15 septiembre,2019 4:22 am

Están en ruinas las viviendas para damnificados de 2013 en Azinyahualco y aún no se las entregan

A seis años de los daños provocados por Ingrid y Manuel las familias siguen viviendo en la localidad de Chilpancingo dictaminada como de alto riesgo. La constructora dejó de trabajar hace seis meses y desde entonces las casas quedaron abandonadas, informa el comisario Samuel Torres
Azinyahualco, Guerrero, 15 de septiembre 2019. A seis años de los daños provocados por las lluvias de Ingrid y Manuel, las 93 familias de Azinyahualco (que ya aumentaron a 105) que serían reubicadas a un nuevo fraccionamiento cerca de Zoyatepec, no han recibido sus viviendas que desde hace seis meses se encuentran abandonadas y deteriorándose por las inclemencias del tiempo y falta de mantenimiento. Asimismo han ocurrido saqueos y robos de sus accesorios.
El fraccionamiento carece, además, de todos los servicios: energía eléctrica, agua y drenaje, y las familias perdieron contacto con las autoridades y desconocen si se va a terminar de urbanizar lo que sería el Nuevo Azinyahualco.
Por lo pronto, las familias damnificadas siguen viviendo en la localidad que fue dictaminada por el Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred) y por Protección Civil como de alto riesgo por las grietas y deslaves que ocurrieron en septiembre de 2013, durante las lluvias que obligaron el desalojo de todos los pobladores.
El comisario municipal, Samuel Torres Salvador declaró que en las condiciones en que se encuentran las casas no pueden ir a ocuparlas porque les faltan todos los servicios, “y porque no están en condiciones para habitarlas, por eso la gente no se quiere mover de aquí para allá”.
Viviendas anegadas, invadidas por la maleza, ahuecadas… de aspecto ruinoso
Las 93 viviendas construidas de falso plafón y lámina galvanizada se encuentran cerca de Zoyatepec, a media hora de El Ocotito y a una de Azinyahualco. El aire arrancó la lámina de algunas de ellas, otras se encuentran anegadas por el agua que se filtra  o por escurrimientos que las tienen inundadas.
La hierba ha crecido entre una construcción y otra. Su aspecto es ruinoso. Algunas permanecen sin seguro en las cerraduras y fácilmente se entra. Otras que fueron construidas en terrenos inestables o de relleno, han comenzado a ahuecarse en los cimientos y tienen cuarteaduras.
El comisario declaró que desde el principio reportaron las fallas a lo que antes era la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (Sedatu) pero que personal de la dependencia les dijo que desde el momento que entregan la obra ellos se descargan de responsabilidad, y “ya no nos quieren hacer caso”.
El problema es que ninguna autoridad les entregó las casas, fueron los representantes de la constructora quienes de manera informal les dijeron que ya podían ocuparlas. Entonces los mismos vecinos realizaron una rifa y se distribuyeron al azar las 93 viviendas.
Torres Salvador dijo que la constructora dejó de trabajar hace aproximadamente seis meses y desde entonces las casas quedaron abandonadas, y ninguna autoridad les ha informado si ya pueden ocuparlas o si aún van a terminar lo que queda pendiente, como los servicios públicos.
El comisario informó que a partir de que asumió el cargo, en enero pasado, no se han realizado gestiones para que se introduzcan los servicios. Aunque sabe que antes de él había un comité que se encargaba de las gestiones, pero que también quedó inconcluso, “entiendo que ya no le han dado seguimiento, no sé por qué todo quedó ahí, nada más”.
Explicó que las 93 casas eran el total de familia que habí en 2013 cuando ocurrió la tragedia, sin embargo seis años después de los daños las familias han aumentado a 105 por lo que 12 se quedarían sin su vivienda.
Samuel Torres informó que para evitar los robos y saqueos a las casas y a las escuelas organizaron un rol de guardias de dos familias diarias que van a cuidar en las noches las viviendas, “no se deja ni un día que no esté una familia cuidando, todos los días hay gente”.
Antes se iban perdiendo los rotoplas, las tazas de los baños, lámina, y hasta el aire acondicionado de las escuelas.
Sin embargo, el abandono, el viento, la lluvia y la falta de mantenimiento siguen con el deterioro.
Seis años después de los daños de Ingrid y Manuel y de que el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, prometió vivienda digna para los damnificados, el comisario de Azinyahualco sintetizó: “aquí, de la reconstrucción y la promesa de vivienda digna para los damnificados de Ingrid y Manuel hace falta mucho, no se ha cumplido nada de lo prometido, quién sabe hasta cuándo nos van a cumplir”.
En 2013 habían perdido la esperanza de vivir
