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Sábado 18 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Política  

Los Santiago Dionicio, una familia de Atoyac perseguida por su apoyo a Lucio Cabañas

Octaviano se unió a la guerrilla tras sufrir la pobreza y atestiguar asesinatos del Ejército, recuerda su hermana María de los Ángeles. Sufrió con sus hermanos “una de las represiones más crueles”, señala

Diciembre 02, 2022

María de los Ángeles Santiago Dionicio, hermana del ya fallecido ex guerrillero, ex diputado y ex presidente estatal del PRD Octaviano Santiago en la entrevista para el El Sur Foto: Zacarías Cervantes

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

La familia Santiago Dionicio de Atoyac se incorporó al movimiento de Lucio Cabañas, primero por las condiciones de pobreza extrema que padecieron, después por el discurso del guerrillero que convenció sobre todo a Octaviano, quien junto con su hermana María de los Ángeles Santiago Dionicio fueron testigos de la represión del 18 de mayo de 1967 en la plaza de esa ciudad, episodio que motivó al guerrillero a tomar las armas y a remontarse en la sierra.
En entrevista, la hermana de Octaviano declaró que la simpatía y la participación de su familia en el movimiento de Lucio Cabañas, de quien este 2 de diciembre se cumplen 48 años de su asesinato, desencadenaron una de las represiones más crueles en contra de algunos de sus hermanos.
Los episodios los recordó entre sollozos, pero dijo que “valió la pena”, a pesar de que cuando menos dos de ellos; Octaviano y Francisco, murieron por enfermedades derivadas de las secuelas por las torturas físicas y sicológicas.
La maestra María de los Ángeles es una de las mayores de la familia Santiago Dionicio, y junto con Octaviano, miembro de la guerrilla de Lucio Cabañas, a la postre dirigente y fundador del PRD y diputado local, se ganaban la vida vendiendo chicozapotes que les regalaban sus tías en las ferias de los pueblos de Atoyac y la más famosa, la de San Bartolo, de Tecpan.
Contó que eran seis hermanos y frecuentemente se dormían en el suelo sin cenar, a veces, incluso, sin comer; “vivimos la peor pobreza y miseria que te puedas imaginar”, dijo la maestra en un receso de un taller para profesores en el que participaba el miércoles en el Museo Interactivo la Avispa de Chilpancingo.
María de Los Ángeles recordó que Octaviano, cuando tendría unos 10 años y ella unos ocho, le exigía a su madre, doña Juana Dionicio, que comprara bolillos en vez de panes porque eran más chicos y sus hermanos no se llevaban.
“Inicialmente la pobreza y el hambre nos motivó a entrar a la lucha de Lucio. Después se vino y fuimos testigos de la represión del 18 de mayo de 1967 en Atoyac”, contó María de los Ángeles, quien entonces tenía 13 años y estudiaba el sexto año en la primaria Juan Álvarez.
Como presidenta del Comité de Alumnos le tocó organizar el festejo del Día del Maestro, que sería ese mismo 18 de mayo, pero que suspendió por la masacre.
En su escuela había un movimiento en contra de la corrupción de la dirección que cobrara tres pesos al mes por cada alumno y los obligaban a llevar uniformes y al que no, lo regresaban.
“Imagínate, nosotros éramos seis hermanos, a dónde íbamos a traer tanto dinero, por eso estábamos en contra de la directora y a favor del movimiento al que fue invitado Lucio Cabañas a pesar de que este era maestro de la escuela Modesto Alarcón”.
María de los Ángeles contó que ese 18 de mayo, reunió a sus compañeros para que le ayudaran a organizar el festejo a los maestros y desde temprano, cuando iba a la escuela y pasó por el Zócalo, vio a muchos policías “motorizados”.
Después del mediodía las madres llegaron a la escuela Juan Álvarez con el mole, el estofado y el arroz para la comida de los maestros, y ella cuando fue por el aparato de sonido para el programa vio a Lucio que estaba en el Zócalo micrófono en mano, convocando al mitin de los padres de familia en contra de la directora de la escuela Juan Álvarez.
Dijo que pasó a hablar con él porque su profesor le pidió que lo invitara al convivio más tarde.
“El aceptó agarrándome la cabeza cariñosamente y me pidió que le avisara cuando ya estuviera empezando el festejo”, y ella se comprometió a que irían a traerlo.
