18 abril,2018 7:46 am

Era desplazada por la violencia la joven embarazada que fue asesinada en El Tejocote; nunca recibió ayuda

Los sicarios que mataron a Gabriela Maldonado y a su hija e hirieron a otra se llevaron al conductor de la camioneta, quien no era su esposo, informan vecinos que fueron a sepultarla.

Texto: Zacarías Cervantes
Foto: Archivo El Sur-Lenin Ocampo Torres
Chilpancingo, Guerrero. Hace año y medio Gabriela Maldonado García huyó de la violencia de su pueblo, Izotepec, municipio de Heliodoro Castillo, pero no pudo escapar a la muerte. La tarde del lunes fue asesinada cerca del Tejocote, al sur de Chilpancingo, con su hija Guadalupe de 6 años y su otra niña, Melisa, de 4 años, quedó herida.
La joven madre de 25 años llevaba en el vientre desde hace 6 meses el que sería su tercer hijo, contaron sus vecinos.
Ayer familiares, amigos y vecinos de algunos pueblos de la sierra desplazados por las bandas del crimen organizado acompañaron los restos de Gabriela y de su hija para darle sepultura en Izotepec. El traslado fue sin acompañamiento policiaco y sin ayuda del gobierno, reprocharon vecinos de la víctima.
Gabriela era una de las más de 2 mil 300 personas desplazadas de cinco pueblos del municipio de Heliodoro Castillo y uno de Chilpancingo, que en los últimos dos años han huido de la violencia provocada por los grupos criminales del Cártel del Sur, encabezado por Isaac Navarrete Celis, El Señor de la I y de Juan Castillo Gómez, El Teniente, quienes se disputan la zona.
A finales de 2016 Gabriela, su esposo y sus dos hijas llegaron de Izotepec y se refugiaron en Buena Vista de la Salud, municipio de Chilpancingo, en la casa de unos familiares de él. Entonces venían escapando de los constantes ataques a su pueblo de las bandas del crimen organizado.
Sin embargo en febrero del año pasado la violencia llegó también a Buena Vista en donde ocurrieron balaceras y enfrentamientos, y el esposo de Gabriela decidió poner nuevamente a salvo a su familia mudándose con otros de sus familiares al Tejocote, ubicado al poniente de Mazatlán, a menos de una hora al sur de Chilpancingo.
“Somos gente que no nos gustan los problemas por eso andamos huyendo, no nos gusta la violencia, pero la tragedia nos persigue”, dijo una de las vecinas de Gabriela consultada antes de que el grupo que acompañaba a los dos cuerpos saliera de Chilpancingo hacia Izotepec, en medio del temor por lo que pudiera pasarles durante más de 3 horas y media de camino.
“Son pocos los que quisieron acompañar y es que da miedo, imagínese en el camino, donde quiera se pone esa gente y ya ve cómo están las cosas”, dijo.
La mujer contó que el lunes Gabriela y sus dos hijas salieron del Tejocote rumbo a Chilpancingo. Dijo que llevaba a una de sus hijas al médico y de paso aprovecharía para hacerse un chequeo por sus 6 meses de embarazo.
La joven madre pidió a un vecino del Tejocote que venía también a Chilpancingo que la llevara, mientras que su esposo se quedó trabajando en el pueblo (la versión policiaca inicial fue que quien manejaba la camioneta era el esposo de la finada, lo cual fue desmentido ayer por los conocidos de Gabriela).
Cuando apenas habían recorrido unos 20 minutos, hombres armados atacaron la camioneta y en la caja donde viajaba Gabriela murieron ella y su hija de 6 años, mientras que la menor de 4 resultó herida.
Los sicarios se llevaron al conductor de la camioneta, quien había sido policía ciudadano de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG).
“Créame, nos quedamos sin palabras. Imagínese, cómo pasan estas cosas, a la muchacha la mataron embarazada, asesinaron también a su niña y la otra quedó herida, ¿por qué pasan estas cosas? Su marido no se mete con nadie, no le gustan los problemas, por eso le anda huyendo a la violencia y mire hasta dónde lo vino a seguir”, contó la amiga de la mujer asesinada.
Son comunes las irrupciones de criminales en pueblos de la sierra, el gobierno lo sabe y no hace nada, incluso “trabaja” con ellos, relatan
Dijo que hace año y medio salieron de Izotepec porque integrantes de un grupo criminal que suponen es el que encabeza Juan Castillo Gómez, El teniente, irrumpían frecuentemente y tiroteaban las casas.
“En la sierra pasan muy seguido estas cosas, pero muchas no salen a la luz, ahorita esto que pasó se supo porque ocurrió cerca de Chilpancingo, pero no todo lo que pasa en la sierra se sabe. En Tiquimil hace cuatro años mataron también a una mujer embarazada y a su niño de cuatro años. El gobierno lo sabe porque se hizo la denuncia, pero no se hizo público y tampoco se investigó”, se quejó.
Dijo que como en Izotepec, el mismo grupo ha entrado a pueblos como Vuelta del Sur, Pueblo Viejo y Puerto la Guitarra, en donde también ha matado a mujeres y niños, “y también el gobierno lo sabe, pero no hace nada”.
