17 agosto,2023 5:19 am

El deterioro de la democracia

 

Humberto Musacchio

Es preocupante lo ocurrido en Argentina, donde en las elecciones primarias el candidato de la ultraderecha, Javier Milei, quedó en primer lugar con 30.2 por ciento de los votos, lo que no sería para preocuparse si no fuera porque en segundo lugar, con 27.3 por ciento de los sufragios, quedó Patricia Bullrich, muy cercana a las posiciones de Milei, pero con distinta trayectoria.
La señora Bullrich, quien durante la dictadura residió dos veces en México, se inició políticamente en la organización guerrillera Montoneros y se mantuvo en el justicialismo de izquierda hasta 1993, cuando fue elegida diputada y apoyó a Carlos Menem, tras de lo cual participó en varios gobiernos impulsando siempre medidas antipopulares, como el desempleo y la reducción de salarios. En 2015, como ministra de Seguridad en el gabinete del derechista Mauricio Macri, su gestión se caracterizó por la violencia policiaca contra las protestas ciudadanas, las limitaciones al trabajo periodístico y su impulso al “protocolo de protesta social”, documento que autorizaba el empleo de balas de goma y armas de fuego contra manifestantes.
Por su parte, Milei es abierto admirador de Bolsonaro y Donald Trump, simpatizante de Vox, el partido protofascista español; firmante, al igual que el panista mexicano Julen Rementería, de la ultraderechista Carta de Madrid; enemigo de la educación sexual y del aborto, aún en el caso de niñas violadas; promotor de la venta de órganos, del cobro de las consultas en hospitales públicos y de la portación de armas de fuego. También propone suprimir el banco central y adoptar el dólar como moneda corriente. Sostiene, como cierta derecha mexicana, que existe una conspiración de lo que llama “marxismo cultural” y propone limitar las garantías individuales.
Esos dos especímenes suman 57.5 por ciento de los votos y su ascenso suscitó el temor de que surjan conflictos sociales y, por tanto, una mayor inestabilidad económica, lo que de inmediato se expresó en una nueva devaluación de 17.9 por ciento del peso argentino, ante lo cual el Fondo Monetario Internacional –¡Faltaba más!– salió a ofrecer nuevos créditos a la endeudadísima nación platense.
Alguien dirá que se trata de un asunto exclusivo de Argentina, pero lo cierto es que en el mundo avanza una oleada de derechización, como se observa en Estados Unidos y varios países europeos, en Sudamérica y otros lugares. La causa es una generalizada decepción con las experiencias de izquierda, desde las más tibias hasta las más radicales, pues, con excepciones como la de China y en menor medida Vietnam, los países de gobierno marxista han sido incapaces de establecer un régimen de bienestar para su población, la socialdemocracia europea está lejos de mostrar la pujanza de hace unos decenios y el liberalismo tradicional tampoco vive hoy sus mejores tiempos.
En Latinoamérica, ante la caída del nivel de vida y las tristes expectativas de progreso, la insatisfacción de las sociedades propició el arribo de gobiernos que parecían ofrecer una mejor condición a sus gobernados, lo que en su mayoría no han podido cumplir por varias razones, entre otras, su inexperiencia, la falta de cuadros calificados para las decisiones estratégicas, la corrupción (al parecer inextinguible) y el caudillismo polarizante, lo que ha tenido como resultado bajo o nulo crecimiento económico, desempleo, salarios insuficientes, pérdida de prestaciones sociales (en medicina, educación, vivienda, etc.) y una generalizada falta de confianza en la democracia como vía de superación.
La más reciente encuesta de Latinobarómetro señala que en 1998 la preferencia por la democracia llegaba a 65 por ciento y hoy tiene apenas 48 por ciento, lo que en México es más grave, pues de un bajísimo 43 por ciento cayó a 35 por ciento en 2023. Peor todavía, según la misma encuesta, es que en nuestro país resulta preferible un gobierno autoritario a uno democrático, para el 33 por ciento, pero nadie crea que eso deba interpretarse como aprobación para el actual gobierno, pues la inconformidad tiene como causas las necesidades insatisfechas, la inseguridad pública, las insuficiencias en salud y educación, así como la omnipresente corrupción.
Sí, hay un avanzado deterioro de la democracia.