26 septiembre,2020 5:28 am

El gran engaño

Héctor Manuel Popoca Boone

 

No es posible exhortar a una mayor participación y responsabilidad ciudadana, cuando los gobiernos conducen con engaños el combate a la pandemia y ésta queda fuera de control. En Guerrero, la infestación es demasiada y no pronto frenable ya que la estrategia implementada no fue del todo correcta. Hubo obcecación del gobierno estatal en abrir apresuradamente las actividades económicas no esenciales, cuando el Covid-19 y sus efectos letales aumentaban.

El gobernador y dos de sus principales colaboradores, el secretario general de Gobierno y el secretario de Salud, son los responsables desde el punto de vista formal y político del combate y control de la pandemia. Solo ellos, a manera de triunvirato, firman los decretos estatales oficiales, publicados en el Diario Oficial del Gobierno del Estado, por medio de los cuales, se dan a conocer e implantan las medidas sanitarias epidemiológicas.

Como mandatarios gubernamentales, en los hechos, han priorizado la protección del capital económico por encima de la salvaguarda del ser humano; provocando así, exceso de pérdida de vidas; sobre todo de aquellos que tienen como único patrimonio, su mano de obra laboral formal o informal. De tal suerte que el haber permitido, dentro de la pandemia al alza, continuar con las actividades económicas no esenciales a más de la mitad de su capacidad, en vez de contenerlas al 30 por ciento, ha traído como consecuencia potenciar contagios y muertes.

Reprobable es también que, contando el gobierno estatal con la información más fidedigna de la virulencia, la manipule, omita y sesgue su divulgación, con expresiones edulcorantes, con el fin de respaldar decisiones tomadas por el triunvirato, que a la postre han resultado contraproducentes.

Hagamos memoria: A principios de julio pasado se transitó del color rojo al naranja; porque estábamos –nos dijeron– en la frontera entre ambas tonalidades y que valía la pena darle un pequeño respiro a la economía no esencial, abriéndola en 30 por ciento de su capacidad de ocupación y aforo. Lo que no dijeron fue que traíamos a cuestas, como antecedente, una grave crisis hospitalaria.

Posteriormente, el tránsito al color amarillo, fue dado a saber –en forma sorpresiva e intempestiva– en los primeros días del mes de septiembre, permitiendo la liberación económica a un 60 por ciento; a sabiendas por todos que teníamos, en los principales centros urbanos, un preocupante crecimiento de la pandemia. Este mayor destrabe de las actividades económicas y sociales, trajo como efecto lógico, una mayor dinámica en el crecimiento de los contagios y fallecimientos; lo que ocasionó una urgente recomendación federal de retornar al semáforo naranja, a más tardar, los primeros días de septiembre. Esa sugerencia se acató, pero no se cumplió.

El triunvirato gubernamental actuó bajo los cánones del gatopardismo, es decir, fingió vestir de nueva cuenta de color naranja a Guerrero. La realidad es que nos mantuvieron bajo el ropaje de color amarelo. La apertura económica sigue en un 60-50 por ciento y no en un 30 por ciento a lo más, como lo marca la normatividad sanitaria federal. Por ende, permanece un fuerte relajamiento social, desatado a partir del puente largo vacacional pasado.

Vamos de mal en peor. Ahora Guerrero ocupa el primer lugar nacional en la tendencia de defunciones, el cuarto, en ocupación hospitalaria y en déficit de recuperaciones, el sexto, en el número de hospitalizados. Estamos por arriba de la media nacional en los índices de letalidad, positividad y de pandemia activa. Al gobierno estatal se le empieza a desbordar la pandemia y, con razón, clama por un mayor auxilio de las fuerzas armadas para controlarla.

  1. El gobernador de Guerrero dijo: “Nosotros no somos responsables que la pandemia haya llegado… pero sí somos todos, el presidente de la República, los gobernadores y presidentes municipales, responsables de la conducción de la misma” (El Sur / 4 de agosto del 2020).