20 mayo,2023 5:27 am

Ese México que ya no existe

De norte a sur

Silber Meza

 

El México que leerás desapareció. Para ser precisos, no existe desde el 1 de diciembre de 2018. Solamente si tienes memoria política recordarás tantas cosas del pasado, de ese que sucedió antes de que llegara la transformación.

Antes, mucho antes, existía un presidente de la República al que no le gustaba la transparencia. Mandó destruir un sistema de información pública que se había creado y que había logrado exhibir escándalos de corrupción. Le servía a la gente para empoderarse y conocer lo que sucedía en sus municipios y colonias. Pero a este político le incomodó tanto que buscó cualquier excusa para acabar con él: le instruyó a su primer hombre de confianza que nadie dentro del gobierno respondiera solicitudes de información, no importaba que la ley lo obligara. Pero fue especialmente duro con un instituto encargado de hacer valer el acceso a la información: lo acusó de costar mucho dinero del erario y de no servir para nada, cuando en realidad la mayoría de sus resoluciones beneficiaban a los ciudadanos. Él pensaba que la transparencia lo hacía más vulnerable y que sus enemigos sólo la querían usar en su contra.

Este político del que les hablo, que seguramente no conocen porque pertenece al pasado, tenía mucha popularidad. Ancló sus apoyos en dos pilares principales: los sectores económicos menos favorecidos y las fuerzas armadas.

Al Ejército y a la Marina les entregó contratos millonarios, les adjudicó obras, aeropuertos, puertos marinos, trenes. Nunca antes se había visto un acarreo tan grande de recursos a los elementos castrenses. Hay que decir que nadie entendía las razones del político, sobre todo porque había prometido lo contrario: limitar las acciones militares de la cosa pública. La promesa quedó hecha polvo.

Una vez se conoció que su secretario de Defensa utilizó aviones del Ejército para viajar al extranjero con todo y su familia, e incluso se supo de la compra de un costoso apartamento en una zona de ultra lujo, algo que contradecía totalmente el discurso del político, pero lo respaldó y acusó a los mensajeros, a quienes habían dado a conocer la actuación irregular del general.

Era recurrente en él desacreditar a periodistas y activistas, no a todos, nada más a quienes lo criticaban. A los que día con día le decían que él era un estadista les daba muy buen trato, les decía que eran los nuevos valores del periodismo. La legitimidad informativa solo la podía dar su palabra.

El político no creía que hubiera periodistas honestos que fueran capaces de criticarlo, pensaba que todo aquella o aquel honrado tenía que apoyarlo incondicionalmente, de lo contrario era un vendido, aspiracionista, fifí, empleado del poder y muchos etcéteras más.

Los hechos de este político, uno que ya no existe porque el país ya cambió, son difíciles de creer en nuestra democracia plena, pero sí sucedieron. Se los aseguro.

El presidente de entonces tenía una máxima clara: si estás contra mí eres lo peor y mereces estar en el basurero de la historia; si estás conmigo eres una buena persona y mereces impunidad, digas lo que digas o hagas lo que hagas. La lealtad como valor fundamental. También aceptaba a la militancia arrepentida de otros partidos, siempre y cuando al reconvertirse lo vieran a él como líder único.

Llegó el momento de la sucesión presidencial. Siempre dijo que el o la ganadora del estudio demoscópico sería la persona que abanderaría el movimiento que él había formado durante muchos años de su vida. Sin embargo, todas las señales indicaban que tenía un favorito, bueno, en realidad una favorita. Una candidata mujer a sucederlo.

El segundo competidor, un político que lo había acompañado por años e incluso había cedido a su favor en una competencia previa que tuvo una diferencia de popularidad milimétrica, se dio cuenta que las cosas no andaban bien y empezó a expresar su inconformidad. Dijo que no había “piso parejo”, que no podía suceder un “dedazo”. Usó expresiones de aquellos entonces que hoy mucha gente no comprende porque la vida pública está transformada y ya no existen las mañas del pasado. Advirtió que se necesitaban reglas claras, que sabía muy bien que su principal competidora tenía todo un aparato de gobierno que la apoyaba y usaba recursos públicos para promocionarse. Él era muy bueno para una red social de antes conocida como TikTok.

El encontronazo se dio, pero el resultado final no se los contaré hoy, sino más adelante.

El presidente del que les hablo recurría con frecuencia a su idea de transformación para cargar contra todos aquellos que lo contradijeran: ministros y ministras de la Suprema Corte, así él los hubiera impulsado; el instituto electoral que había organizado las elecciones federales que él ganó, que fueron convalidadas y lo llevaron a una toma de posesión tersa y con legitimidad; políticos que lo acompañaron por años, académicos aliados que se animaban a contradecir sus palabras y sus ideas. Si alguien lo refutaba una vez lo enviaba automáticamente al mismo lugar: el basurero de la historia.

Sí, ya sé que dirán que no se pueden imaginar un México así, pero por eso lo escribo, para recordar ese país que ya no existe.