En el sermón en la plaza Borda la concurrencia se notó menor a otros años, con las calles semivacías, que poco a poco se vieron con más presencia de espectadores y escasos acompañantes con cirios
Abril 19, 2025
Claudio Viveros Hernández
Taxco
En el sermón de la procesión de las Tres Caídas, de la Semana Santa en Taxco, el llamado constante desde la Iglesia fue enfocado a la búsqueda de la paz, ante la violencia que no cesa, porque no haya más víctimas de la injusticia, por la solidaridad ante los marginados y los migrantes; así como las crisis que se repiten y por la esperanza.
La plaza Borda, frente a la majestuosa parroquia de Santa Prisca, fue el escenario para la ceremonia donde Jesús cae tres veces con la cruz, en un sermón en el que la concurrencia de este viernes, habitantes y turistas, se notó menor a otros años, con las calles semivacías, que paulatinamente se incrementaron de su presencia en calidad de espectadores y escasos acompañantes con cirios.
En un avance lento, los penitentes hombres de diferentes hermandades, de encruzados y de flagelantes, y mujeres de la hermandad de Las Ánimas, caminaron sobre las calles empedradas, cada cual, con su disciplina, casi en silencio desde antes del mediodía de la capilla de San Nicolás, rumbo a la parroquia de Santa Prisca.
A las 12 horas dio comienzo la homilía, en la que el presbítero, Tomás Martínez Rivera, dio la bienvenida a los asistentes, de México y de otros países, a quienes dijo que necesitamos de personas tan valientes como la familia de Cristo, José y María, que nos ayuden a cargar nuestra cruz. Junto con mujeres como las que buscaron a Cristo, para hacer más llevadero su camino hasta El Calvario.
“Roguemos a Dios que esta Semana Santa sea para Taxco, para nuestro México lindo y querido, para el mundo, signo de esperanza y paz. Buena semilla para cosechar frutos abundantes para las nuevas generaciones”, fue su petición.
En la sentencia de Poncio Pilatos, que leyó un personaje vestido de soldado romano, se acusa a Jesús de ser un “hombre inquieto, conspirador y destructor del bien común”, que cometió otros delitos dignos de ser castigados, de los que se le juzgó para ser conducido por las calles acostumbradas de Jerusalén, colgado de espinas y una cadena atada al cuello, llevando el mismo su cruz, acompañado de dos ladrones para mayor afrenta hasta las montañas de El Calvario, donde acostumbran ser sentenciados los hombres facinerosos y ahí ser crucificado en la cruz, en la cual estará colgado hasta después de su muerte sin que alguno se atreva a quitarlo de ella.
Al paso de los penitentes y el caminar de las imágenes cargadas por integrantes de varias hermandades, otros religiosos mencionaron durante el sermón la importancia de la solidaridad de la humanidad, para inclinarse a curar heridas y no a juzgar: “¿Frente a tantas realidades de dolor quién se detiene a curar heridas y quién tiende la mano?, porque la caída de Jesús es un grito contra la indiferencia (…) el drama de nuestro mundo no son las caídas, sino la soledad de quien cae y nadie ayuda”.
De la virgen María, la madre de Jesús, expresaron que ella representa a todas las madres que sufren por sus hijos y cuestionaron la pobreza estructural, las guerras interminables y la destrucción persistente en una realidad social que nos desafía a no resignarnos ante el mal que parece invencible.
En una metáfora sobre las Tres Caídas, destacaron que lo importante no es quedarnos en el suelo, sino levantarnos y seguir adelante, “la lucha por un mundo más justo es larga, pero no podemos abandonarla (…) no queremos indiferentes ante las injusticias que nos gobiernan”.
La mañana del Viernes Santo transcurrió en aparente tranquilidad, con el ir y venir de los soldados romanos por las calles y hacia la capilla de San Nicolás, de donde antes del mediodía partió la procesión con la imagen-escultura de Jesús cargando la cruz y escoltado por sus verdugos, que festinaban con notas de un tambor y una flauta, y concluyó con el sermón cerca de la 1 de la tarde en las escalinatas de la parroquia de Santa Prisca, donde el sacerdote Tomás Martínez agradeció a los presentes su participación y acompañamiento.
“Pedimos perdón a Dios en este tiempo santo, con fe, con devoción y esperanza avancemos hacia un mundo mejor”, finalizó.
Lejos de las cifras alegres que dio a conocer la tarde del jueves el gobierno municipal, encabezado por el alcalde, Juan Andrés Vega Carranza, de que este destino se encuentra al 100 por ciento de afluencia, la realidad de este viernes fue distinta. En los hechos se desplomó durante los recorridos por la ciudad y alrededores en los que se observó una baja de por lo menos un 50 por ciento.
Las actividades continuaron con la representación de la crucifixión en el ex convento de San Bernardino y la fúnebre procesión la tarde-noche de El Santo Entierro, con la imagen de Jesús en una urna cubierta con cristales, en compañía de miembros de la misma hermandad, que caminan al ritmo de notas de duelo, al igual que feligreses que se suman con velas y cirios encendidos por las calles de la ciudad.