30 mayo,2023 4:49 am

El agua de Cacahuatepec se bombea a la zona urbana y turística de Acapulco, pero aquí no llega  

La falta de agua en esta parte del Acapulco rural es una decisión tecnocrática de cómo se ha gestionado pero también política por la oposición de los pobladores a la presa La Parota, afirma el biólogo  Octavio Klimek. El vocero del Cecop, Marco Antonio Suástegui, considera que es un “crimen” porque las mujeres tienen que caminar en terrenos difíciles para poder llevar agua a sus casas y además la población pone en riesgo su salud porque la beben “cruda” del río

Segunda parte

Rancho las Marías, Guerrero, 30 de mayo de 2023. María Pineda Guadalupe lava la ropa de su familia en el río Papagayo, también se baña y acarrea agua de ahí porque no cuenta con el servicio en su hogar. Unos kilómetros más abajo, la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco (Capama) bombea el agua para el municipio.

Es la paradoja de la mayoría de las comunidades de los Bienes Comunales de Cacahuatepec: vivir tan cerca del río y no tener agua en sus hogares. Para el vocero del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa la Parota (Cecop), Marco Antonio Suástegui Muñoz, esto es un “crimen” porque los ricos y los turistas se bañan y tiran el agua que les llega desde Cacahuatepec, mientras que a los pobladores de esta zona del Acapulco rural no les llega una “sola gota”.

El biólogo Octavio Klimek dice que la falta del servicio en esta parte de Acapulco es una decisión tecnocrática de cómo se ha gestionado el agua, pero también política por la oposición de los pobladores al proyecto hidroeléctrico del gobierno federal.

“Se siente uno triste sin agua, se desespera”

A pesar de que la tubería llega hasta las casas de Rancho las Marías, el agua no sube del pozo de la comunidad desde hace varios años. “Se siente uno triste sin agua, se desespera”, expone María, quien habla con el cuerpo sudado por el calor de las 12 del día de este jueves 18 de mayo; acaba de acarrear agua con una cubeta arriba de la cabeza y un bote en la mano.

Empieza normalmente desde las 6 de la mañana porque a las 8 ya está haciendo tortillas para el almuerzo de sus hijos. Son cuatro o cinco viajes que realiza diariamente al río Papagayo para luego almacenar el agua en un bote. Así ha sido durante toda su vida, “por eso están acostumbrados mis pies”.

Utiliza el agua para lavar el nixtamal, los trastes y su ropa y la de su familia cada tres días. También usa el río para bañarse en las mañanas “porque nos sirve para la fiebre, como que despierta el alma. Otra vez a las 6 de la tarde ya estamos allá bañando y regresamos ya oscureciendito”, ese momento en el que su papá se refería en náhuatl-mexicano le dice María-, “que ya están cantando los grillos, las ranas”.

“Bonito es el campo, yo me gusta mucho y me sigue gustando, nomás ahorita dicen el dicho, uno se siente mal porque con la enfermedad ya no es igual”, cuenta quien padece diabetes. La causa, asegura la paciente, fue la detención de su hijo Manuel Estrada Pineda tras el tiroteo en La Concepción el 7 de enero de 2018.

Al principio se resignó cuando se enteró de los hechos, “ni modo, digo, mi hijo ya le tocó y los vine a ver a ellos”, en referencia a Rosa, su vecina que también participó en el recorrido de El Sur y cuyo esposo era policía comunitario. “Vámonos, acompáñenme”, le pidió María a Rosa, pero ya no llegaron ese día y se fueron hasta “la Coca, allá los encontramos, pero ya después lo trasladaron al penal” de Las Cruces. El hijo de María fue uno de los 25 presos del Cecop.

“Yo me vi de la muerte, bien delgadita, yo sentía que el mundo ya lo iba a dejar. Y yo me acongojaba porque mi hijo estaba allá y a uno lo tenía aquí, al más chico”, expone la mujer sexagenaria de tez delgada, quien le pide ahora ayuda a sus hijos para traer agua porque “me voy a morir caminando”. Hay días en los que “me acobardo”, dice, porque siente el cuerpo entumecido. Va al doctor, pero también le dijeron que tiene “mucho espanto” que la está afectando.

María estudió hasta el segundo año de primaria y es viuda porque le mataron a su esposo. Originaria de Huamuchitos, vive ahora con dos de sus hijos en una de las 80 casas que conforman Rancho las Marías. En total tiene cuatro, quienes concuerdan en no dejarla trabajar “tanto a la milpa porque dicen, si me llego a lastimar, dicen, ya no me voy a componer”.

Donde viven los ricos nunca falta el agua: Marco Suástegui

En los Bienes Comunales de Cacahuatepec se vive en la “miseria”, dice Suástegui Muñoz, porque sus pobladores, particularmente las mujeres, “tienen que caminar metros inclinados en terrenos agrestes, en terrenos difíciles, para poder llevar la gota de agua a sus casas, agua cruda del río y así beberla. No solamente es un problema grave, sino es un problema de salud también”.

