EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Guerrero  

El asesinato de un indígena guerrerense estremece y moviliza a migrantes en Nueva York

Francisco Villalva Vitinio, originario de Xalpatláhuac, fue baleado el 29 de marzo en un aparente asalto en un parque. La familia está a la espera de la detención de los asesinos y de la repatriación del cuerpo. Para exigir justicia se han realizado misas, serenatas y una protesta que reunió a unos 500 repartidores de comida compañeros de trabajo de la víctima. El lugar en donde fue hallado el cuerpo se ha convertido en un altar alimentado día a día con veladoras anónimas

Heriberto Paredes Especial para El Sur / Ciudad de Nueva York

Abril 14, 2021

Unos 500 manifestantes caminaron el domingo 4 de abril las seis cuadras que separan la sede policiaca del parque en donde mataron al indígena originario de Xalpatláhuac Foto: Heriberto Paredes

Heriberto Paredes

Especial para El Sur / Ciudad de Nueva York

Francisco Villalva Vitinio, guerrerense de 29 años que trabajaba como delivery boy, repartidor, fue asesinado la noche del 29 de marzo mientras cumplía con una entrega de comida en East Harlem, un barrio ubicado al noreste de Manhattan. Se sabe ahora que no logró entregar el pedido y que fue atacado en el trayecto. Que alguien trató de robarle su bicicleta y que metros más adelante la dejaron tirada con la cadena suelta, así que ni siquiera se llevaron lo robado.
Ese lunes, cerca de las 23 horas, el joven originario del municipio de Xalpatláhuac, en la región de la Montaña, recibió al menos tres impactos de bala cuando transitaba por un parque situado detrás de la Escuela Pública No. 38, entre áreas de estacionamiento y canchas deportivas. Es un lugar muy habitado, rodeado de edificios multifamiliares.
Indígena nahua, Villalva llegó hace unos nueve años a esta ciudad y desde entonces no dejó de buscar empleo. Antes de la pandemia se incorporó a las filas de repartidores de comida por aplicaciones, lo que se conoce en EU como deliverys o “deliveristas”.
“Era muy trabajador, no se metía con nadie, trataba de evitar los problemas”, lo describe Pedro, de 24 años y hermano menor de Francisco, quien también se emplea en este sector desde que llegó a Estados Unidos hace tres años, atraído por la idea de juntar dinero para construir su casa en su pueblo natal y regresar a disfrutar la vida junto a su esposa e hija, que lo esperan.
“El día que lo mataron a mi hermano lo vi antes, nos cruzamos, le pregunté cómo estaba y me dijo que bien, que todo tranquilo. Él y yo trabajamos por esta zona de East Harlem, por eso nos encontrábamos seguido”.
Conocido como El Barrio, esta zona de la ciudad se pobló masivamente con la llegada de miles de familias puertorriqueñas a mediados de los setenta, cuando la ciudad de Nueva York atravesaba por una crisis económica y de violencia. A la migración boricua le siguió una ola de migración dominicana y, en buena medida, mexicana también. En las calles de esta zona abundan los murales que hablan del “orgullo latino”, de la salsa, en las bodegas –misceláneas o tiendas de abarrotes– siempre hay gente que escucha música a todo volumen y, en temporada de calor, los parques se llenan de familias que salen a refrescarse.
El lado oeste de Harlem tiene una larga historia afroamericana y el lado este es conocido como barrio latino o hispano, las dos categorías en donde se encasilla a las personas que provienen de países cuyo idioma oficial es el español. En el caso de quienes migran desde Guerrero, se impone la dificultad de hablar sus lenguas nativas, manejar un español con ciertas limitaciones y masticar un inglés forzado.

Repartidores, los más
Explotados

“Antes y durante la pandemia trabajaba desde las 7 de la mañana hasta las 11 de la noche, a veces más de 14 horas, pero como ya está pasando eso, hay más deliverys y es más difícil. Ahora sólo trabajo de 11 de la mañana a 10 de la noche”, relata Jesús, otro repartidor originario de Xalpatláhuac, hablante de mixteco o nu’saavi como su paisano Francisco.
Con 16 años de estancia en Nueva York, Jesús trabaja ahora para una aplicación llamada Relay Rider, que es parte del abanico de opciones cada vez mayor, con Uber Eats y Doordash, entre otras que ofrecen lo mismo: jornadas sin seguro médico y sin más paga que una comisión que establece la aplicación por la distancia recorrida en cada viaje que hace el delivery, más la propina que pueda dar el cliente.
“Yo trabajo para Relay –continúa Jesús– y puedo ganar hasta 300 dólares en 12 horas de trabajo; cuando va mal, mínimo son 150 dólares, y con las demás, cuando va bien sube hasta 150 dólares diarios máximo”.
En un estado como Nueva York, el salario mínimo varia entre 12.50 y 15 dólares por hora, según el tipo de trabajo que hagan; en el caso de los repartidores el monto diario obtenido depende de la cantidad de viajes que hagan, no de una tarifa fija.
Jesús representa a miles de repartidores que día a día transitan sin parar las calles de la ciudad. Él se compró una bicicleta marca Arrow, con un motor integrado que le permite ir a mayor velocidad sin tener que pedalear. Le costó mil 700 dólares.
Además tuvo que comprar un casco, una cadena lo suficientemente segura para disuadir a ladrones y, debido a las nevadas y bajas temperaturas de invierno una especie de guantes permanentes que van sujetos a los manubrios.
En su teléfono conviven varias aplicaciones de entrega de comida a domicilio que constituyen su fuente de ingresos.

