1 marzo,2022 5:16 am

Derecho a escandalizar, el cuerpo como discurso político

Federico Vite 

(Primera de dos partes)

 

Este 5 de marzo se cumplen cien años del nacimiento del cineasta, poeta, dramaturgo, guionista, actor y narrador Pier Paolo Pasolini. Motivo ideal para reflexionar sobre la obra de esta rara avis del panorama artístico mundial. Propongo dos tópicos, el primero es un sesgo vital a la novela Petróleo; el segundo, Pasolini visto como relato en Qualcosa di scritto (Algo escrito), de Emanuele Trevi.

La reportera Luisella Re, del diario vespertino Stampa Sera, publicó el 9 de enero de 1975 una entrevista con Pasolini. En la última pregunta ella intenta saber en qué trabaja el autor de Ragazzi di vita (1955). Él detalla algo que prefigura su último libro: “Empecé una novela que me mantendrá ocupado durante años, tal vez por el resto de mi vida. Sin embargo, no quiero hablar de eso: sólo sé que es una especie de summa de todas mis experiencias, toda mi memoria, todos mis recuerdos. Sin embargo, tengo un miedo. Preveo la completa despolitización de Italia: nos convertiremos en un gran cuerpo sin nervios, sin reflejos. Lo sé: comités de vecinos, participación de los padres en las escuelas, política de abajo hacia arriba. Pero todas estas son iniciativas prácticas, utilitarias y, en última instancia, apolíticas. El camino principal, hecho de indiferencia y egoísmo alienante, ya está trazado. Quizá, como siempre ha ocurrido en el pasado, quede algún camino: no sé, sin embargo, quién lo seguirá y cómo”.

Meses después el artista envía una misiva al escritor y político Paolo Volponi. En esa conversación epistolar expone el argumento de ese proyecto y la forma en la que estaba amasando el relato: “Debe ser una novela larga, de al menos dos mil páginas. Se llamará Petróleo. Están todos los problemas de estos veinte años de nuestra vida política y administrativa italiana, de la crisis de nuestra república: con el petróleo de fondo como gran protagonista de la división internacional del trabajo, del mundo, del capital que es lo que determina esta crisis, nuestros sufrimientos, nuestras inmadureces, nuestras debilidades y, al mismo tiempo, las condiciones de sujeción de nuestra burguesía, de nuestro presuntuoso neocapitalismo. Habrá de todo y habrá varios protagonistas. Pero el gran protagonista será un empresario industrial en crisis. Con Petróleo quiero exprimir los dramas de la sociedad, desenmascarar al poder. Debe ser de un imponente volumen social. Debe ser una caza a la simulación y a las ilusiones del tiempo, una declaración de indignación”.

El problema, como todos sabemos, es que ese libro dejó de escribirse el 2 de noviembre de 1975, fecha en la que ocurrió el misterioso asesinato de Pasolini, en Ostia, cerca de Roma.

De Petróleo quedaron casi seiscientas páginas divididas en treinta y una “Notas”. Así fue publicada la novela de manera póstuma por la empresa Giulio Einaudi Editore en 1992. El libro no tuvo mucho impacto en los lectores jóvenes; sus fieles, ya cansados, por cierto, recibieron este documento como una crítica tremenda a algunos empresarios que posteriormente fueron relacionados con la mafia. Pero sobre todo, para ellos este libro explica el homicidio premeditado del poeta.

De acuerdo con varios diarios italianos, y amigos del artista, hay un sesgo político en el asesinato de Pasolini, algo que conduce a Enrico Mattei (presidente de la empresa de energía Eni) y Eugenio Cefis (presidente del grupo industrial Montedison), dos empresarios que controlaban el sector petroquímico italiano en los años 70 del siglo pasado. Se sabe que Pasolini, antes de morir, estaba investigando la injerencia que tuvo Cefis en la historia política italiana para recrear algunos pasajes en Petróleo. Muchas fuentes relacionan a Cefis con la mafia y, en especial, con el atentado que terminó con la vida del empresario Enrico Mattei, en 1967.

