9 mayo,2023 5:01 am

Estadistas

no usar ya

Florencio Salazar

A El Sur por sus fecundos 30 años.

 

El fin esencial del Estado es la protección de la sociedad. Garantizar a los ciudadanos sus actividades económicas, políticas y sociales en tanto actúen en el marco de la ley. El Estado democrático ha asumido compromisos para alentar el crecimiento de los más desprotegidos tratando de asegurar el piso parejo.

El desarrollo de la sociedad no es consecuencia de un periodo de gobierno, ni de dos o tres. Son políticas sostenidas a lo largo del tiempo con visión de Estado. Es decir, hay políticas públicas que, con los ajustes necesarios, perduran. Puede gobernar la derecha o la izquierda, los liberales o los conservadores, pero ninguno hace de lado la defensa de la soberanía del país, la certidumbre en la inversión, los fondos de pensiones, la educación y la salud públicas, la seguridad pública, la protección de los Derechos Humanos, la aplicación de la ley, la transparencia y rendición de cuentas.

Para que haya políticas de Estado se necesitan estadistas, diría Perogrullo. Políticos que se aplican en defender el interés público esquivando las tentaciones del usufructo de los recursos públicos. Asunto de la mayor importancia porque una sociedad entra en crisis cuando su clase dirigentes es mediocre y voraz. La clase dirigente debe estar formada por los mejores, con aquellos que proceden de la formación política, que crecen con las oportunidades y ofrecen resultados satisfactorios.

En los sistemas democráticos los periodos limitados de gobiernos evitan las oligarquías. Todo grupo de poder tiene tendencias oligárquicas y tales tendencias son combatidas con los contrapesos del aparato del Estado: la división de poderes, el deber constitucional de las fuerzas armadas, los derechos políticos de los ciudadanos, la pluralidad política, la tolerancia religiosa y de género, el libre ejercicio de la crítica, de los medios y de los comunicadores. Su fuerza nuclear es la responsabilidad del Jefe de Estado que asegura la vigencia del pacto social.

Por eso a los cargos públicos, igual que a los liderazgos gremiales y comunitarios, deben llegar los mejores. México ha tenido, en los momentos de mayor riesgo, a los gobernantes idóneos. Políticos formados a lo largo de una vida, cuya razón de ser fue el servicio público. No gobernaron con criterios patrimonialistas. La nuestra fue una clase política que sabía distinguir entre los público y lo privado. Cada quien en su respectivo ámbito sin coludirse ni incurrir en tráfico de influencias.

El estadista, por definición, es un político demócrata y respetuoso de la ley. Antes que servir a los intereses de su partido favorece los de la nación. Sabe el costo del ejercicio del poder. La popularidad –atractiva como es– no lo conduce a substituir su responsabilidad con propaganda. El liderazgo, el carisma, la capacidad de expresión y comunicación, atributos naturales del estadista, los usa con mesura, para que la confianza le otorgue credibilidad.

Algunos ejemplos: Nelson Mandela de Sudáfrica, José Mujica de Uruguay, Ricardo Lagos de Chile, Adolfo Suárez y Felipe González de España, Mario Soares de Portugal, Vaclav Havel de la República Checa, Violeta Chamorro de Nicaragua, Lech Walesa de Polonia, Vicente Fox de México, son estadistas que superaron, por la vía democrática, dictaduras y partidos con larga permanencia en el poder. Cada uno de ellos se dedicó a fortalecer la vida democrática de sus respectivos países.

En México la política se ha empobrecido. No hay suficientes políticos visibles para el tamaño de los desafíos que esperan al próximo gobierno. De acuerdo a El curso de la democracia en México, Informe país 2021, ocho de cada 10 mexicanos no confían en los partidos políticos y prácticamente en ese mismo nivel se encuentran diputados y senadores. El estudio fue realizado en base a la Encuesta Nacional de Cultura Cívica del INEGI, en colaboración con el INE y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. (La Jornada, 7-5-2023). Como los partidos tienen la exclusividad en la postulación de candidatos sus dirigentes deben pensar con quien triunfar sobre un régimen que se prepara para arrebatar en los siguientes comicios.

Si me permite Daniel Santos: todo, todo está desierto, el pueblo está muerto de necesidad, ¡ay! de necesidad…