27 mayo,2022 5:22 am

Gastón García Marinozzi: tocar el tiempo

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Adán Ramírez Serret

 

Hay muchas razones por las cuales la literatura cambia la vida, la redimensiona, la atrapa y la revive. Casi todas tienen que ver con el tiempo, pues en los libros se pueden revivir las historias y los sentimientos las veces que queramos y, quizá aún lo mejor, no es que solamente regresen las emociones, sino que lo hacen renovadas y siempre diferentes.
Mientras leo Los lugares verdaderos, la más reciente novela de Gastón García Marinozzi (Córdoba, Argentina, 1974), me viene a la mente un poema de Octavio Paz, Viento entero: “El presente es perpetuo / Los montes son de hueso y son de nieve / Están aquí desde el principio / El viento acaba de nacer”. Al leer estos versos no sólo se siente una plasticidad del lenguaje, también se puede tocar el tiempo, renovarlo, transformarlo.
Leer es ante todo un ejercicio de tiempo. El presente transcurre cuando nuestros ojos pasan por la perpetuidad de las palabras y el viento siempre acaba de nacer al ser respirado. Esto sucede al leer Los lugares verdaderos, que está dividida en cuatro tiempos, “mañana”, “tarde”, “noche” y “madrugada”. Marinozzi, a la manera de James Joyce, quien en el Ulises inmortaliza el 16 de junio de 1904 desde el amanecer con Stephen Dedalus y la mañana con Leopold Bloom y luego el transcurso de un solo día en Dublín como si fuera el viaje que hace a casa Odiseo. Así, Marinozzi escoge un 24 de diciembre para inmortalizar un día, para tocar el tiempo.
Joyce escoge un día común: esos minutos cotidianos que son lo más bello de nuestras vidas. Gastón García, por su parte, escoge un día específico de una pareja. No el día de su boda, los momentos más felices, los más infelices o los más cotidianos en donde se consolida una pareja; no. Marinozzi escoge el día en el cual esa pareja se separa luego de quince años.
La novela comienza de manera brillante: “Al cabo de un tiempo, un matrimonio es una sucesión de listas. De buenos momentos, de las cosas malas, de los viajes y de las fotografías, de canciones, de comidas, de dietas, de números de teléfonos, de los tuyos y los míos…”.
Los lugares verdaderos está instalada en la nostalgia –del griego νόστος (nostos = regreso) y ἄλγος (algos = dolor)–. Terminar una relación larga es lo mismo que un gran viaje en donde se regresa con dolor a un tiempo lleno de aventuras y tristezas, con alegrías, penas y arrepentimientos.
Pedro, el protagonista, se le-vanta al amanecer. Es el último día de su relación con Ana. La última vez que la verá dormir, pues acordaron que esa noche del 24 le di-rían a amigos y familia que terminarían esa larga relación. Se han dividido todo a la mitad. Lo único sobre lo que no han acordado es sobre el perro. Pedro reflexiona que lo más fácil es hablar de las cosas materiales, porque de la ruptura, de los desacuerdos y del amor que aún permanece es imposible: aquello no es el elefante, sino la ballena en la sala.
Nada hace tan tangibles nuestros actos como la certeza de que sucederán por última vez. Bañarse, sacar a pasear al perro, observar, desear a tu pareja. Escucharla hacer café, sus hábitos y gestos que resultan tan familiares pronto se perderán en los vericuetos del recuerdo.
Así sucede la mañana, en la novela, y luego llega la tarde. Viajarán a la casa de campo, y poco antes de que acabe el día, y sea el cumpleaños cuarenta de Pedro, se despedirán para siempre.
Los instantes duelen y Pedro habita el tiempo en un regreso, una ida y vuelta de recuerdos, bastante doloroso. Dice la novela: “Caminar la bahía y este pueblo por última vez. Los lugares verdaderos no tienen aire –piensa Pedro–. Se hace difícil respirar cuando un lugar está lleno de tanta verdad…”. Y poco adelante escribe: “Por los lugares verdaderos, los del amor, se camina a paso firme. Al amor se entra sin preguntas, y se sale sin respuestas”.
Así, en las páginas de esta novela, se tocan los momentos más dolorosos y los más felices de una relación, de una vida. Es un día en donde el tiempo se alarga a tal grado que se transforma en toda una vida. “Se dirán adiós, no volverán a decirse que se van a extrañar, para qué, solo dirán adiós, y eso está bien, como se dice la verdad en la cara, como se caminan los lugares verdaderos, esos que no están en los mapas, los que existen mientras los creas”.
Gastón García Marinozzi logra atrapar el tiempo, sentir la perpetuidad del presente.

Gastón García Marinozzi, Los lugares verdaderos, Ciudad de México, Alfaguara, 2021. 194 páginas.