El vocero del Cecop habla a lado de un pozo ubicado en la comunidad La Parota, de donde sus habitantes recogen el agua para beberla. Mientras exponía el tema, una familia, el padre, la madre, jóvenes, y dos niños, caminaban con un burro que cargaba los más de 10 botes de refresco y garrafas que serían llenados de agua con una jícara. Cuentan que van diariamente a surtirse. A unos 200 metros una casa muestra un letrero que anuncia que “se realizan trabajos para buscar agua venas subterráneas”.

Salvo Agua Caliente, que sí tiene agua por ser la “más combativa” hace unas décadas y donde se encuentra el pozo Ranney de Capama, la mayoría de las comunidades, como Apalani, Campanario, Garrapatas, viven la misma situación que Rancho las Marías: tubería sin agua. El caso más “emblemático”, dice Suástegui Muñoz, es Salsipuedes, donde se ubica el sistema de captación de agua Papagayo II, y tampoco tienen agua en sus casas. Mientras que otras comunidades como Arroyo Verde, Pochotlasco, Cabeza de Tigre, no tienen ni drenaje, “ésas están muy jodidas, peor que en la Montaña”.

Es increíble, dice el vocero del Cecop, “que hace más de 60 años que vinieron por el agua para llevársela a Acapulco, –se hacen 40 kilómetros de distancia–. El agua, sobre todo en la zona Diamante, en la zona Costera, en la zona hotelera, en la zona residencial de las Brisas, en fraccionamientos donde viven los ricos, nunca falta el agua”.

Al igual que lo señalaron en la asamblea del domingo 21 de mayo y de la que El Sur informó al día siguiente, Suástegui Muñoz repite que el proyecto de agua para esta zona de Acapulco de la alcaldesa Abelina López Rodríguez fue un “robo” porque “supuestamente hicieron un pozo nuevo y nunca lo hicieron. Donde supuestamente meterían tubería nueva y nunca la metieron, para llevar agua desde Cacahuatepec, el Cantón, Espinalillo, Huamuchitos y Apanhuac. Nunca llegó el agua”.

La crisis del agua también se extiende al empleo, lo que provoca migración hacia Estados Unidos. Y es que el maíz que se siembra es comprado por los “coyotes” a 3 o 4 mil pesos por tonelada, “imagínate, ni siquiera lo que uno invierte saca. Entonces vender maíz no es un negocio. Hubiera de ser un negocio que el maíz estuviera a 9 mil, 10 mil, 12 mil pesos la tonelada, pero imagínate, te la pagan a 3 mil, 4 mil pesos, una miseria”. Son los cacicazgos que revenden la tonelada en 10 mil pesos en el crucero de Cayaco, “sin invertir nada, más que en transporte”.

La solución para revertir los abusos es unirse en torno al agua, que se convierta en “factor de unidad”, dice el vocero del Cecop, para que las autoridades “nos meta agua, no solamente para tomar, no solamente agua doméstica para las mujeres, sino que también agua para un buen sistema de riego. Donde hay agua, hay vida”, concluye.

Buscar otra forma de gestionar el agua, pide Octavio Klimek

El biólogo y doctor en ciencias forestales Octavio Klimek, dice que la visión de cómo se ha manejado el agua es “muchas veces, muy tecnocrática, sobre todo porque los que están a cargo de la política de la gestión del agua, pues son gente que no entiende de la complejidad de la gestión del agua, no están preparados para eso. Entonces, son proveedores de infraestructura”.

Hay límites biofísicos, explica, por los que “no puedes tomar agua apostándole a una sola canasta. Y ha sido el caso de Acapulco que se les hace fácil traer el agua del Papagayo, una visión tecnocrática y como le llamamos, de tuberías, de infraestructuras, y no entienden este tema de la gestión, que hay un límite de crecimiento. Y le han apostado a no equilibrar esa gestión y tú ves el crecimiento indefinido de la mancha urbana, por ejemplo, de Acapulco, ya lo proyectan ahora hacia San Marcos, como si fuera infinito”.

El también titular del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semaren) en el gobierno interino de Rogelio Ortega, recuerda que “una de las grandes mentiras de una presa hidroeléctrica” como La Parota es que serviría para suministrar agua a Acapulco. Sin embargo, tal vez habría que considerar la presa reguladora que estaría en Los Ilamos, “mucho más pequeña, pudiera ser una solución para tomar el agua y guardar un poco de agua para Acapulco y los desarrollos de San Marcos. Como no se hizo presa La Parota, pues se canceló la otra pequeña, la de Los Ilamos”.

El ambientalista pide “cabeza fría” para “revisar a futuro cuánta agua vamos a tener, sobre todo esas comunidades que están siendo castigadas, y además, por un asunto político. O sea, yo creo que fue el deterioro ahí de la comunidad de Cacahuatepec tiene que ver con el castigo de que no quisieron ceder sus tierras para la presa de La Parota y no ha cambiado esa actitud. Los dejaron en la pobreza y bajo la presión de múltiples factores, incluyendo la violencia”.

Texto: Ramón Gracida Gómez / Foto: Carlos Carbajal

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