19 julio,2021 10:58 am

Habla la ensayista Rebecca Solnit en libro sobre cómo las jóvenes sobreviven en un entorno violento

En sus memorias Recuerdos de mi inexistencia la también periodista reflexiona sobre la forma en la que se orilla a las mujeres a ocultarse para evitar los peligros del machismo

Ciudad de México, 19 de julio de 2021. Lo primero que recibe al lector de Recuerdos de mi inexistencia, libro de memorias de la ensayista y periodista estadunidense Rebecca Solnit, es la fotografía de un pequeño escritorio victoriano, apenas lo suficientemente grande para una computadora y unos cuantos libros.

Es ahí, según revela Solnit (San Francisco, 1961), donde ha escrito más de 20 libros y cientos de artículos y reseñas, incluyendo, claro, Los hombres me explican cosas, el ensayo seminal que la convirtió en un referente internacional del pensamiento feminista contemporáneo.

No tomará muchas páginas para que el lector descubra que ese pequeño mueble fue el regalo de una amiga de la autora que, apenas un año atrás, había recibido 15 puñaladas de un ex novio que quería “castigarla” por terminar su relación.

“Alguien intentó acallarla. Luego mi amiga me dio una plataforma para mi voz. Ahora me pregunto si cuanto he escrito no es un contrapeso a ese intento de aniquilar a una joven. Todo ha surgido literalmente de la base que es el tablero de la mesa”, escribe Solnit al respecto.

Es a partir de este impulso de resistencia contra el silencio forzado, de esta revelación temprana en el libro, que la escritora emprende una reflexión sobre una experiencia dolorosamente común para las mujeres jóvenes.

“Había escrito una gran cantidad de textos sobre feminismo en el curso de casi 40 años, 35 años, y sentí que había algo que todavía no había transmitido: qué le hace síquicamente a una mujer joven saber que mucha gente quiere hacerle daño, que las posibilidades de ser lastimada son altas y que la sociedad en su conjunto ignora esto, cuando no es que lo celebra”, detalla en entrevista.

Solnit decide iniciar su historia a los 19 años, cuando se independiza de la casa familiar, en la que su madre y ella padecieron violencia doméstica, y llega a un departamento modesto en el San Francisco de la década de los 80.

Es ahí, en la intensa soledad de su nueva vida, que el deseo de hacerse de una voz como escritora entra en conflicto directo con la forma en la que sociedad, en un problema que todavía persiste, busca silenciar a las mujeres.

“Quería situar esa experiencia en el contexto de tratar de ser una mujer joven que quería convertirse en escritora y conectar la falta de voz detrás de la violencia de género con la cuestión de lograr una voz como escritora.

El título de sus memorias, que surgió incluso antes de que comenzara a escribirlas, sirve a la ensayista para reflexionar analíticamente, pero sin dejar de lado el relato de buena parte de su vida, sobre el concepto de la “inexistencia”, refiriéndose con ello a la forma en la que se orilla a las mujeres jóvenes a ocultarse para evitar el peligro.

“Nuestra sociedad, constantemente, no le dice a los hombres que dejen de ser violentos contra las mujeres, le dice a las mujeres que no usen ese vestido, que no se tomen ese trago, que no vayan a esa fiesta, que no hablen con esa persona, que no hagan ese viaje, que no elijan esa profesión”, explica Solnit.

“Se nos dice constantemente que nos encojamos, que estemos seguras, entonces una constantemente se enfrenta al conflicto de: ‘¿Dejo de existir para estar a salvo? ¿O corro el riesgo de que terminen mi existencia porque me atreví a tomar el riesgo de aparecer en mi vida, en el mundo, en la sociedad?’”.

Para Solnit, quien eligió, desde luego, la segunda opción, sus años formativos se leen como una cuesta hacia arriba, en la que su trabajo como escritora fue obstaculizado constantemente por el sexismo del medio editorial, pero también como un ejercicio radical de libertad creativa y compromiso político.

En Recuerdos de mi inexistencia (Lumen), la autora relata sus años criticando la misoginia del movimiento punk desde adentro, el sentirse abrazada e inspirada por la efervescencia cultural LGBT del San Francisco de los 80, su labor de detective por contar la vida de los artistas contraculturales y marginales de California y sus batallas junto al Proyecto de Defensa de los Shoshones Occidentales contra las pruebas nucleares en Nevada.

“Fue muy bueno regresar a Los hombres me explican cosas y darme cuenta que algo que había escrito ahí, en 2008, no era realmente correcto”, explica sobre el texto que propició el término mansplaining, que se refiere a cuando un hombre pretende explicar a una mujer un tema que ella domina, simplemente por sentirse con derecho de hacerlo.

A partir de ello, la autora diserta sobre los conceptos de “audibilidad, credibilidad y relevancia”, tres condiciones básicas que han seguido negadas a las voces de las mujeres históricamente.

Frustra los avances la indolencia social

Solnit, quien se describe a sí misma como una “feminista esperanzada”, no pretende cejar en su esfuerzo de casi cuatro décadas de pronunciarse en contra de la violencia estructural contra las mujeres.

“Periódicamente, algo terrible ocurre y tenemos una conversación, ya sea sobre las mujeres asesinadas en Juárez, o algún caso espectacular de violencia doméstica –he seguido algunas de estas cosas tanto en México como en Estados Unidos– y más o menos tenemos una conversación, pero una de las cosas más frustrantes para las feministas es que la sociedad se despierta de un sueño profundo y luego vuelve a dormirse”, critica.

“Sin embargo, para mí se siente como que tratar de despertar a la gente otra vez vale la pena, o no seguiría haciendo algo del trabajo que hago sobre la violencia contra la mujeres”.

Para una entrevista televisiva que tendría más tarde, Solnit colocó el pañuelo verde en pro del aborto legal en la chimenea tras de sí, como un grato recuerdo de un viaje a Oaxaca en 2019 y, también, como un signo de apoyo.

Texto: Francisco Morales V. / Agencia Reforma