Pero de regreso, cuando pasaban con las bocinas con otra de sus compañeras, “se soltó la balacera”, y corrieron a meterse a una casa cercana desde donde vieron cuando a Lucio se lo llevaron a esconder a unas fondas cerca del Zócalo donde él comía “y lo querían mucho, fue por eso que salió con vida”.
Aseguró que antes de que ella y su amiga llegaran al Zócalo cargando las bocinas, había escuchado que Lucio arengaba: “’no vamos a caer en provocación, vamos a hacer las cosas por la vía pacífica’. Yo pienso que él nunca pensó que iba a tomar las armas ese día que salvó la vida de milagro”.
Recordó que antes de que alguien la escondiera en una casa vecina vio a algunos de los muertos, entre ellos a doña Isabel, una señora embarazada que ya andaba en días para aliviarse.
Dijo que observó a la mujer ya sin vida y todavía el bebé “meneándosele” en el vientre, “todo eso lo cargo en mi mente como si hubiera sido ayer”.
Indicó que entonces su hermano Octaviano tendría 15 años, “y le dio tanto coraje” que a partir de entonces se sumó al movimiento de Lucio repartiendo volantes.
A esa edad lo detuvo por primera vez el Ejército por repartir propaganda, “esa sería la primera de 14 veces que estuvo preso a lo largo de su vida”.
La segunda vez fue a los 17 años cuando estudiaba la preparatoria en Chilpancingo.
Después, María de los Ángeles perdió la noción de los años en que su hermano fue detenido. Sólo recuerda que una vez ella estaba presente cuando le fueron a avisar a su mamá Juana que los soldados se llevaban detenido a Octaviano.
Explicó que entonces recientemente había habido el corte del café y su madre tenia algo de dinero, y pagaron un taxi para seguir a los militares a una casa particular donde tenían su cuartel.
Vio que a Octaviano lo llevaban vestido de militar y que alcanzó a decirles adiós con las manos, pero cuando llegaron al cuartel les negaron que lo tuvieran detenido, pero su madre les gritó: “Yo no me muevo de aquí porque aquí lo tienen, y me voy hasta que me lo entreguen”.
Agregó que los militares aseguraban que no tenían a ningún Octaviano, hasta que lo vieron salir al baño y su madre le gritó a un general: “No que no lo tienen, ahí va, entró al baño y me lo van a entregar”.
Enseguida el general llamó a Octaviano y le preguntó que por qué andaba repartiendo propaganda de la guerrilla y el joven le respondió que eso no era delito.
El militar le dijo que Rubén Figueroa (entonces senador), le ofrecía un cargo pero que dejara el movimiento de Lucio, y Octaviano le respondió: “’no me miente la madre general’, no aceptó, ‘si me van a matar, mátenme de una vez’”.
El general a regañadientes le dijo a su madre: “¿Ya ve señora?”, sin embargo, se los entregaron después.
María de los Ángeles explicó que cuando salían, su hermano les contó que vio adentro al comisariado de la comunidad de San Martín, Julio Hernández, y que lo oyó quejarse muchas veces por las torturas, “yo creo que ya está muerto porque no se oyen los quejidos”.
En ese momento llegó la esposa del comisariado acompañado por un taxista, hermano del comisariado.
La esposa llegó reprochando que hayan detenido a su marido después de que les mató un marrano para que comieran y les bajó cocos.
Dijo que minutos después la esposa del comisariado y el hermano de este se enterarían de que Julio Hernández ya estaba muerto en la funeraria Manzanares, a consecuencia de la tortura que recibió de los soldados.
“Fue una cosa triste y dolorosa, lo mataron con picahielo, le dieron piquetes en la cara, en la panza, le rajaron los pies. Eso acabó de indignar a Octaviano”, narró.
Explicó que a partir de entonces se comenzaron a reunir a escondidas con la gente de Lucio y su casa permanentemente estaba sitiada por militares. “ya para entonces decían que éramos guerrilleros”.
Otra vez que detuvieron a Octaviano fue cuando estaba estudiando la preparatoria en Chilpancingo. Antes, detuvieron y saquearon la casa de su hermana Rosario quien era la mayor y vivía en Acapulco, para que lo entregara.
Rosario estaba recién aliviada y la tuvieron vigilada en la cárcel de Acapulco tres días con sus noches, siempre apuntándole con pistola.
Días después les contó que escuchaba los clamores de los detenidos en otras celdas que decían: “ya no me pegue” y los militares respondían, “hínquese”.
