19 octubre,2023 4:59 am

Germán Titov en Acapulco. Segundo cosmonauta soviético con 17 vueltas a la Tierra

 

Anituy Rebolledo Ayerdi

 

¿Fotos de Acapulco?

Germán Stepánovich Titov visitó Acapulco como parte de su gira internacional para exaltar la supremacía rusa en materia espacial. Su hazaña había tenido lugar el 6 de agosto de 1961 a bordo de la nave Vostok 2 (Este), con una duración de 25 horas con 18 minutos. Dio 17 vueltas a la tierra y tomó las primeras fotografías del planeta.
–¿De Acapulco, tomó fotos de Acapulco? –fue la primera pregunta durante una conferencia de prensa-desayuno, a la que asistió este reportero con el gafete del diario Trópico, el más leído de Acapulco.
–¡Que más hubiera querido yo que fotografiar muchos países y particularmente a Acapulco al que, conociéndolo hoy, estoy de acuerdo con quienes lo comparan con el paraíso terrenal. Tomé varios carretes de 300 milímetros con una cámara Kopvas Avtomat, de los cuales se han difundido mundialmente tres gráficas. Una mostrando la Tierra de color azul cubierta con nubes blancas y fondo negro; otra de un amanecer poco espectacular y una tercera de la ventanilla de la nave desde la que apunté el objetivo.
–¿Fotógrafo profesional?
–¡No, no, qué va! Para cumplir esa misión fui sometido a un riguroso entrenamiento sobre el manejo de cámaras por más de 60 horas. Hoy, sí, ya me siento un profesional de la fotografía.

¿Dios en las alturas?

–¿Vio a Dios allá arriba?, pregunta una dama que no identifica el medio para el que escribe. Seguramente alguna hoja parroquial, comenta alguien.
–Perdón, señorita, pero considero esa una pregunta desafortunada sobre un tema del que no deseo hablar. Lo siento, de veras.

Aclara Titov

(“Aquí no veo a ningún Dios”, fue la frase adjudicada a su compañero Yuri Gagarin luego de regresar del primero vuelo espacial. Se conocerá más tarde que su difusor, en calidad de confesión del astronauta, había sido un alcoholizado Nikita Kruschev, líder de todas las Rusias. Las palabras grabadas del astronauta fueron, por el contrario, dirigidas a a la humanidad pidiendo salvaguardar la Tierra y no destruir tanta belleza).
La misma reportera, desconocida por el resto de los asistentes, se queja con grandes voces que su platillo está muy salado, exigiendo al mesero su cambio inmediato. Ello dará pie al cosmonauta para lanzar una suposición: que la cocina del hotel estaría a cargo de una dama. Lo digo, advierte, porque en mi país existe una conseja popular asegurando que una mujer enamorada cocina con demasiada sal. ¿Aquí, no?
–No, aquí las únicas saladas son ellas! –responde la voz meliflua de un comentarista radiofónico, acribillado con miradas de grueso calibre.

La ensaladas rusa

Aprovechando que se ha rota la tensión inicial del encuentro, impuesta por la presencia de los acompañantes de Titov –dos tipos patibularios con cara de perros bulldog, dignos de pertenecer a la Policía Judicial de Guerrero–, alguien de la mesa se refiere a un platillo local con el nombre de aquél país. No otro que la ensalada rusa (papa, chicharos, zanahoria y mayonesa, con pollo o camarones), adoptada como platillo navideño.
–¡No la conozco, pero puedo asegurar que no es rusa, –responde enfático el hombre que ha volado más alto que todos los ahí presentes–. –Hay en mi país, efectivamente, una ensalada tradicional que viene de épocas muy lejanas. Se llama ensalada Olivié en honor de su creador, un cocinero francés al servicio de los zares, y en cuya elaboración se utilizan caviar y cangrejo de río.
–¡No, pos no, esa no es la nuestra!, –comentario unánime.
–Hemos leído que usted y no Gagarin, su antecesor, padeció en el espacio un trastorno bautizado como mal del espacio. ¿En qué consiste?
–Efectivamente, el tovarich Gagarin no lo padeció y no se trata de un mal mayor sino de simples mareos y desorientación. No obstante, el bautizado como mal del espacio afectó en tal forma mi conducta que los científicos decidieron suspender el programa espacial durante año. Luego encontraron el remedio.

Creo en el hombre

–A propósito, señor Titov, se ha comentado que usted hizo el entripado de su vida, incluso con un rechazo violento, cuando conoció la decisión de que Gagarin volaría antes que usted, dejándolo incluso en calidad de reservista. Se intuyó acá que todo tuvo que ver con el origen campesino de aquél, situación que ofrecía elevados réditos para el régimen comunista en materia de propaganda exterior. “¡Un campesino ruso el primer hombre en conquistar el espacio!”, se vitoreó exaltando a un sistema con oportunidades iguales para todos.
–¡Si eso se dijo aquí es totalmente falso! Para empezar yo no pude haber externado ningún descuerdo dada mi formación militar, soy un solado, además de que Yuri era mi amigo muy querido. Por lo demás, yo ya estaba advertido de mi posición. Mi maestro, Serguéi Koroliov, el padre de la cosmonáutica soviética, me había confiado: “German, te necesitamos para misiones más difíciles”. Ahora que yo no pertenezco a ninguna élite social: mis padres son profesores de una humilde escuela en un distrito de Siberia.

