3 octubre,2018 7:10 am

El 68 fue un movimiento cultural, dicen en la marcha

También acosados por un Gobierno que censuraba películas y obras de teatro, retiraba libros de los anaqueles y espiaba a los intelectuales, los artistas se unieron a los estudiantes a mediados de agosto de aquel año, cuando se constituyó, en CU, la Asamblea de Escritores y Artistas

Texto: Francisco Morales V. / Agencia Reforma / Foto: @oneamexico (Twitter)
Ciudad de México, 3 de octubre de 2018. Arriban juntos a la cita en la Plaza de las Tres Culturas, en fila india, con el único tipo de armas que admite el arte: en lugar de fusiles, al hombro llevan jaranas. Aquí las bayonetas no tienen lugar.
Son alrededor de 40 y avanzan de forma ordenada hacia el Eje Central, avenida que antes, aún en 1968, se llamó Niño Perdido. Vienen los músicos, convocados como tantos miles más, a marchar por los muchachos perdidos la noche de hace 50 años en Tlatelolco.
Por buenos azares, al Contingente de Jaraneros –que año con año asiste a la marcha del 2 de octubre– le toca justo frente a otro en cuya manta se lee “Somos Cultura”. Al centro va Eduardo Vázquez Martín, secretario del sector en la Ciudad de México.
“Creo que el movimiento del 68, la gran foto, es un movimiento cultural”, diría unos momentos atrás, cuando estaba esperando a que se formara su grupo de marchistas, como el poeta José María Espinasa y el director de teatro Ángel Ancona, a las puertas del Centro Cultural Universitario Tlatelolco.
Músicos, artistas gráficos, escritores y grafiteros habrán también de poblar la marcha por los 50 años de la matanza.
“El 68, con la voz de Revueltas, la voz de Paz, los poemas de Efraín Huerta, de Bañuelos, las palabras de José Emilio Pacheco, los textos de Monsiváis, de Luis González de Alba, de Elena Poniatowska, en visiones diferentes; es un momento de enorme creatividad”, evoca Vázquez Martín, también poeta.
Simbólico, junto a los dos contingentes irá marchando, entre el son estentóreo de las jaranas, un cartel que muestra a José Revueltas, encarcelado por apoyar a los estudiantes, haciendo la V de la victoria con una gran sonrisa en el rostro. Venció.
Aquí los símbolos importan. A medio siglo de haber sido creada, clandestinamente y en ánimo disidente, la gráfica del 68 vuelve a tomar la calle con ímpetu.
En el bajopuente de Eje Central que conduce la marcha hacia el Zócalo, las paredes han sido tapizadas con afiches de estudiantes maniatados y amordazados, simios con uniformes de militares y, claro, palomas blancas heridas de muerte por bayonetas.
Todos los contingentes pasarán por ahí mismo, arropados por los grabados, viejos y nuevos, de un movimiento que no sucumbe a la desmemoria.
Los artistas e intelectuales de 1968 supieron siempre acompañar a los estudiantes que, en absoluto sentido de urgencia, manufacturaron esos carteles a altas horas de la noche en los tórculos e imprentas de facultades y escuelas.
También acosados por un Gobierno que censuraba películas y obras de teatro, retiraba libros de los anaqueles y espiaba a los intelectuales, los artistas se unieron a los estudiantes a mediados de agosto de aquel año, cuando se constituyó, en CU, la Asamblea de Escritores y Artistas.
Además de Revueltas, también Juan Rulfo, José Carlos Becerra, Emmanuel Carballo, Thelma Nava y Carmen de la Fuente apoyaron la lucha. Y José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Vlady y Vicente Rojo prestaron sus pinceles.
“En el 68, el papel de los intelectuales fue crucial”, celebra más adelante, por el Palacio de Bellas Artes, el escritor y coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, Jorge Volpi.
“El impacto ha sido enorme en la cultura hasta nuestros días, y esto hace que tenga todavía una legitimidad enorme. Mientras que en otros países ha sido cuestionado el 68, en México sigue siendo un consenso, y eso se debe en buena medida a la cultura”, juzga.
Junto a Volpi, en un contingente cuya manta dice “Cultura UNAM”, van las escritoras Rosa Beltrán, Guadalupe Nettel y Sandra Lorenzano, el escritor Benito Taibo y el músico y académico José Luis Paredes Pacho.
Como todos, hacen la V de la victoria al llegar al zócalo y lanzan goyas con la Catedral a la espalda.
Entre el discurso de Félix Hernández Gamundi, ex líder estudiantil, el pase de lista y las demás consignas, resonaron siniestros los versos de Memorial de Tlatelolco, de Rosario Castellanos.
“La oscuridad engendra la violencia / y la violencia pide oscuridad / para cuajar el crimen. / Por eso el dos de octubre aguardó / hasta la noche / para que nadie viera la mano que / empuñaba / el arma, sino sólo su efecto de / relámpago”, leyó desde el templete la actriz Karina Gidi.
Y aunque la voluntad fue mucha, el Zócalo lució más vacío en algunas partes por el efecto de embudo que se generaba en calles aledañas. Casi al final del mitin, logró entrar el contingente de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM.
Imponentes, los estudiantes llegaron blandiendo estandartes de tela con gráfica nueva que crearon en sus aulas: cráneos acusatorios, multitudes haciendo la V, puños alzados, policías con rostros de cerdos.
“Hubo un México antes y después del 68. Pudo haber más libertad de expresión y pudimos manifestarnos contra la reprensión”, declara Sofía Moncada, estudiante de la carrera de Artes Visuales.
Junto a sus compañeros, Sofía se sienta en la plancha del Zócalo a escuchar los discursos, ya entrada la noche, con sus carteles sobre el 68, Ayotzinapa y la violencia porril de este año firmes en el piso y alzados.
Ante el 68, el apoyo de los estudiantes, los artistas, los intelectuales, sigue presente.