25 octubre,2017 10:00 am

El difícil sueño americano de la Fórmula 1

Austin, Texas , 25 de octubre 2017. Un toro mecánico da la bienvenida a los visitantes apenas se ingresa al paddock del circuito texano de Austin e invita a realizar un rodeo. El entretenimiento es parte ineludible del Gran Premio de Fórmula 1 de Estados Unidos, un mercado que representa posiblemente la máxima obsesión de los nuevos dueños de la categoría reina del motor.

“Tenemos delante de nosotros un mercado enorme e inexplorado”, asegura Chase Carey, el nuevo patrón de la Fórmula 1 que llegó con el desembarco de la empresa estadounidense de entretenimiento Liberty Media.

Los nuevos dueños de la Fórmula 1, que completaron la adquisición del negocio hace nueve meses, aspiran a que la carrera en Austin sea apenas la plataforma de despegue en Estados Unidos. El sueño es lograr nuevas carreras en la tierra del espectáculo en ciudades como Miami, Nueva York o Las Vegas.

“Si queremos incrementar el interés de los fans de Estados Unidos en la Fórmula 1, debemos darles más posibilidades de vivir la experiencia. Queremos tener más Grandes Premios en Estados Unidos”, señala el jefe de marketing, Sean Bratches.

Sin embargo, de momento se trata solo de intenciones y no se conocen por ahora planes concretos de expansión o ciudades que hayan expresado públicamente su interés. “Todo lo que hacen es parlotear”, lanzó el británico Bernie Ecclestone, el desplazado patrón de la Fórmula 1, en una reciente entrevista con el “Daily Mail”. “No han conseguido nada. Dicen por ejemplo que quieren tener seis carreras en América”.

Los nuevos dueños aseguran que se trata de un proceso a mediano plazo. Austin recibió el fin de semana pasado apenas su sexta carrera de Fórmula 1 desde que la categoría retornó a Estados Unidos. Antes, la sede era Indianápolis.

“Debemos mirar a largo plazo. El mercado estadounidense no va a sostener nuestro negocio en los próximos dos o tres años. Se trata de posibilidades mirando cinco años hacia adelante o más”, afirma Carey.

La competencia deportiva es muy grande en Norteamérica. No solo por el fútbol americano, el baloncesto, el béisbol o el hockey sobre hielo y sus millonarias ligas. También por la popularidad que el Nascar y el Indycar tienen en el mundo del motor.

La Fórmula 1 tuvo en el pasado carreras en Sebring, Watkins Glen, Long Beach, Riverside, Dallas, Detroit, Phoenix e Indianápolis. Incluso en un estacionamiento en Las Vegas. Pero el paso del circo no parece haber dejado huella en el público estadounidense. “Estamos apenas rascando en la superficie. Estamos comenzando a desarrollar el potencial de este deporte aquí”, insiste Carey.

Sin embargo, el camino parece de momento tan empinado como la primera rampa de la primera curva del Circuito de las Américas. “El mercado es grande y el país es gigante”, recuerda Guenther Steiner, jefe de la escudería estadounidense Haas.

Espectáculo en Austin no faltó, más allá de que el británico Lewis Hamilton no logró sellar allí su cuarto título en la Fórmula 1. En el circuito texano desfilaron personajes del deporte y la política como Usain Bolt -que entrevistó a los pilotos en el podio- y Bill Clinton y hubo conciertos de superestrellas como Justin Timberlake y Stevie Wonder.

“Queremos que la Fórmula 1 cruce las fronteras del deporte y el espectáculo y se transforme en un evento único”, asegura Bratches. “Austin es un test”, afirma el jefe de marketing, que aspira a llegar a nuevos públicos a través de las redes sociales y la plataforma de Netflix.

De momento, sin embargo, se trata de una fase de experimentación. El sueño americano de la Fórmula 1 tiene aún un largo camino por delante.

Texto y foto: DPA