8 febrero,2020 5:35 am

Es imposible que AMLO use el avión presidencial

De Norte a Sur

Silber Meza

Era 5 de enero de 2017. Las encuestas de opinión colocaban a Enrique Peña Nieto como uno de los presidentes mexicanos menos populares de las últimas décadas. Ese año se inició con un nuevo gasolinazo que mermaba la ya precaria economía de los mexicanos. 

Peña se vio obligado a mandar un mensaje a la nación. El objetivo era explicar a los mexicanos el incremento del precio de las gasolinas.

Apareció ataviado con un traje oscuro, camisa blanca y corbata a rayas. Cabello engominado y ceja de molde. Detrás de él, el escudo de los Estados Unidos Mexicanos y a sus costados cuatro impecables banderas nacionales. Como si fuese algo irreversible, declaró que no había opciones: que era aumentar los precios de gasolinas o recortar los programas sociales y colmar de riesgos a la economía.

Fue entonces que soltó: “Aquí les pregunto: ¿qué hubieran hecho ustedes?”.

Esa misma frase –lo más replicado del video explicativo– fue utilizada nueve días después por su entonces rival político, Andrés Manuel López Obrador, quien se encontraba de gira por Veracruz: “Le respondemos: vender el avión de inmediato y no aumentar los precios”.

Para AMLO el avión presidencial era un insulto a los mexicanos, “pero como es un pequeño faraón acomplejado, aceptó el regalo que le dejó el panista Felipe Calderón”, remarcó el tabasqueño según quedó registrado en diversas notas de medios informativos.

Para López Obrador el avión presidencial es símbolo de todo lo que no quiere que sea su gobierno: corrupción política, corrupción moral, corrupción legal. Es muestra del lujo extremo que debe ser eliminado del gobierno y de la vida misma de los seres humanos. Estemos de acuerdo con su visión o totalmente en contra –ambas posturas son válidas–, esa es su forma de ver las cosas y se ha encargado de repetirla constantemente.

El avión presidencial fue el resultado de un acuerdo que hicieron el presidente saliente Felipe Calderón Hinojosa y el presidente entrante Enrique Peña Nieto. Los avalúos más recientes establecen su costo en 130 millones de dólares. La aeronave es un Boeing 787-8, de 57 metros con capacidad para 80 pasajeros. Puede volar 20 horas sin recargar combustible y fue acondicionada especialmente para el presidente de México: dormitorio, internet y sistemas de telecomunicaciones.

Por eso es imposible que López Obrador vuele en el avión presidencial, porque si lo hace se cae por completo su discurso de austeridad, una de las bases donde asienta su política de gobierno y su diferenciación respecto a los gobiernos anteriores. 

Para López Obrador la autoridad es casi un sinónimo de honestidad. Dos conceptos que no significan lo mismo, pero que él los ve indivisibles. Y por eso AMLO no podrá descansar hasta que se deshaga de ese avión al que ve como una especie de herencia maldita. 

El jueves pasado, en su conferencia mañanera, anunció que siempre sí habrá una rifa con el tema del avión presidencial, y será la Lotería Nacional la que organice el sorteo. Pero el premio no será la suntuosa aeronave, sino que habrá cien ganadores que obtendrán 20 millones de pesos cada uno. El dinero se utilizará para comprar equipos de hospitales mientras se intenta la venta nuevamente. Se trata de ganar tiempo.

“El que compra un cachito de 500 (pesos) se puede sacar 20 millones (…), se van a vender seis millones de cachitos, lo que nos va a permitir obtener en general, si se venden todos los números, 3 mil millones”, explicó el presidente. 

La complejidad de la solución es proporcional a la dificultad que tiene AMLO para salir del problema en el que se encuentra. Es un asunto muy complicado y muestra un dejo cantinflesco comprender soluciones como esta: “el avión sigue en venta, pero al mismo tiempo se resuelve el problema porque se pagan los premios, lo que se obtenga de la rifa es para los hospitales y el avión tiene dos años de mantenimiento hasta que se venda; pero al mismo tiempo que se mantiene mientras se vende, se va a poder rentar y ya hay un contrato de renta de un año”.

Aunque el costo no representa un alto porcentaje del presupuesto mexicano, el avión presidencial se ha convertido en un símbolo de la burocracia dorada y una bofetada a la terrible desigualdad mexicana y a los más de 50 millones de pobres que subsisten en el país.

Es por eso que López Obrador jamás usará el avión presidencial, de hacerlo su gobierno tendría un aterrizaje forzoso con resultados mortales.