4 septiembre,2018 6:58 am

El eje de la Cuarta Transformación

Eduardo Pérez Haro
Para Luciano Concheiro.
El cerco de la autocensura, como recurso de eliminar el riesgo de ser desacreditado no contribuye al cambio. Lo conducente no es dejar de cuestionar o cuestionarse, ese es un recurso del método que, de abandonarse, se pierde el sentido de ciencia y pertinencia como posibilidad colindante. Lo importante de la cuestión, de la pregunta o de la crítica es no radicarlas en la añoranza de los regímenes que se quedan atrás no sólo por sucesión de los tiempos sino por su obsolescencia denunciada por el voto significativamente mayoritario.
Luego entonces, hay procedencia para el pensamiento crítico cuyo resorteo libera la conciencia en contrapartida de las formas de dominación de cada caso. Las aspiraciones de justicia son una configuración ética de la crítica de la dominación. La justicia es una de las formas de consagrar la libertad y la injusticia se torna sinónimo de sometimiento y sumisión como componentes relacionados de la dominación.
Veamos. El Partido Revolucionario Institucional fue una resultante del desenlace de la revolución mexicana y se jugó en la necesidad del desarrollo capitalista como de alguna manera lo hizo el Partido Comunista en el esfuerzo sucesorio de la dominación zarista en Rusia. Ambos procesos se encontraron con el agotamiento de regímenes despóticos teniendo como contrapartida sociedades anquilosadas del trabajo y el comercio, países marcados por el atraso y, por tanto, impedidos de construir riqueza como fundamento material de la justicia. El imperativo de entonces fue el de superar el atraso, y así se emprendieron procesos de cambio dirigidos al tránsito de sociedades agrarias al de naciones industriales que para inicios del siglo XX pautaban las sociedades avanzadas que venían aparejándose al desarrollo capitalista abierto por Inglaterra desde fines del siglo XVIII.
Rusia se procesó a contrapelo del reordenamiento geopolítico derivado de la primera y segunda guerras mundiales escenificadas por las potencias y al tenor de sus propias dificultades, desapegos y contradicciones. México también. No a contrapelo de las potencias sino con apego a sus conveniencias inmediatas, siempre espoleadas por las ganancias económicas de las empresas con las cuales no sólo se satisfacían los extravagantes consumos familiares de sus dueños sino los requerimientos de expansión del capital en tanto que empresa (s), (una permanente contradicción disyuntiva del desarrollo del capital entre el corto y mediano plazos, entre el consumo suntuario y la reinversión para el progreso de sus capacidades e incremento de su presencia relativa de mercado). En las postrimerías del siglo pasado, Rusia sufre un resquebrajamiento y la URSS que se venía edificando, cede su paso a la restauración capitalista y su reposicionamiento en el reordenamiento geoeconómico y político actual. Hasta aquí el asunto de Rusia para efectos prácticos; sólo nos interesaba el paralelismo de que en ambos casos se emprende una transformación de la capacidad productiva como fundamento de las aspiraciones de justicia.
México, por su parte, alcanza una gran transformación con procesos de gran singularidad y significación como el reparto agrario, la educación pública o el sector energético, con los que se abren procesos socialmente incluyentes, con importantes oportunidades de empleo y el arribo al capitalismo industrial urbano, mas no exento de contradicciones, deformaciones y aberraciones. La clase política se corrompe y se involucra en los negocios, mientras la naciente burguesía se duerme en sus laureles al amparo de favores y privilegios de ley. La representación popular en el Congreso hace de las suyas a cambio de su rendición al mandato del capital y en consonancia con el presidente de la República. Y mientras este festín de frivolidad se sucede en el poder, el mundo sigue su curso adentrándose en la llamada época de oro del capitalismo (1945-1971), desplegando nuevas y portentosas capacidades productivas. México despierta de su borrachera y se encuentra, cual vil circunstancia, distanciado del auge tecnoproductivo de las potencias y desprovisto para reincorporarse a la competencia mundial.
A mediados de los 1960 se perfila el desgaste del auge bullicioso del capitalismo mundial de la postguerra entrelazado con las fallas y desperfectos de los procesos en cada país. Se sobrevienen los movimientos del 68 como crítica del patrón cultural autoritario, consumista y belicoso en que se había tornado el progreso, configurando la llamada de alerta a lo que devendría como la gran crisis mundial de los 70 (alza y caída de los precios del petróleo 1971-1981). En México el desarrollo estabilizador se disloca al perder, desde mediados de los 60, su relación de abastecedor de materias primas a los países desarrollados que ya se habían sobrepuesto a los estragos de la guerra, no sólo con gran autosuficiencia sino con la generación de importantes excedentes exportables primarios e industriales.
Los cambios en el mundo en contraste con el adormilamiento del desarrollo nacional alcanzado entre 1935-1965 deja a nuestro país a medias, no se consolida la industrialización en la producción de bienes de capital, esto es, la producción de máquinas que hacen máquinas, con lo que se distingue un país con altos ingresos, salarios y empleo de aquellos que quedan a la zaga. Y de entonces a la fecha el proceso no se adentra a una posibilidad efectiva de cerrar el ciclo de industrialización y servicios relacionados, lejos de ello y apergollado por las circunstancias se sube cojeando a la globalización que arranca desde el interior de los críticos años 70-80 dando lugar al crecimiento acelerado de un puñado de empresas volcadas a la oportunidad del comercio exterior y algunas privilegiadas en el abasto interno, pero teniendo como contrapartida el abandono del desarrollo interno amén del inconcluso proceso de producción de bienes de capital como basamento e indicador de su potencial capacidad productiva y de ingreso ulterior.
Medio siglo después, la tarea es doblemente complicada y, sin embargo, sigue siendo la tarea principal, no como prioridad descontextualizada ni mucho menos única; es tarea sobresaliente en el orden estratégico que le da sentido a las acciones del fomento a la inversión mediante el gasto en ciencia y tecnología, educación, infraestructura, energía y medio ambiente, así como a la política monetaria, financiera y de comercio. En sí la reindustrialización de México es una resultante de la acción del Estado vis a vis el desarrollo del capital privado, con especial énfasis en el desarrollo endógeno sin menoscabo del comercio exterior dada nuestra insuficiencia en el abasto interno de insumos, partes y componentes para la integración de manufacturas y servicios finales.
Para ello el Estado y el gobierno tienen que acoplar con direccionalidad definida los instrumentos de la política económica, la política pública, y la política-política reconociendo la simultaneidad de los procesos y sus etapas de producción posible según la velocidad de progreso probable y de hecho.
Un país cuyas empresas más avanzadas son agroindustrias como tortilla, pan, tequila o cerveza, o de manufacturas como la automotriz con dependencia estratégica de las partes de mayor elaboración o servicios de telecomunicaciones dependientes de tecnología importada en su mayor parte, etcétera, no puede lanzarse de un momento a otro a la industria satelital, médica o de transportes de gran escala, con una posibilidad competitiva en costo, calidad y precio.
Median procesos directos y colaterales ya mencionados como tecnología, educación, infraestructura, etc. y etapas de integración de capacidades en cadenas y redes de producción y comercialización entre regiones y zonas económicas. Un entramado de elaboración que tiene un perfil más técnico y desagregado que, desafortunadamente, no es dable mostrar en artículos periodísticos, pero que me permitiré exponer en sendos ensayos como un ángulo de contribución al cambio en ciernes y material de orientación en la conciencia social que penden de la expectativa y la esperanza que al paso de los días pueden tornarse inciertas y diluirse hasta alejarse.
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