28 junio,2022 5:53 am

Ganar la Presidencia, ¿para qué?

Arturo Martínez Núñez

 

Echados al ruedo por el llamado del líder, los aspirantes de Morena se han lanzado a la competencia por la preferencia del electorado.

Los tres principales son Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México; Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Relaciones Exteriores; y Adán Augusto López, gobernador con licencia de Tabasco y actualmente secretario de Gobernación. Probablemente no sean los únicos pero sí son los más adelantados.

Los tres aspirantes –que no tapados, en todo caso lo contrario: destapados–, tienen atributos de sobra para encabezar la candidatura de Morena a la presidencia de la república. Los tres tienen credenciales y experiencia probada para encabezar la Presidencia de la República. Los tres han sido leales al presidente de la República y han sido pilares fundamentales en la construcción de nuestro movimiento.

La pregunta que debemos hacernos no es sólo es quién encabezará el proyecto de continuidad y profundización de la 4T, sino sobre todo, ¿para qué?

Para qué queremos mantener la Presidencia de la República y hacia dónde debe de dirigirse el rumbo de nuestro proyecto. No existe viento a favor para marinero sin rumbo. No se trata de mantener el poder sólo por mantenerlo, sino de profundizar y radicalizar (ir a la raíz) el proyecto de transformación nacional. La que siga o el que siga, deberá de ir aún más delante de lo que ha ido nuestro presidente; deberá de acelerar el paso y en ningún caso retroceder, ni negociar, ni pactar con la derecha. No queremos un candidato descafeinado, cercano a los intereses que combatimos y a la clase política que ha dominado y explotado durante décadas a nuestro el pueblo. No queremos políticos tradicionales, chapulines, acomodaticios, pragmáticos y traicioneros. Es el momento de anclarnos en la izquierda, de desarrollar un programa de gobierno que instaure un nuevo régimen y que evite la regresión, la infiltración y las medias tintas.

Muchos priístas, perredistas, e incluso panistas; medios de comunicación, casas encuestadoras y financiadores de campañas, están muy emocionados ante la idea de que uno de los suyos encabece la candidatura de Morena. Pero se van a quedar con las ganas. Nuestro líder es un político sumamente sagaz y está utilizando el proceso interno como un laboratorio y como una bola de cristal de lo que pasará en el futuro. Los de fuera, casi todos, preferirían perder ante uno de los aspirantes, sabiendo que su llegada al poder no sería una anunciación sino un retorno.

Pero los verdaderos militantes de izquierda, los que llevamos toda la vida luchando por la verdadera transformación, tenemos bien claro que solamente hay una opción.

La articulación debe de ser en torno a una persona pero sobre todo, en torno a un proyecto que sea de izquierda, nacionalista, progresista, incluyente y de avanzada. No es tiempo de aguas tibias, de falta de ideología, de indefiniciones, de pragmatismo o de hacer que todo cambie para que todo permanezca igual. Lo que se ha logrado bajo el mandato de Andrés Manuel es mucho, pero el próximo sexenio debe de ser el de la consolidación de un proyecto transformador y revolucionario que no pueda ser revertido fácilmente.

Por eso es importante definir con claridad cuál es la postura de nuestro movimiento en temas fundamentales como los derechos humanos, la política fiscal, la comercial, la de seguridad nacional, la educativa y la energética. México necesita una presidenta con fuertes convicciones ideológicas, con visión estratégica, científica y popular, que conduzca el país hacia una sociedad más justa, más libre y más democrática.

Aquellos que piensan ingenuamente que van a regresar al poder a través de un infiltrado se quedarán con las ganas. El proceso de transformación nacional no puede ni debe detenerse, por el contrario, tenemos que avanzar a marchas forzadas para erradicar por completo las viejas formas y usos de la política corrupta, adocenada, anquilosada, rancia y miope.

Los que quieran solamente cambios cosméticos o que la transformación nacional vaya lento, cuidando las formas y buscando una aparente reconciliación nacional, olvidan que la gente votó en el 2018 por un cambio verdadero no únicamente por un cambio de personas o de colores.

En 2024 Morena y el país estarán ante la disyuntiva de seguir avanzando y profundizando la transformación nacional o dar marcha atrás y dejar todo lo avanzado en manos de aquellos que han demostrado ser fundamentalmente más de lo mismo.