30 octubre,2018 7:28 am

El entorno se complica

Eduardo Pérez Haro
Para Beatriz Lemus.
Educación, reindustrialización y nuevo acuerdo comercial, fue la ilación de términos con los que analizábamos el sustrato (sociedad participante) social inscrito en un proceso de aprendizaje capaz de involucrarse en el cambio tecnológico-productivo que media para superar el atraso, no sin enfrentar un entorno adverso que, en el caso de nuestra anterior entrega, se ejemplificaba con referencia al nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá. No obstante, el asunto exige más.
La cuestión es que el complejo de educación-ciencia-tecnología precisa de enfoque y método, recursos presupuestarios que se tornan limitados y además debe salirle al paso a adversarios de dentro y de fuera. La reindustrialización no se reduce al consabido tránsito a la gran industria como se nos presentaba el asunto en los años del desarrollo estabilizador a principios de los 60, pues ahora presupone del cruce informático-electrónico en todos los procesos productivos, amén de construir la capacidad de producción de medios de producción sobre esa base y con ventaja comparativa dada por la especialización, a efecto de darle pertinencia de realización a la producción nacional en el marco de la guerra comercial de la que el nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá es sólo una expresión regional.
El vecino del norte amenaza con desencadenar un problema de proporciones que pueden ir de una atonía en el crecimiento económico a una recesión global. A últimas fechas se atraviesa una tendencia bajista del mercado bursátil en el plano internacional, que advierte una mala perspectiva del comercio y la producción mundiales, donde la Reserva Federal como Banco Central de la Unión Americana se cubre con el incremento recurrente de las tasas de interés, a efecto de constreñir el crédito y el consecuente flujo de dinero que se les convierte en presión inflacionaria, pero más allá de este efecto no deseable en la ortodoxia neoliberal de la política económica, lo que preocupa es que las políticas de ayuda monetaria no se han traducido en crecimiento económico expansivo y sí, en un riesgo de alcanzar deudas impagables que terminarían por colapsar al sistema financiero.
Donald Trump no comparte estas cautelas de la FED (como se le nombra informalmente al Federal Reserve System), pues el presidente norteamericano considera que su gobierno está articulando una economía de crecimiento a partir de la disminución de impuestos por ingresos con que se favorece la inversión, cosa que resulta verdadera cuando se observa que la tasa de crecimiento del PIB se colocó por encima del 4.0% al cierre del segundo trimestre de este año, sin embargo, lo hace en medio de un creciente déficit comercial y de la balanza de pagos, un crecimiento del nivel general del endeudamiento que se propicia por las bajas tasas de interés, que por lo demás se financiariza en el mercado bursátil, revelando un trasfondo de fragilidad en la producción y el comercio norteamericanos.
En otras palabras, se pide prestado a tasas bajas para especular con la expectativa de tasas altas en las bolsas de valores, pero las bolsas de valores que representan las acciones de las empresas no se incrementan por una mejoría en la perspectiva de mercado para los bienes y servicios que representan, sino por la oferta y demanda de las acciones per sé, esto es lo que se llama una financiarización especulativa. De manera que crece la deuda al lado de ganancias bursátiles sin amparo en la producción y comercio de bienes y servicios con riesgo de entrar en declive, como se viene dando a últimas fechas.
El problema es que estas contradicciones entre el crecimiento y los desequilibrios, que se traduce en una discusión entre el presidente de Estados Unidos y el Banco Central (FED) de la primera economía del mundo, al resto de las naciones les representa un incremento en las tasas de interés en el crédito (incremento tácito de la deuda), un encarecimiento del dólar (incremento tácito de insumos, refacciones, partes y maquinaria de importación) y el endurecimiento del comercio exterior del que toda nación depende en grado alguno y con especial acento en el comercio con Estados Unidos (mayores dificultades de acceso a los mercados de exportación), o sea que nos complica los costos del desarrollo interior antes de imaginar cambios de cualquier índole.
El asunto se redimensiona cuando las dificultades del vecino país del norte se dan en un contexto donde las secuelas de las crisis de hace una década no sólo se expresan como dificultades para engranar un crecimiento sostenido en Estados Unidos y la asunción de medidas beligerantes contra el resto del mundo sino que naciones importantes de Asia, Europa, África y América se empantanan en la acumulación de distorsiones que les colocan ante la imposibilidad de servir de contrapeso frente a una desaceleración del crecimiento, un colapso financiero o una recesión en la principal economía del planeta, con lo que se presentaría una precipitación en caída libre configurando una complicación de dimensiones y características inéditas.
Puede parecer catastrófico, mas no decirlo dentro de los escenarios posibles en alguna forma relaja el cambio posible o le expone en mayor grado frente a las expectativas sociales que se comprometieron e 1° de julio. Será menester darle seguimiento al entorno que aquí se esboza y retomar el sentido de nuestro trazo reflexivo, a propósito del complejo de educación-ciencia-tecnología y la reindustrialización que vienen aparejadas como el cigüeñal del motor de cambio en las capacidades productivas donde guarda importancia la ecuación tecnoproductiva o modelo que subyace a la política económica y de gobierno.
Claramente dos cuestiones: dar seguimiento a los riesgos de la economía mundial y adentrarnos a la discusión del qué se produce y el cómo se produce, cuánto se produce y para quién se produce, aspectos que ya hemos planteado como las cuestiones que nos permiten organizar un primer plano de la discusión y las definiciones por alcanzar y socializar, sin que esto suponga la cancelación de las determinaciones en curso y sin que el hecho de dar esta discusión implique detener proceso alguno en la economía y la política del cambio, incluso el cambio jurídico. Pero no dejar de discutir las cuestiones fundamentales.
Digámoslo de una manera para apuntar la orientación de nuestra próxima entrega. El sentido del cambio con una perspectiva de mayor consideración sobre los segmentos de población tradicionalmente marginados y procurarlo sin corrupción es un asunto de la mayor importancia que fue consignado por el voto popular y no está a discusión. No obstante, la ecuación socioeconómica del cambio se percibe inacabada.
Sobre el qué se debe de producir, hemos expresado nuestra coincidencia con la revisión crítica del patrón de consumo como referente para asumir el patrón de producción desde una óptica sin complicidad de Estado con los bienes y servicios de la destrucción y erosión cultural sin prohibiciones y moralinas, pero eso no es todo, pues se requiere dirimir el proceso de reindustrialización de mediano plazo con referencia al entorno de competenci@, a fin de librar el salto de las manufacturas a los medios de producción asegurando no el apoyo de la población sino su involucramiento debidamente organizado en áreas productivas y territorios, o de lo contrario quedaremos expuestos a un intento voluntarios con brújula, pero sin el mapa de ruta.
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