En octubre de 1975 Pasolini envió el primer borrador de Petróleo a su amigo Alberto Moravia, quien se sintió muy motivado por las cuestiones estilísticas que el autor especificaba en una carta adjunta al mamotreto: “Es una novela, pero no está escrita como se escriben las novelas. Está escrita en el idioma que se utiliza para la no ficción, para determinados artículos periodísticos, para reseñas, para cartas privadas o incluso para la poesía”.

La novela inicia con el suicidio del protagonista, Carlo, un ingeniero de Turín contratado por Eni. De su cadáver nacerán Carlo di Polis y Carlo di Tesis, las dos vertientes de una personalidad: por un lado, el Carlo en ascenso, integrado, ambicioso; por el otro, la proyección ingobernable y erótica. Carlo y Karl –como se llama al inconformista Carlo– toman caminos paralelos que simbolizan aspectos de Italia en los años 60.

Karl se acerca a la Italia campesina que con la súbita industrialización fue literalmente borrada de la historia. Encarna el deseo. Propicia un redescubrimiento del placer y proyecta el cuerpo como una manifestación política; de paso, abre un sesgo para la crítica de género. Karl experimenta el deseo masculino y el femenino. Pero en especial, describe con sus frecuentes escarceos a los estudiantes de origen humilde que intentan salir de la precariedad. Habla de que los campesinos se transforman rápidamente en obreros; los proletarios se convierten en delincuentes y las comunidades rurales, absorbidas por la urbe, se instauran como el hogar de la escoria, un sitio ideal para fomentar todos los vicios.

La historia de Carlo tiene un matiz político. Trabaja en Eni y mantiene cierto contacto con los gerentes de esa empresa; en particular, con el presidente Bonocore y el vicepresidente Troya. Las referencias de Pasolini son obvias; se trata de Enrico Mattei (Bonocore) y Eugenio Cefis (Troya). Detalla la lucha de Bonocore contra los consorcios petroleros internacionales y la misteriosa muerte de ese hombre. De hecho, sugiere una conspiración entre la mafia, grupos fascistas y masones, todos ellos allegados a Troya (Cefis).

Como usted nota, este no es un libro hecho para el divertimento sino para denunciar aspectos graves. Pasolini va más allá de la mera crítica e ingresa en un plano informativo. El autor utiliza el ensayo, el relato erótico, el humor negro y, por supuesto, la maquinaría lírica para darle forma a un texto con diversos tonos. Posee una prosa versátil que parece funcionar mediante la imantación del poder; es decir, todas esas notas y apuntes van encaminados a los poderosos, como si ellos fueran un imán. Disecciona pues esas rutas de acceso al poder: la riqueza, el sexo y la manipulación. También, claro está, desnuda eso que él considera el horror político, pues ellos gobiernan (la burguesía) incluso nuestros sueños y nuestros anhelos.

La literatura que ahora aplaudimos, premiamos y consumimos está lejísimos de la propuesta de este italiano inquieto e irrepetible. Para Pasolini, la literatura posee un sentido inalienable y existencial. Así lo aseveró en una entrevista que concedió a la RAI, radio y televisión de Italia: “El único sentido que posee la literatura es existencial, como comer, como respirar; pero los límites son siempre lingüísticos y, como en el caso de Italia, el idioma es una convención geopolítica”.

Petróleo describe el nacimiento de una clase obrera con nuevos sueños, todos ellos auspiciados por una élite; pone en escena el ideal de la mafia: controlar todo. Pienso también en la lectura que hace el escritor y articulista Emanuele Trevi de Pasolini. En especial, me refiero a Algo escrito (Qualcosa di scritto, 2012), un texto que analiza con cierta distancia, tanto ideológica como física, al creador de Teorema. De eso hablamos la semana entrante.