4 febrero,2018 6:57 am

Era el futuro o la vida, y perdieron la vida por defender el mañana

Eugenio Fernández Vázquez
RAZONES VERDES

La organización Global Witness, en colaboración con el diario británico The Guardian, acaba de publicar su informe sobre los asesinatos de defensores del medio ambiente para 2017, y las cifras que presenta son realmente alarmantes. En todo el mundo, 197 personas dieron la vida por la defensa de los recursos naturales –es decir, por defender la base misma de la que depende el futuro de todos. En México, 15 personas murieron defendiendo bosques, selvas, litorales, cinco veces más que en 2016, aunque es menos de la mitad que en 2015, cuando el país alcanzó el récord de 33 hombres y mujeres asesinados por proteger la biodiversidad.

Según Global Witness, a nivel global los motivos más frecuentes para los asesinatos son oponer resistencia al impulso de la agroindustria y los monocultivos, oponerse a la minería, a la cacería ilegal y a la tala ilegal de los bosques. En el caso de México, aunque la organización no ofrece un perfil específico del país, una revisión de los casos apunta a una mezcla de factores que incluyen, como en todo el mundo, a las mineras y los talamontes clandestinos como responsables, pero no se puede pasar por alto el ambiente de violencia y represión generalizado que impera en el país.

La organización también apunta a la impunidad como una regla general para los asesinatos de defensores del medio ambiente en todo el planeta. “La justicia escasea”, advierten Global Witness y The Guardian. “Los asesinos son contratados en muchas ocasiones por empresarios o políticos y por lo general quedan impunes. Los defensores, que tienden a venir de comunidades pobres o indígenas, son criminalizados y son blanco de la policía y de los guardias de seguridad corporativos. Cuando son asesinados, sus familias tienen un acceso limitado a la justicia o a la exposición mediática”.

El homicidio de los defensores ambientales, al menos en México, responde a un entramado muy complejo de causas, las cuales tienen todas en común la lógica depredatoria, la violencia y la impunidad, además de la complicidad de lo que queda del Estado. El caso, por ejemplo, de los defensores a quienes mataron en los bosques de Chihuahua, de Durango, de Michoacán, es ejemplar en este sentido.

Los homicidios de Guadalupe Campanur, en Cherán, este año, o de Isidro Baldenegro, en Chihuahua, ¿hay que atribuirlos a que se resistieron a que el narco se adueñara de sus comunidades, a que impidieron la entrada de talamontes en los bosques, o a que fueron testigos de múltiples atrocidades? En realidad, sus homicidios fueron consecuencia de las tres, y a sus asesinos habría que buscarlos en ese tejido criminal que se ata y desata y que une organizaciones muy locales con cárteles y organizaciones nacionales con entidades transnacionales, y en cuyas acciones participan –a veces sí y a veces no– funcionarios públicos y otros actores que no participan en el crimen organizado de tiempo completo, por decirlo de alguna forma.

Lo que tienen en común Baldenegro, Campanur y muchos otros de los defensores del medio ambiente asesinados es que quedaron en la primera línea del frente en la resistencia contra élites locales, nacionales y globales –cada vez más articuladas– que se han ido haciendo más salvajes, más fuertes y más depredadoras. Se trata de un fenómeno que la socióloga holandesa y argentina Saskia Sassen describió explicando que estamos presenciando la construcción ya no de élites predatorias, “sino de ‘formaciones’ predatorias: una combinación de élites y capacidades sistémicas con las finanzas como posibilitador clave, que presiona hacia una concentración aguda” de la riqueza.

En este sentido, los 15 defensores del medio ambiente muertos en México, como los otros 182 a los que arrebataron la vida en todo el mundo en 2017, deben ser vistos no como defensores de bienes locales, sino como la primera línea de defensa de todos nosotros en contra de las élites globales, que están embarcadas en un terrible esfuerzo por expulsarnos a todos del planeta para quedarse con todo. Al final, era el futuro de todos o su vida propia, y ofrecieron su vida para defender el mañana.