20 mayo,2023 5:36 am

¿El PRI reciclado en Morena?

Héctor Manuel Popoca Boone

 

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, no puede negar que algunas de sus raíces y genes ideológicos de carácter político provienen del PRI y de algunos gobernantes que emanaron de él. Testimonio de eso son: su desempeño como delegado federal del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco, en la época del ex gobernador Leandro Rovirosa Wade (1977), o cuando fue presidente estatal del PRI en la época del ex gobernador Enrique González Pedrero (1983). De su paso y trabajo dentro del PRI, que en aquel entonces era el partido hegemónico en el poder, aprendió mucho de cómo practicar buena política, pero también de las malas artes que lo distinguían en su larga permanencia en el poder presidencial durante más de 70 años.

Muchos de los que votamos por López Obrador, en las pasadas elecciones presidenciales, esperábamos que pusiera en práctica, en forma extensa las virtudes políticas priistas, que las hubo. También suponíamos que iba alejarse de los muchos vicios antidemocráticos y de obtención de privilegios económicos para grupos de empresarios y políticos que el PRI aupó ininterrumpidamente, a costa del empobrecimiento de la mayoría del pueblo mexicano.

López Obrador conquistó el poder presidencial por medio de una altísima votación electoral ciudadana y a través del partido político que formó ex profeso, Morena, a partir de desprendimientos importantes de dirigentes y militantes del PRD. Pero en los cuatro años y medio que lleva en el mandato presidencial, hemos contemplado, con decepción que ha reciclado en su gobierno y en su partido muchas de las prácticas de mal gobierno (impunidad y corrupción, entre otras), distintivas del otrora invencible PRI.

En esta posible semi trasmutación, sobresalen: la visión hegemónica y seudo democrática del ejercicio del poder presidencial: en forma unipersonal, vertical y centralista, que exuda un pretendido caudillismo transexenal. No se diga de la vieja práctica de cuño conservadurista, de designar para el proceso electoral federal que se avecina al candidato para presidente del país por parte de Morena, para luego pretender mangonearlo, si es que triunfa. El famoso “dedo” tricolor ha vuelto a resurgir en nuestra vida político-electoral revestido de color guinda, en las ya afamadas “corcholatas” predestapadas.

También están los descarríos de mantener subordinados a los otros dos poderes de la República: el Legislativo y el Judicial. Así como detentar, de facto, el liderazgo de Morena, ostentando a la vez, en forma institucional, la investidura presidencial. Sin dejar de mencionar el grave proceso de una militarización acentuada, en el ejercicio de un gobierno que en su esencia y formalidad constitucional es de naturaleza civil.

Por otro lado y refiriéndome a nuestro sufrido estado, como Gobernador Moral de Guerrero me congratulo que se haya dado ya la información, en forma pública, de la renuncia con carácter irrevocable del ahora ex jefe de la Oficina de la Gobernadora, Jesús E. Urióstegui García (conspicuo integrante del “Gabinete de la Tómbola”), días antes de que asistiera en horario laboral a un acto público de campaña electoral de la candidata a la gubernatura del Estado de México por Morena, Delfina Gómez Álvarez, en el municipio de Villa Guerrero, Estado de México.

Al no haberse dado a conocer su renuncia con la debida antelación, su presencia pública y activa en el susodicho acto, difundida a nivel nacional por el periódico Reforma, empezaba a causarle seria mella política a la imagen de la gobernadora Evelyn Salgado. Cuestión que incluso ameritó una expresión reprobatoria genérica por parte del presidente de la República.

Tal acontecimiento me hizo recordar la acción ilegítima e ilícita que hace seis años hiciera el “gobernador del desastre financiero” (afamado también por practicar la triquiñuela electoral), Héctor Astudillo Flores, al comisionar en apoyo al PRI y a su candidato a la gubernatura del Estado de México, Alfredo del Mazo a un contingente de experimentados “mapaches electorales” priistas, encabezados por el Coordinador General de Planeación del Estado y otros dos altos funcionarios estatales, para que por varias semanas y avituallados con suficientes recursos humanos y materiales del gobierno de Guerrero, coadyuvaran a que ganara el PRI “a como diera lugar”, en el municipio mexiquense de Huixquilucan.

Objetivo electoral que al gobernador en turno, Astudillo, le habían asignado los jefes priistas nacionales de aquel entonces. Semanas después de conocer los resultados favorables al candidato del PRI, el gobernador mexiquense saliente, Eruviel Ávila, benefició al hijo mayor de Astudillo con la titularidad de la notaría pública 193, en el municipio de Atizapán, Estado de México, por sus méritos en la campaña electoral. Noticia que nunca fue desmentida. (Proceso, 29/05/2017).

 

  1. ¡Aguas! Ahora HAF funge como uno de los tata-mandones del PRI-Guerrero para las elecciones federales y estatales venideras.

 

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