7 octubre,2022 5:34 am

Hernando

La política es así

Ángel Aguirre Rivero

(Segunda y última parte)

 

La historia no se compone de héroes y villanos poseídos por un mal absoluto o imbuidos en una virtud total, se trata de un escenario en el que se mueven hombres forjados en un momento de la historia, que hacen lo necesario para trascender, desde lo más noble hasta lo más horrendo.

Nuestra identidad como nación no puede sucumbir, sepultada por el peso de idealismos dogmáticos, debemos superar el trauma de ser una nación conquistada y dominada por los españoles.

Por eso considero necesario rescatar en su justa medida, la figura de Hernán, con sus aristas buenas y malas es un gran pendiente del quehacer histórico de nuestro país, y necesario para entender las circunstancias de nuestro nacimiento como nación.

El conquistador es, aunque a algunas personas les duela aceptarlo, quien trajo la otra parte importante de nuestra cultura, la que nos dio identidad como nación que emerge del mestizaje.

Hernán Cortés fue un español de clase a la que se le conocía como “medianos” (ni muy pobres, ni muy ricos), nació en Medellín una ciudad acosada por las carencias, las epidemias, un lugar de donde la gente emigra. De ahí quizá su talante aventurero que lo llevó a América.

Su familia aunque era de escasos recursos, logró enviarlo a cursar estudios a las universidades de Salamanca y Valladolid, y aunque no existe constancia de que se haya matriculado en alguna carrera, se le llegó a considerar como un hombre instruido, muy por encima de la tropa que comandó en la Conquista.

Cortés no fue entonces un guerrero de horca y cuchillo, aún en medio de la sangre derramada en la Conquista, tuvo el oficio político y diplomacia para pactar con la nacióm tlaxcalteca, sus grandes aliados sin quienes no habría derrotado a los mexicas.

Desembarcado en nuestro territorio, conoce a Malitzin o Malinche, una mujer extrordinariamente inteligente que hablaba maya, náhuatl y aprendió rápidamente castellano, lo que la convirtió en una pieza fundamental en la estrategia de alianzas de Cortés.

Malitzin se hizo concubina, traductora y consejera del conquistador, procrearon un hijo a quien llamaron Martín Cortés.

Y aunque se propende en ver a La Malinche como la traidora de las causas nativas (de ahí el carácter peyorativo de la palabra malinchismo), la unión de Cortés con doña Marina es la cara más visible de un proceso de mestizaje, la unión de dos pueblos que sentó las bases de lo que más adelante sería conocido como México.

Es cierto que el encuentro de dos mundos tuvo costos dolorosos, pérdidas hasta inaceptables, como la destrucción de documentos históricos de nuestros pueblos originarios. Con ello se buscaba borrar su concepción del mundo y de sí mismos para consolidar la conquista política española y espiritual de la iglesia católica.

Perdimos también al último huey Tlatoani mexica: Cuauhtémoc, héroe y martir que fue ejecutado en Centroamérica para evitar la rebelión azteca. Lo que no se borró es su lucha y dignidad.

Para reconciliar nuestra verdad histórica, me parece necesario reconocer que la fusión de dos culturas dio paso a una nueva nación.

Por ello, no debemos caer en el fatalismo y el rencor, si revisamos la historia de muchos países de Europa y Asia, encontraremos razgos comunes con la nuestra, los imperios romano, otomano, las incursiones vikingas a los pueblos europeos, fueron a sangre y fuego y un choque de cosmovisiones.

A los pueblos nativos de Norteamérica por ejemplo, los conquistadores los confinaron en reservaciones, a sus pueblos afros se les condenó a la esclavitud y aunque las guerras posteriores los emanciparon, no los integraron, fueron menospreciados y la lucha de líderes como Martin Luther King y Malcom X, apenas si logró avances porque hasta el día de hoy están divididos.

Por eso, aunque suene provocador, atrevido o desafiante, reconozcamos a Hernán Cortés y La Malinche, como la encarnacion del encuentro y la unión de dos culturas, dos mundos, los padres de nuestra mexicanidad.

 

Del anecdotario

 

Coincido y retomo algunos párrafos del historiador Juan Miguel Zunzunegui para fusionarlos con mis ideas: Cortés reflexionaba en la proa del navío con la mirada puesta en la línea que separaba los cielos del mar, había soñado conquistar el Nuevo Mundo y el Nuevo Mundo lo había conquistado a él.

El conquistador pudo repasar sus amores. Amaba su tierra, a México, su Nueva España. Amaba a los indios y a su cultura, su belleza, su magia. Cortés era un tránsfuga que había cambiado su cultura por otra.

Cortés amaba a Marina (La Malinche), le debía todo, fue ella quien le entregó Tenochtitlán, fue ella la tierra fértil de Anáhuac, germinando en su útero sagrado que contenía desde la sabiduría de los dioses, hasta la gloria del Pueblo del Sol. Fue Marina quien lo recibió amorosamente en nombre de una tierra, fue ella quien lo abrazó cuando él era un exiliado de su propio mundo.

Malitzin o Malinche o Marina había sido inseparable desde 1519 hasta 1524. Cortés fue el soldado aventurero al que Malitzin convirtió en conquistador, por ello a su regreso a España y en su último lecho, Hernando reconoció: –he tenido muchos amoríos, pero el único amor de mi vida ha sido Marina.

Nuestra Malinche, murió pensando en ella.

La vida es así…