En Azinyahuando no hubo daños en las casas. Cenapred y Protección Civil dictaminaron la reubicación de todo el pueblo por las grietas y los derrumbes que ocurrieron durante los cuatro días que azotaron las lluvias, los días 13, 14, 15 y 16 de septiembre de 2013.
Entonces, el agua comenzó a brotar de diferentes puntos de los dos cerros, en medio de los cuales se encuentra asentado el pequeño caserío.
El río amenazaba con fuertes bramidos a los pobladores y el ruido por el choque de las piedras que arrastraba el agua río abajo atemorizó a los habitantes.
“Para el domingo (14 de septiembre) nosotros habíamos perdido la esperanza de vivir”, recuerda seis años después Filiberto Torres de Jesús, uno de los de más edad del pueblo.
En este pueblo enclavado al fondo de dos altos cerros y por el que atraviesa el río Alquitrán, y en el que confluyen otros dos arroyos justo frente al pueblo, el torrencial comenzó desde la tarde del viernes 13 de septiembre, y para el sábado 14 los entonces 380 habitantes ya no encontraron manera de salir del pueblo.
“Los ríos habían crecido y los caminos estaban todos tapados, nunca antes habíamos visto que se derrumbaran tan fácil los cerros”, cuenta Filiberto.
Del patio de su casa se observa el cerro frente al pueblo. Desde allí también vio el sábado 14 de septiembre del 2013 cuando se desgajó, “fue un derrumbe grande y fue cuando empezamos a preocuparnos. El domingo (15) la situación amaneció mucho más difícil y la preocupación fue mayor”.
Para entonces, tres días después de que había comenzado la tormenta los habitantes ya no comían de la preocupación. El domingo a las 9:20 de la noche escucharon otro derrumbe en la parte alta del pueblo.
“Se escuchó un gran estruendo, a pesar del reidero de piedras en el río el estruendo fue todavía mayor, lo oímos todos, se vino una gran parte del cerro, fue entonces cuando perdimos toda esperanza de vivir. Todos clamábamos a Dios de una forma muy desesperados, pedimos por los niños, para entonces ya no teníamos luz, estábamos a oscuras”, recuerda Filiberto.
Entre la oscuridad y desde sus casas donde estaban refugiados, los pobladores alcanzaban a ver una especie de nube sobre el río. Era el humo provocado por el choque y la fricción de las piedras arrastradas por el agua. Entonces empezó a temblar, “se sentía el movimiento fuerte de la tierra, como si se fuera a bajar todo el cerro”, lo que provocaba un ambiente todavía más tétrico en el pueblo.
La tierra temblaba por el golpe de las piedras que bajaban por el cauce ya a menos de 100 metros de las primeras casas.
El lunes 16 los pobladores de Azinyahualco pasaron del pánico a la desesperación, y entre las limitaciones de comunicación comenzaron a clamar apoyo al Gobierno a través de la gente del pueblo que radica en Chilpancingo.
Los vecinos comenzaron a escuchar ese día, en medio de la tormenta ya disminuida, los helicópteros arriba del pueblo, en la punta de los cerros, pero la pequeña comunidad estaba cubierta de neblina, no podían bajar.
Filiberto cuenta que un grupo de vecinos del lugar que recientemente habían obtenido un curso de Protección Civil, comenzaron a buscar salidas, también había voluntarios de Ocotito y de Chilpancingo que querían ir a rescatarlos, pero los mismos pobladores los desanimaban advirtiéndoles que no había paso y que no se arriesgaran.
Fue hasta el siguiente viernes 20 de septiembre cuando les llegó la primera ayuda, fueron vecinos de El Tejocote quienes apoyados con reatas, motosierras y herramientas se abrieron paso y bajaron por el cerro con comida. Enseguida también llegaron grupos de voluntarios de La Esperanza, El Fresno, Zoyatepec, comunidades también vecinas.
El mismo viernes llegaron helicópteros para llevarse a niños y mujeres, pero fueron insuficientes y la mayoría salieron caminando por el cerro por brechas improvisadas, atravesando trozos para cruzar barrancas.
Salieron de Azinyahualco a las 11 de la mañana y cuando llegaron los primeros a Ocotito ya eran las 6 de la tarde, otros llegaron hasta a las 11 de la noche. Fueron de siete a 12 horas de camino, cuando en vehículo se hacen una hora.
“Muchos llegamos con los pies descalzos y sangrando, agotados y hambrientos”, dice don Filiberto Torres. Recuerda que primero pasaron por Zoyatepec donde mucha gente los esperaba con vehículos para trasladarlos a Ocotito, mucha gente los esperaba con comida, ropa y calzado. Allí permanecieron tres meses refugiados. El 7 de diciembre regresaron a su comunidad.
Filiberto Torres dijo que este 15 de septiembre un grupo de familias que recibieron la solidaridad en esos días de tragedia, van a organizar una verbena para agradecer con antojitos diversos a la gente que los apoyó. Invitaron a sus vecinos de El Tejocote, La Esperanza, El Fresno, Zoyatepec y gente de Chilpancingo que les brindó ayuda.
 
Texto: Zacarías Cervantes / Foto: Lenin Ocampo Torres