Rosario les dijo que a veces escuchaba también los llantos de otros detenidos implorando: “Ya no me pegue”.
María de los Ángeles contó que en otra ocasión, Octaviano le pidió que le llevara una carta a Carmelo Cortez, otro miembro de la guerrilla de Lucio que estaba preso en la cárcel de Chilpancingo y cuando estaba parada en la reja con una compañera de la Preparatoria, la llamó un general de apellido Tijerina quien le dijo: “Tú qué andas haciendo aquí pinche vieja hija de la chingada, los amigos se ven en la cárcel y en la cama y tu eres amante de este cabrón, eres de lo peor”.
–Yo soy estudiante, no me ofenda, soy una señorita –respondió la hermana de Octaviano.
–A ver, ¿de dónde eres?
–De Atoyac.
–¿Y con cuantos guerrilleros te revolcaste?
Dijo que esa vez la tuvieron detenida tres horas haciéndole esos señalamientos hasta que fue el papá de su amiga que era abogado.
Denunció que otro de sus hermanos, Francisco, quien no participó de manera directa en el movimiento de Lucio Cabañas, también fue perseguido con intenciones de detenerlo y por ese motivo dejó la Escuela Superior de Agricultura (ESA) de Iguala.
“Se vino de Iguala a Chilpancingo y una vez cuando caminaba acompañado de uno de sus amigos se le acercó un policía judicial y le preguntó a su compañero: “¿Tú eres Francisco? y en vez de agarrar a su hermano se llevaron a su acompañante”.
Informó que Francisco anduvo huyendo varios años “y fue tanto el temor que cargaba que al final sufría de delirios hasta que murió, siempre con el temor de que sería detenido y a los militares que de niño tenían sitiada su casa”.
Otra de las detenciones que sufrió Octaviano, recordó que fue en 1975 en Querétaro, acusado del homicidio de un tal Obdulio, que no cometió, pero que se culpó por la tortura que ya no aguantaba.
Octaviano le contó a su hermana que “le rajaron sus testículos” y que las golpizas eran tan crueles que un día se hincó e imploró: “Dios, si deberás existes que ya no me torturen, y si no, que me maten de una vez”.
Agregó que dos días después le habló el procurador quien le preguntó: “qué prefieres que le avisemos a tu familia o una conferencia de prensa”.
Dijo que él pidió la conferencia de prensa en la que se culpó del homicidio y a cambio pidió que lo trasladaran a Acapulco donde negó todo y denunció que se culpó por las torturas.
“Lo que nos da gusto que el gobierno no cumplió su objetivo de asesinarlo”, aunque dijo que Octaviano murió (el 9 de agosto del 2012 a los 61 años) por padecimientos causados por las secuelas de las torturas, murió de neumonía y complicaciones en los riñones.
Octaviano murió en el Hospital del Seguro Social de Acapulco y horas antes de que falleciera, María de los Ángeles lo vio pensativo y le preguntó: ¿en qué piensas?, aquél le respondió: “En que como pude aguantar tantas chingas que me dio el gobierno”.
María de los Ángeles explicó que fue tanta su devoción por Lucio Cabañas que cuando estudiaba el sexto año en la escuela Juan Álvarez en contra de la voluntad de su madre se cambió a la Modesto Alarcón, donde daba clases Lucio.
“Se hicieron grandes amigos con Lucio quien le enseñó a tocar guitarra”, contó le hermana del ex miembro de la guerrilla de Lucio.
Dijo que comenzó a gustarle sus discursos desde cuando Octaviano acompañaba a su madre al Ejido el Porvenir Limón, donde nació Lucio y su madre tenía una huerta de café y el comisariado invitaba a reuniones en las que Lucio daba platicas a los ejidatarios.
Por Lucio, Octaviano entró después al Partido Comunista que lo envió a la URSS cuando apenas tenía 16 años y se libraba la guerra de Vietnam. Esa vez, dijo su hermana “se fue a preparar políticamente”.
La hermana de Octaviano informó que durante los días de mayor persecución a su familia, la madre abandonó Atoyac y se vino a vivir a Chilpancingo y vendió sus huertas de café que era el único patrimonio que tenía.
A más de 50 años, María de los Ángeles dijo que a pesar de la represión “no nos rajamos, seguimos firmes mi familia y yo. Nos costó caro, no fue fácil pero valió la pena”.
Para María de los Ángeles la guerrilla de Lucio Cabañas en la que se fletó su familia coadyuvó para que llegara a la presidencia Andrés Manuel López Obrador, “y para ello tuvieron que pasar cosas muy dolorosas como las que vivimos”.