, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que el actual gobierno municipal mintió al asegurarnos que sería transparente, pues la página para informarnos de lo que hace ni siquiera está vigente.
Eso me provocó la duda de si Antonio Gaspar estará informado de ello, porque si lo sabía y a pesar de eso nos quiso sorprender, de verdad que es un mal comienzo.