¿Su credo?

–Creo en el hombre, en su fuerza, sus posibilidades y su razón.
Germán S. Titov nació en la ciudad siberiana de Polkóvnikovo. Estudió en la escuela de Aviación Militar de Stalingrado y se graduó en la Escuela de Pilotos Militares de Novosibirsk, integrándose más tarde a las Fuerzas Aéreas de la Unión Soviética con el grado de coronel. Suya será la iniciativa para establecer el Día de la Cosmonáutica de la Unión Soviética y más tarde la petición a la ONU para celebrar el Día Mundial de la Cosmonáutica. En ambas celebraciones se honrará principalmente a Yuri Gagarin, cosmonauta precursor en la nave Soyuz 1 (Unión).

Una “miadita”

Muy celebrada en la Unión Soviética la fotografía de Titov orinando en la llanta trasera del autobús, llegando a la plataforma de despegue. Tal y como Gagarin lo hiciera en su momento “porque ya le andaba”.
Momento a partir del cual, el aligeramiento de la vejigas antes del vuelo, quedará incorporado a la lista de supersticiones de los astronautas rusos. Incluso de las damas, quienes lo hará en un frasquito a propósito.
Ya al día siguiente de la misión de Titov –7 de agosto de 1961–, sus simpatizantes harán las consabidas comparaciones con Gagarin, considerándolo usurpador de la gloria del primer vuelo. Con sus 25 años, German representaba al grueso de la juventud soviética ilustrada y por ello dominaba buena parte de la opinión pública. Así, mientras Gagarin había dado una sola vuelta a la Tierra en 108 minutos (12 de abril de 1961), la odisea de Titov cubría 17 de ellas en 25 horas con 18 minutos. Otra acción destacada por sus fans tenía que ver con el control de la nave por parte del joven cosmonauta, en tanto que su rival había volado con el piloto automático. Y una más: el libro de los Records Guinness ubica a Titov como el navegante del espacio más joven de la historia.

El vodka

Prolongado el desayuno por razón de las traducciones hasta cercano al mediodía, un comensal propone un brindis en honor de Titov con vodka Stolichnaya. Este lo rechaza argumentando que no bebe y que en todo caso no sería una hora conveniente para hacerlo. La negativa tajante del cosmonauta provocó el malestar de algunos reporteros, cuyos rostros denunciaban crudas dignas de ingeniero, mesero y periodista, juntas.
El tema dará otro pie al coronel Titov para disertar sobre el vodka (agüita) cuya paternidad le disputa Polonia a Rusia, que es como si Estados Unidos le disputara a México el origen del tequila, ni más ni menos, comenta el astronauta, para referirse con entusiasmo de su bebida nacional.Y hasta dicta algunas recomendaciones para su correcta ingestión:
1) No debe mezclarse con otras bebidas. 2) Debe enfriarse en la botella y no servirse con cubos de hielo. 3) La ingestión de este licor de 40 grados de alcohol (lo hay hasta de 50), debe acompañarse con zakuski (botanas) o bien con la comida. Y entonces sí: ¡na zdoróvie! (¡salud!), invitó alzando su taza de café.
Recomendaciones tardías para muchos presentes, entre ellos el de la pluma, fiel durante años al vodka Stolichnaya al que traiciona por el Wyborowa, siempre con agua quinada y hielo. Hoy, si se me permite la indiscreción, sometido por prescripción médica a una dieta rigurosa de Etiqueta Negra. ¡Chin!

Cargos y galardones

Su precursora hazaña espacial le valdrá a German Titov, entre muchas distinciones soviéticas y extranjeras, las de Héroe de Primera Clase, dos Ordenes de Lenin, Héroe del Trabajo Socialista en Bulgaria, Héroe del Trabajo en Vietnam y Héroe de Mongolia. Titov se le llamará a la cara oculta de la Luna.
El cosmonauta se gradúa en 1970 en ciencias militares. Jefe del Comando Espacial (1972), comandante general en 1975, año a partir del cual fue asistente del director de la revista Aviación y Cosmonáutica y director en jefe de la Fuerza Espacial del Ministerio de la Defensa (1979-1991) Se retira del servicio militar (decisión en la que tendrá que ver su afición etílica) para ser nombrado diputado a la Duma (Congreso) de la Federación Rusia. Fallece el 20 de septiembre de 2000, víctima de un infarto a los 65 años.

La familia

German Titov procreó dos hijas con su esposa Tamara W. Tsherkas: Tatiana y Galyna. La viuda confió en su momento que “Titov nunca se consideró un héroe. Estaba convencido de que su vuelo era un logro del pueblo soviético, orgulloso, sí, de haber sido pionero en la conquista del espacio”.

La foto

La sesión de fotos del cosmonauta con cada uno de los reporteros presentes, sugerida por uno de los misteriosos acompañantes de Titov, será rechazada por la reportera incógnita. Confesará más tarde que lo hizo ¡para no aparecer en los archivos de la KGB! (¡Ay nanita!).