30 septiembre,2020 5:09 am

El peligroso juego de Bolsonaro de cara a las elecciones municipales

Gaspard Estrada

 

Dentro de dos meses los brasileños irán a las urnas para elegir a sus alcaldes y diputados locales. Se tratará de la primera elección después de la llegada al poder del presidente Jair Bolsonaro, en 2018.

Desde entonces, Brasil ha experimentado una serie de retrocesos democráticos profundos. La justicia, que ya había sido utilizada con fines políticos por la vía de la operación Lava Jato en contra de la izquierda y en particular, del popular expresidente Luis Inácio Lula da Silva para evitar su candidatura presidencial en 2018, ha vuelto a hacer de las suyas: la policía federal ha intimado a Guilherme Boulos, candidato a la alcaldía de São Paulo por el partido Socialismo y Libertad (PSOL), a explicarse ante la policía por haber criticado en sus redes sociales al presidente Jair Bolsonaro. Para obtenerlo, el delegado de la policía recurrió a una ley creada durante la dictadura militar, la ley de seguridad nacional, que volvió a ser utilizada por el entonces ministro de justicia, Sergio Moro, para atacar al expresidente Lula y a los detractores del presidente Jair Bolsonaro.

Es así como comienza la campaña municipal, en un contexto de recesión económica histórica, y con un escenario político polarizado. Hasta la llegada del Jair Bolsonaro al palacio del Planalto, sede de la presidencia Brasileña, el jefe del ejecutivo tomaba partido en las elecciones municipales, con el objetivo de reforzar su coalición de gobierno, comenzando por su propio partido político. Si bien esta elección, al llevarse a cabo en más de 5 mil 600 municipios diferentes, difícilmente podrá tener una lectura nacional, sí tendrá un impacto político significativo para la segunda parte del mandato de Jair Bolsonaro.

Pero contrariamente a sus antecesores, que se implicaron directamente en las elecciones municipales para lograr un resultado positivo y preparar las legislativas siguientes (en efecto, los alcaldes y los diputados locales son los principales actores electorales de los candidatos a diputados federales), Bolsonaro ha decidido desdeñar este proceso electoral. De hecho, Bolsonaro no está afiliado a ningún partido político en este momento. Este hecho es coherente con la trayectoria política del actual presidente de Brasil: desde su ingreso a la política, a principios de los años 1990, ha peregrinado por no menos de ocho partidos políticos, hasta ingresar al Partido Social Liberal (PSL) en 2018, justo antes del límite para registrar las candidaturas presidenciales. Después de la elección presidencial de 2018, el PSL obtuvo la segunda mayor bancada de la cámara de diputados, solo atrás del Partido de los Trabajadores (PT), con 51 escaños. Hubiera podido esperarse que Bolsonaro utilizara esta plataforma para ampliar la fuerza política de su movimiento, aumentando su presencia a nivel local y estatal.

Sin embargo sucedió lo contrario. Después de intentar, sin éxito, reemplazar al presidente del partido, Luciano Bivar, por otra figura más cercana a su familia, los Bolsonaro (Jair, el presidente, Flávio, el senador, Eduardo, el diputado federal y Carlos, el diputado local) decidieron salir colectivamente de este partido. En ese entonces (marzo de 2019), la familia anunció su intención de crear una nueva agremiación política, cuyo nombre tentativo sería Aliança pelo Brasil, para aglutinar a sus seguidores, militantes y cuadros políticos. Pero la operación naufragó. Después de meses intentando recolectar firmas, el equipo de Jair Bolsonaro terminó tirando la toalla. Carlos y Eduardo Bolsonaro terminaron afiliándose a otro partido (Republicanos), mientras que el presidente, Jair Bolsonaro, se quedó sin partido. Para este último, eso no parece ser un problema: para eso tiene el Estado. Al emplear a la policía federal en contra de líderes opositores, como Guilherme Boulos, está claro que el presidente Jair Bolsonaro usará políticamente a la policía en aras de mantener a sus aliados en las principales alcaldías del país, confirmando la deriva autoritaria de Brasil. Se trata, sin duda, de una pésima señal para el futuro del país.

 

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París

 

Twitter: @Gaspard_Estrada