26 agosto,2023 9:20 am

Fallece el escritor Ignacio Solares, que cumplió el sueño del “bel morir” este jueves

“La gran esperanza del futuro es dárselo todo al presente, por eso hay que vivir plenamente cada momento”, dijo el destacado autor, quien murió de diversas complicaciones en su salud

Ciudad de México, 26 de agosto de 2023. Ignacio Solares dedicó toda su vida a la literatura, y ésta, en la hora final, lo arropó con ternura.

Acompañado de su familia, y consciente del reconocimiento sincero que recibió de sus colegas y amigos, el narrador, dramaturgo, editor y difusor de la cultura fue despedido el jueves, en su cama, con palabras de su novela No hay tal lugar.

La novela “tiene que ver con lo que para mí es la gran utopía: un ‘bel morir’. Y eso implica haber vivido bien. Muere bien quien vive bien. La gran esperanza del futuro es dárselo todo al presente, por eso hay que vivir plenamente cada momento”, dijo alguna vez sobre el libro a este diario.

Si la vida para Solares (1945-2023) fue la literatura, entonces él la vivió tan bien como alguien podría, con una trayectoria que comenzó cuando tenía 19 años y que culminó en cinco volúmenes de cuentos, 18 novelas y una decena de obras de teatro.

En el pasaje hacia el final de No hay tal lugar, una mujer llamada Susila acompaña con su voz a una anciana que muere en la Sierra Tarahumara, a cuyas noches estrelladas el autor, nacido en Ciudad Juárez, Chihuahua, dedicó muchas líneas y suspiros.

“Flotas en ese gran río liso y silencioso que fluye con tanta serenidad que podría pensarse que el agua está dormida. Un río dormido. Pero fluye irresistiblemente. La vida fluye silenciosa e irresistiblemente hacia una paz viviente, tanto más profunda, tanto más rica y fuerte cuanto que conoce sus dolores y desdichas, los conoce y los acoge y los convierte en una sola sustancia. Y hacia esa paz estás flotando ahora”, escuchó sus propias palabras.

Una despedida que uno de sus amigos más entrañables, el escritor y periodista José Pepe Gordon, relata con emoción.

“Estaba con mucha paz, con mucha serenidad, sabiendo que toda su vida la había entregado a la literatura y que la literatura le regresaba los frutos de esa pasión”, cuenta a Reforma.

La pasión de Solares fue total, pero no limitante, porque entre todo el tiempo que le dedicó a la creación literaria se convirtió también en uno de los más importantes editores de suplementos culturales de su tiempo y un gestor fundamental para la UNAM.

Su último libro, publicado junto a Gordon, lleva por título una descripción cabal de su oficio: Novelista de lo invisible.

“Algunos novelistas, justamente, lo que tratan de hacer es penetrar eso que no se dice, que está detrás de las palabras, de las apariencias y, en ese marco, Ignacio Solares es un novelista de lo invisible, de aquellos pensamientos, de aquellos fantasmas, que no se ven”, describe su amigo.

Fantasmas que, como su autor sabía bien, son los que realmente marcan el destino de los personas.

Esta idea queda particularmente clara en su peculiar abordaje de la novela histórica, que va de la Conquista a la Revolución, y comprende libros como La invasión, El Jefe Máximo, La noche de Ángeles y Madero, el otro.

La ventaja de la novela histórica “es que humaniza a personajes que creíamos inaccesibles, que parecían de piedra, de yeso”, decía Solares.

Esto mismo señala Gordon en la que quizá es la novela más conocida de esta faceta, Madero, el otro, donde el espiritismo del líder revolucionario adquiere protagonismo, así como su inaccesible mundo interno.

“¿Qué pasa con la vida interior? ¿Cómo se transforma? Ésa fue una de las grandes búsquedas que sondeó y se atrevió a explorar en sus novelas, en sus obras de teatro”, expone.

Gordon señala también a su amigo Nacho como un escritor con lentes bifocales: “No podía dejar de ver el infierno, pero tampoco el registro de lo sagrado”.

Marcado por una infancia angustiosa a causa del alcoholismo de su padre, pero también por el “hierro caliente” de una educación jesuita, el mismo reconocía esta dicotomía en sus obras.

“Creo en las fugas ascendentes, como la literatura, la religión, el ocultismo, el misticismo y el arte en general, porque las fugas descendentes, como el alcohol, las drogas, la violencia o la política, son peligrosas”, dijo a Reforma en una entrevista por sus 70 años de vida.

Uno de los ejemplos más acabados de su interés por estas fugas es el libro de crónicas Delirium Tremens (1979), que muestra los infiernos del alcoholismo a través de entrevistas con 10 personas.

Las fugas ascendentes, para Solares, eran igualmente poderosas, como las que emprendía cada vez que miraba a su adorada noche estrellada de la Sierra Tarahumara.

“Dicen que hay lugares a los que tal vez uno va a regresar una y otra vez, o quisiera regresar una y otra vez porque en ese lugar estaba, de alguna suerte, la clave de una vida”, vuelve Gordon a No hay tal lugar.

Arropado por su literatura, hacia las estrellas de la sierra, Solares arribó a los 78 años a esa gran utopía que quiso para sí mismo.

Gestor fundamental

Además de considerarlo un autor “importantísimo”, la escritora Rosa Beltrán, titular de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, juzga que Solares fue un gestor de gran relevancia para la Universidad.

Entre su legado en distintos cargos destaca haber separado Teatro y Danza en dos direcciones distintas, la fundación del ya tradicional Carro de Comedias y del Festival Internacional de Teatro Universitario (FITU), el impulsar Voz Viva de México, el integrar la Dirección de Publicaciones a Cultura UNAM y abrir el Teatro Santa Catarina.

Su trayectoria como jefe de redacción en la Revista de Revistas con Vicente Leñero, Plural con Octavio Paz y la dirección del suplemento Diorama de la Cultura, del diario Excélsior, en la época de Julio Scherer, lo prepararon para ser uno de los directores históricos de la Revista de la Universidad de México, de 2004 a 2017.

“Durante esa época, la revista tuvo un sello muy particular, y es el de haber incluido a muchos de los autores de distintas generaciones, pero también a los académicos, y publicar trabajo académico dentro de esa revista, un acto que no suele ocurrir en los suplementos literarios”, destaca Beltrán.

La escritora, quien en esa época fue parte del consejo editorial de la publicación, promete ahora que las ediciones que se avecinan del FITU y de la Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios rendirán honor a Solares, como uno de sus impulsores definitorios.

Texto: Francisco Morales / Agencia Reforma