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Martes 30 de Abril de 2024

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Fallece Nacho Trelles a los 103 años; lo despiden familiares en discreto funeral

Fue el técnico más exitoso de todos los tiempos con 15 títulos, siete de ellos campeonatos de Liga. Dirigió a la Selección Nacional en tres Copas del Mundo

Marzo 26, 2020

Ignacio Trelles nació en Guadalajara, Jalisco, un 31 de julio de 1916 y murió ayer en la Ciudad de México, a los 103 años de edad . Foto: Agencia Reforma

Edgar Contreras / Agencia Reforma

Ciudad de México

“Con discreción y sencillez llegué al futbol. Así me quiero ir”. Las últimas palabras de don Nacho Trelles a su hija Lety, según refiere Rubén Maturano, muestran la esencia del entrenador mexicano más exitoso de la historia y quien falleció a los 103 años.
La gente de futbol reclama un homenaje en el estadio Azteca o en el Jalisco. En cambio, él se despidió exactamente como quiso. Fue un velorio privado, para sus familiares. La pandemia por el Covid-19 y el aislamiento contribuyeron al silencio. El ruido ya lo hizo en vida.
Trelles pudo pasarse días hablando de sus logros, de las decenas de futbolistas a quienes formó, de las centenas de anécdotas y de sus mil partidos, mil 83 para ser precisos.
O bien de sus 15 títulos, 7 de ellos de Liga, y su participación en el banquillo en tres Copas del Mundo. De cómo atestiguó el primer punto de la Selección Mexicana en Mundiales (ante Gales en 1958) y cómo la guió al primer triunfo (frente a Checoslovaquia en 1962).
“Son vivencias que me platicaba el maestro, el amigo, el jefe… Mi segundo padre”, narró, entre lágrimas, Maturano, su alumno durante 24 años.
Don Nacho nació en plena Revolución Mexicana. Quizá por eso le fue tan natural revolucionar el futbol mexicano: innovó en los sistemas tácticos (línea de 5), utilizó la metodología de otros deportes como el basquetbol y se valió de la tan mexicana picardía, esa que se asoma en las historias domingueras sobre cómo mandaba a regar la cancha del Coruco Díaz para que el vapor fundiera a los rivales o cómo lanzaba balones para detener el avance rival. Su personalidad incluso inspiró al personaje de Moncho Reyes (Ramón Valdés) en la película El Chanfle.
“Todos cuando alguien se muere dicen ‘qué buena persona era’. No, no, no. Tú le preguntas a cualquier jugador que lo conoció, y entrenó, y te van a decir todos: ‘el viejo era otra cosa’. Estupenda persona, un gran entrenador, el mejor que ha tenido México en su historia”, lanzó Maturano.
Quiso don Nacho
volver a dirigir

Nacho Trelles perdió la noción del tiempo, siempre inmerso en el futbol y con una vitalidad a prueba de todo, antes de cumplir 80 años quiso regresar a dirigir, el Cruz Azul tenía una crisis y se dieron muchos cambios de DT, por lo que pensó en pedirle a Guillermo Álvarez Cuevas que le diera la oportunidad de estar una vez más al frente de La Máquina.
Fue su hijo Eduardo quien tuvo que centrarlo y recordarle sus propias palabras respecto a su retiro del banquillo.
“No es el tiempo que yo quiera, es el tiempo que me lo permita el futbol, yo por mí me quedaría como técnico hasta que me muera, pero va a llegar un momento en que el futbol me va a dejar por mis condiciones y la llegada de las nuevas generaciones y eso fue lo que pasó”, reveló el comentarista a Grupo REFORMA.
El estratega fue un hombre de principios muy arraigados, nunca creyó en el nepotismo y mucho menos en lucrar, por eso no escribió un libro, para no herir a nadie, y tampoco aceptó la concesión de algún producto para vender su imagen. No pidió favores para apoyar la carrera de su hijo Eduardo como futbolista, y mucho menos se atrevió a debutarlo.
Su vida rutinaria y metódica le permitió llegar a los 103 años, hay cosas que jamás cambiaron, levantarse a las 6:00 a.m., despertarse con un café y una concha de chocolate, un poco de papaya y un plátano, porque consideraba que así evitaba enfermedades del corazón.
Leía dos periódicos, miraba la televisión, comía a las 3:00 p.m., dormía su siesta, merendaba algo ligero y se dormía temprano.

El estratega

Los estadios del mundo están vacíos. Esos mausoleos rinden tributo a Nacho Trelles, que decidió irse cuando no había fútbol, poco antes de cumplir 104 años.
Pocas personas encarnan una profesión. Decir “Trelles” equivale a decir “entrenador”, el estratega que dota de mística al vestidor.
Debutó como futbolista en 1934, en un equipo convencido de que la imaginación supera a la realidad: el Necaxa. Sus botines soltaron las chispas de los Electricistas, pero sus destellos más formidables ocurrirían en su mente. En 1950 inició su carrera como técnico en los cañaverales de Morelos, donde logró que el Zacatepec subiera a Primera División y conquistara numerosos títulos, y donde aprendió que el calor y la altura del pasto juegan de locales.
Puso su astucia al servicio de la eficacia para conquistar 15 títulos. Bajo su mando, el Cruz Azul se transformó en la legendaria “Máquina Celeste”.
Trelles venía de la época temprana en que los porteros usaban gorra. Poco a poco, esa prenda desapareció de las canchas y pasó al banquillo como atributo del hombre que piensa.
Siempre original, era capaz de lanzar balones al campo para interrumpir el partido. Como Helenio Herrera o Johan Cruyff, decía frases estrafalarias que en el momento oportuno se volvían certeras: “Un equipo con diez jugadores es más peligroso”.
Dirigió a la Selección Nacional en los Mundiales de 1962 y 1966. En Chile le tocó un grupo que no era de la muerte sino de ultratumba. Ante Brasil, que sería campeón, México cayó con un digno 2-0, y derrotó 3-1 a Checoslovaquia, futura subcampeona, en el mejor partido de nuestra historia. Hubiéramos pasado a la siguiente ronda de no ser por una tragedia que no olvidaremos quienes la oímos por radio. México empataba 0-0 con España cuando faltaban unos segundos de partido. La diosa Fortuna nos regaló un tiro de esquina. Del Águila se dispuso a cobrarlo. Al borde del campo, Trelles tomó una decisión correcta: le gritó al Negro que no dividiera la pelota. Pero sus palabras se perdieron en el aire de Valparaíso. El extremo mandó un centro, vino un contragolpe y cayó un gol que Carbajal no pudo impedir y yo no quiero describir.
Trelles era la inteligencia junto a la línea de cal: acertaba con sus ideas, esperando que los jugadores acertaran con sus pies.
Los estadios del mundo están vacíos. Nacho Trelles ha muerto.
En las gradas sin nadie estalla una ovación. (Juan Villoro / Agencia Reforma / Ciudad de México).