23 enero,2021 5:11 am

En tiempos de Covid se vale enojarse y lanzar mentadas

De Norte a Sur

Silber Meza

 

Sabemos que hasta que esté vacunada la mayoría de la población y se logre una especie de inmunidad de rebaño podremos volver a la normalidad… o como se le pueda llamar a lo que venga. Sabemos también que la mayoría de la población mexicana está dispuesta a vacunarse en cuanto tenga la oportunidad. Sabemos que el plan de vacunación mexicano contempla, grosso modo, que primero se va a inyectar a trabajadores del sector salud público y privado; que después iniciará la etapa con personas de la tercera edad, siempre de mayor a menor, y que así seguirá el proceso hasta lograr la meta durante 2021 y parte de 2022. Sabemos que mucha gente no usa cubrebocas y tanta más sigue haciendo fiestas. Sabemos que ha habido cambios en el programa: por ejemplo, se ha comenzado la vacunación de los maestros de Campeche con la intención de reiniciar el periodo escolar de manera presencial. Sabemos también que Campeche es el único estado en semáforo verde –todavía– y por lo tanto es el que tiene la menor transmisión activa del virus, lo que parece desentonar ante la urgencia de vacunar a los médicos, enfermeras y demás personal de salud. El tiempo dirá si fue lo correcto, pero de inicio parece que esto pudo esperar al menos uno o dos meses más.

En México el virus está desatado, imparable. Corre por las calles y se mete a las casas como lo hace una inundación de lluvia torrencial. Hasta el jueves pasado en el país se acumularon 146 mil 174 muertes por Covid-19 y un millón 711 mil 283 casos confirmados. Ese día se rompió el máximo histórico de muertes al llegar a mil 803, y de nuevos casos confirmados en las últimas 24 horas al alcanzar los 22 mil 339.

Estamos en el peor momento de la pandemia. Los científicos que hace meses aseguraron que venía lo peor estaban en lo cierto. A finales de julio pasado llegamos al pico de la primera ola de contagios con poco más de 8 mil 400 casos; en octubre disminuimos a menos de 6 mil, y después inició una escalada para alcanzar los más de 20 mil casos diarios actuales. Ahora tenemos los hospitales saturados y escasez de tanques de oxígeno.

Falta poco más de un mes para que se cumpla un año del registro del primer caso de Covid-19 en México, y las cosas están peor que nunca. La única esperanza que tenemos es la vacunación, pero ésta avanzará más lento de lo que quisiéramos. Todas y todos deseamos estar vacunados para tratar de recuperar nuestras vidas pasadas; un anhelo tan real como complicado.

De acuerdo con el Plan Nacional de Vacunación, México tiene aseguradas vacunas suficientes para inmunizar a la mayor parte de la población mexicana, sea con AstraZeneca, el mecanismo Covax, Cansino Biologics, Pfizer Biontech o Sputnik V, más las que se sumen en las próximas semanas, pero el arribo al país demorará. Si no surge otro contratiempo, será en la segunda mitad de febrero cuando empecemos a hablar de millones de vacunas.

Es verdad que la pelea internacional es feroz y nuestro país depende de las tecnologías que se desarrollan en zonas lejanas del mundo, pero la necesidad es tan grande que parece natural la desesperación social que se percibe cuando se habla con familiares y amigos.

Hace un par de días, la dramaturga y analista Sabina Berman soltó un tuit de reclamo que se viralizó. Escribió: “21 de enero. No se publica el plan de vacunación. No hay listas. No hay fechas. Se pregunta a funcionarios. Nadie sabe. Farmacias del Ahorro ofrece sus miles de locales y su personal para multiplicar el ritmo de la vacunación. Nadie les responde. ¿Q diablos?”.

Fue un válido reclamo ante una pandemia que nos ha robado amigos y familiares queridos, además de nuestra libertad.

Según las cifras que ha publicado el gobierno federal, hasta la fecha no ha tenido problemas de logística para la aplicación de la vacuna; el conflicto que tenemos es que existe una velocidad de transmisión del SARS-CoV2 –virus que causa la enfermedad Covid-19– muy acelerada con un suministro de dosis de vacunas muy lento.

Se espera que en marzo sean vacunados los adultos mayores, y que al hacerlo se logre disminuir hasta 80 por ciento de las muertes.

A estas alturas prácticamente todos tenemos un familiar o una persona cercana fallecida debido a la pandemia. Por eso es natural desesperarse, enojarse, asustarse, mentar madres y desear con todas nuestras fuerzas que se apresure el plan de vacunación, o que por lo menos se cumpla lo prometido.

No lo olvidemos: es la tragedia más grande que la humanidad ha vivido en décadas.