La amiga de Gabriela denunció que los grupos criminales están coludidos con los soldados y las policías.
Contó que se enteraron que el sábado y el domingo pasados llegó “el gobierno” (como le dicen a los soldados y policías) a pueblo Viejo y subió con el grupo de civiles armados a Puerto de la Guitarra a pedirles que les den el agua, “pero nadie se las está quitando, no hay agua porque los tubos están tapados”.
Agregó que los pobladores se preguntaron por qué los militares y los policías trabajan con los hombres armados que han atacado a los pobladores.
Explicó que los integrantes del grupo armado cuando llega el gobierno se hacen pasar como policías comunitarios y usan armas pequeñas, “pero nomás se van los soldados sacan sus armotas, sus cuernos de chivo (rifles de asalto Ak-47), y eso el gobierno lo sabe pero no hace nada”.
Ayer encabezó el grupo que acompañó los cuerpos a Izotepec el esposo de Gabriela y la señora Ángeles, madre de la víctima, quien en tono de reproche preguntó que ante quién puede presentar la denuncia ahora, si ya no tiene confianza en las autoridades.
La amiga de su hija intervino: “no nos va a quedar otra que pedirle apoyo al otro grupo (en referencia al adversario del grupo criminal de Juan Castillo, Isaac Navarrete) porque el gobierno no nos apoya y tenemos que buscar quién nos ayude, cuando menos a las mujeres. Uno no se quiere involucrar en problemas por eso huimos, pero si lo hacemos sería por impotencia”, argumentó.
En las casas de los desplazados se alojan los sicarios
Según datos proporcionados por la gente de estas comunidades de la sierra en los últimos dos años han sido desplazados por la violencia al menos 2 mil 300 personas entre menores y adultos de cinco comunidades de Heliodoro Castillo y una de Chilpancingo, sin que las autoridades les hayan dado seguimiento ni apoyo.
De Pueblo Viejo fueron desplazadas mil de un total de 2 mil 500 pobladores, de Puerto La Guitarra 400 de 800 habitantes, en Las Juntas abandonaron la comunidad 70 de 200, en Las Tejas 600 de 800, en Yerbasanta 60 de 300. Las cinco localidades pertenecen al municipio de Heliodoro Castillo. Mientras que en Chicahuales, municipio de Chilpancingo, salieron 300 de un total de 600, familias.
“Hay pueblos pequeños como Tiquimil en donde solamente se quedó una familia, y en casi todos los pueblitos la gente se va saliendo por lo mismo, por la violencia”, dijo la fuente.
Los desplazados de estos pueblos han encontrado refugio con familiares o amigos de Chilpancingo, Zumpango, Buena Vista de la Salud, Ocotito, Iguala y en Cuernavaca, Morelos. “Imagínese cómo andamos, sin dinero y de arrimados”.
Aseguró que ninguno ha recibido ninguna ayuda del gobierno, salvo un grupo de 60 personas que llegaron a Chichihualco provenientes de Pueblo Viejo, Puerto la Guitarra, Yerbasanta y Chicahuales, pero únicamente fueron apoyados con el alojamiento en el auditorio. Después les buscaron una casa en donde estaban todos hacinados y finalmente, se fueron disgregando y ahora saben que algunos se fueron a radicar a Cuernavaca.
“La verdad uno ya no sabe ni qué hacer, muchos nos salimos con la pura ropa, ¿y así qué hace uno?, reprochó una mujer de Pueblo Viejo.
Contó que ella tenía una tienda en ese pueblo, dos vacas que ordeñaba, sus tierra que sembraban sus hijos, y sus muebles, pero lo dejó todo, ahora aseguró que en su casa “viven esos hombres” y en la casa que dejó su hijo, también. “Las casas mejores de la gente que se salió las agarraron ellos, ellos viven allí”, dijo en referencia a los sicarios de los grupos criminales.
Contó que en la reciente balacera que ocurrió en septiembre del año pasado en Pueblo Viejo su casa fue una de las que apareció en los medios de comunicación, “porque casi la tumbaron a tiros, era una casa buena, de dos pisos y allí tenía mi tiendita”, dijo nostálgica.
Otra mujer denunció que las reses, los chivos, los borregos y los puercos que dejaron las familias desplazadas están sirviendo ahora de alimento tanto para los integrantes de los grupos criminales como para los militares y policías.
“Los que se dicen policías comunitarios cuando llega el gobierno se van al monte y matan una vaca, un chivo o un borrego y con eso les dan de comer a los soldados y policías, pero son los animalitos que dejamos nosotros”, denunció.
Aseguró que de eso han presentado denuncias ante el gobierno del estado pero que no les hacen caso.
Se quejó que mientras tanto los desplazados viven “como Dios nos da entender”. Relató que ella, por ejemplo, recientemente trabajó en la tienda Sam’s de Chilpancingo, donde apenas le pagaban 900 pesos a la semana y no le alcanzaba para mantener a su familia.
(En la imagen: Peritos judiciales en la camioneta en la que quedaron muertas una mujer embarazada y su hija de 6 años, luego de una emboscada en el camino del Tejocote. Foto: Lenin Ocampo Torres)
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