Justicia para Francisco

El lugar en donde fue hallado el cuerpo de Francisco Villalva Vitinio se ha convertido en un altar permanente que es alimentado día a día con veladoras anónimas.
Ha habido misas, serenatas de mariachis y un mini concierto de La Sagrada Banda Alteza Los Hermanos del Pueblo, una banda de viento originaria de Malinaltepec que el domingo 4 de abril estuvo tocando a manera de despedida.
Previamente, como parte de las actividades de protesta por el asesinato del joven guerrerense, alrededor de 500 “deliveristas” acudieron ese domingo a la una de la tarde al Precinto No. 23 –equivalente al Ministerio Público en México– del Departamento de Policía de Nueva York, encargado de llevar la investigación del homicidio.
Entre la gente que se arremolinó a la entrada de la estación policiaca retumbaron los gritos de “¡Justicia para Francisco!”.
Poco después los manifestantes caminaron las seis cuadras que separan la sede policiaca del parque en donde ocurrió el crimen. Al frente iba un mariachi y detrás cientos de repartidores con cartulinas y mantas donde exigían justicia. Al llegar al improvisado altar, los presentes se turnaron frente al micrófono para dar mensajes de consuelo y solidaridad.
La única información que la familia logró por parte de la policía fue que ya se estaba revisando el material de las dos cámaras de vigilancia en el lugar y que en los siguientes días –esta semana– habría una “respuesta contundente”.
Hasta entrada la noche, familiares de Francisco recibieron donativos y mensajes solidarios de decenas de repartidores que trabajan en la misma situación de precariedad, riesgo e inseguridad.

Asesinatos al alza

En el homenaje a Francisco Villalva Vitinio, los repartidores –mayormente de origen mexicano– se quejaron del aumento de violencia en la ciudad, en particular de los tiroteos cada vez más frecuentes.
Según un reporte emitido por el Departamento de Policía neoyorquino, la tasa de homicidios promedio es de 3.6 personas por cada 100 mil habitantes, sin embargo, 2019 cerró con 311 homicidios, lo que significó un incremento respecto a 2018, año que cerró con 295 personas asesinadas.
Para el primer cuatrimestre de 2020 se registró un aumento de 55 por ciento en los homicidios, de acuerdo con datos del DPNY. Para junio, ya con una disminución en los contagios, las hospitalizaciones y las muertes por Covid, esta cifra fatal llegó a 79 por ciento, lo que puso en alerta a la ciudad.
Pero los homicidios no bajaron, por el contrario. Para los primeros días de 2021 se registró una subida de 125 por ciento en los homicidios dolosos, registrando además 31 tiroteos o balaceras.
A ello se suma la discriminación racial, que se ha agudizado y parece escalar constantemente.
A unas cuadras de donde Villalva Vitinio fue asesinado existe un puente que comunica la isla de Manhattan con el sur del Bronx, zona habitada por miles de familias procedentes de Guerrero y Puebla, además de una numerosas población afroamericana.
Entre los grupos de deliveristas en Facebook se cuenta que durante la noche, cuando es hora de regresar a casa, muchos se reúnen para cruzar juntos este puente, ya que se han registrado asaltos a mano armada por parte de afroamericanos.
La policía no ha intentado siquiera frenar estos escenarios de inseguridad y garantizar el tránsito seguro para todas las personas.
“Hay mucho racismo, nos tratan muy mal. El otro día fui a entregar a un edificio multifamiliar y al salir del elevador, antes de llegar a la calle, sentí un golpe detrás de la cabeza, me giré y vi a un moreno alejarse tranquilamente, como si nada”, relata Pedro Villalva Vitinio.
A ello hay que sumar el mal trato al que se exponen los deliveristas por parte de los clientes.

El tiempo lento de las autoridades

Jorge Islas, cónsul general de México en Nueva York, realizó una sesión comunitaria virtual, tal y como lo ha hecho desde el comienzo de la pandemia. En ella conversó con el responsable del Precinto No.23, el deputy inspector Aneuty Castillo, acerca de las investigaciones en torno al asesinato del joven Villalva Vitinio.
“Estamos trabajando día y noche para traer justicia para Francisco, nos pusimos en contacto con la familia para explicarle que estamos revisando las grabaciones de las cámaras y que para nosotros es muy importante este caso. Cualquier detalle que la comunidad mexicana pueda darnos es importante, aunque piense que es un detalle pequeño es relevante”, dijo durante la sesión.
Tanto el encargado del Precinto como el cónsul se congratularon mutuamente por los esfuerzos que están realizando. Mientras, los familiares de Francisco continúan en la incertidumbre.
La realidad de muchas personas indígenas que han intentado hacer una denuncia o realizar un reporte, es que no son atendidas adecuadamente. O sus casos no tienen solución, como el de Victorio Hilario, del cual, en palabras de su hermano, “la policía ya tiene las placas del auto que lo atropelló, ya sabe el nombre del dueño del carro, saben dónde está el vehículo y no lo detienen, no hacen nada, tras varios meses de investigación sigue impune la muerte de mi hermano”.
La familia de Francisco está a la espera de la detención y procesamiento del o los asesinos y de la repatriación del cuerpo, el cual, tras más casi dos semanas de ocurrido el crimen, permanece en el servicio forense en tanto concluyen los trámites para que, finalmente, su padre lo reciba en su Xalpatláhuac natal.
En el altar que recuerda a Francisco, Jesús, otro repartidor oriundo de Xalpatláhuac, mira las flores, las veladoras y la foto de su compañero asesinado mientras murmura: “Yo me quiero regresar a México, irme a vivir a Acapulco, pero tengo miedo de la violencia allá. Cuando me vine para Estados Unidos no estaba pasando todo lo que pasa en el puerto, y al mismo tiempo, aquí, el sueño americano veo que existe, pero para quien pueda pagarlo. Es muy difícil, hay que estar trabajando todo el tiempo para pagar los billes –las cuentas–, hay que estar al pendiente día y noche”.