27 abril,2024 4:36 am

Hablemos del calor

AMERIZAJE

Ana Cecilia Terrazas

 

En la cultura popular –por lo menos en gran parte del continente americano y en algunos países del llamado Occidente con orígenes judeocristianos– se relaciona el calor con el infierno, con las llamas del purgatorio, con los calderos del averno.

La definición más a la mano de calor, según el diccionario digital de la Real Academia Española, es la siguiente*:

“Sensación que se experimenta ante una temperatura elevada” y “propiedad del ambiente y de determinados cuerpos de producir dicha sensación”. Es voz masculina en la lengua general culta: “A esa hora el calor lo pone a uno medio zonzo” (Flores Siguamonta, Guat. 1993). Su uso en femenino, normal en el español medieval y clásico, se considera hoy vulgar y debe evitarse. El femenino puede aparecer también en textos literarios, con finalidad arcaizante.

Quizá nos acordamos de las clases de física en las que nos explicaban qué es y cómo se produce el calor. Muy estéticamente fraseado, se dice que el calor es “energía en tránsito o en movimiento”. Básicamente, “según la teoría del calórico, un cuerpo de temperatura alta contiene más calórico que otro de temperatura baja; el primero cede parte del calórico al segundo al ponerse en contacto ambos cuerpos, con lo que aumenta la temperatura de dicho cuerpo y disminuye la suya propia”**.

Químicamente hablando, el calor es***:

“…una forma de energía asociada al movimiento de los átomos, moléculas y otras partículas que forman la materia. El calor puede ser generado por reacciones químicas (como en la combustión), nucleares (como en la fusión nuclear de los átomos de hidrógeno que tiene lugar en el interior del Sol), disipación electromagnética (como en los hornos de microondas) o por disipación mecánica (fricción) (…) El calor puede ser transferido entre objetos por diferentes mecanismos, entre los que cabe reseñar la radiación, la conducción y la convección…”.

En lenguaje médico, el calor en extremo es tan perjudicial para la población humana que, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Yale –en su micrositio especializado en conexiones climatológicas–, “la ola de calor europea de 2003 causó la asombrosa cantidad de 70 mil muertes”****.

El cuerpo humano no rinde bien bajo temperaturas muy elevadas, ya que éstas “producen deshidratación, con pérdida de agua y electrolitos que son necesarios para el adecuado funcionamiento de los distintos órganos”*****.

Esa calidez humana intangible, de la que se habla tanto en psicología, en literatura, en la poesía, respecto de una forma de ser que abraza, abriga y calienta el corazón, es extremo paradójico y letal de los fenómenos recién anotados.

La poesía, pletórica de referencias –llamas, Sol, ardor, pasión, fuego, fervor, quemar y abochornar–, no soñó con patologizar el calor ni el clima. Ahí están miles de textos como Piedra de Sol de Octavio Paz; el famoso arranque del peruano César Vallejo: “Calor, cansado voy con mi oro, a donde acaba mi enemigo de quererme…”, entre innumerables alusiones.

Las imágenes dantescas que envuelven novelas, pinturas, dramas e historias, quedan cortas frente a la fotografía de la desglaciación que deja a algún oso polar flotando a la deriva en una minúscula isla de hielo frente al apocalíptico final que se avecina.

Para algunas naciones, en otras latitudes, en otros siglos, lo habitual e histórico era, a manera de socialización elemental, hablar del clima. Hablar del calor es lo de hoy en todo el planeta, porque el cambio climático nos enfrenta con la inminente conclusión de la vida como la hemos conocido. Esto es nuestro infierno no metafórico sino literal.

El cambio climático no es otra cosa que los drásticos cambios de las temperaturas y los patrones climáticos, que resultan en fenómenos violentísimos como incendios, huracanes, sequías, destrucción. Ya está comprobado que “las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático debido, principalmente, a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas”.

En la película francocanadiense La guerra del fuego (de Jean-Jacques Annaud, 1981) quedaba totalmente claro que la civilización humana tuvo su auge a raíz del dominio del fuego, del calor, de poder controlar la elevación de la temperatura de algo. Actualmente, ironías de la vida y de la muerte, no parece que podamos controlar el que se bajen las temperaturas a causa de lo incivilizado que es continuar con esas mismas actividades que calientan el planeta. Así que, es hora: hablemos académica y seriamente sobre el clima, analicémonos humanos, personas cuidadoras del ambiente, frente a este insoportable calor.

 

*https://www.rae.es/dpd/calor

**https://www.euskadi.eus/contenidos/documentacion/inn_doc_ed_cientifica/eu_def/adjuntos/natur_zientziak/DBH1Z-03-BEROA_TENP/1-DBH1Z-03-IRAKASLE/Beroa.pdf

***https://www.quimica.es/enciclopedia/Calor.html#google_vignette

****https://yaleclimateconnections.org/2023/05/la-conexion-entre-las-olas-de-calor-y-el-cambio-climatico/

*****https://madridsalud.es/efectos-en-salud-del-calor-extremo/#:~:text=Temperaturas%20muy%20elevadas%20producen%20deshidrataci%C3%B3n,y%20la%20falta%20de%20aclimataci%C3%B3n.

 

@anterrazas