EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Guerrero  

Nadie nos enseñó cómo atender Covid, tuvimos que aprender a trancazos, dice Gómez Zanabria

Es uno de los médicos particulares más solicitados en Acapulco, en un año de pandemia ha atendido mil 103 pacientes, y no ha podido salvar a 40. Habla en entrevista de los medicamentos que receta, y dice que tuvo que investigar por su cuenta, cada médico “tuvo que investigar cómo hacerlo, cada quién tuvo que encontrar su propio camino de tratamiento”

Marzo 15, 2021

El médico Víctor Gómez Zanabria Foto tomada de su cuenta de Facebook

Ramón Gracida Gómez

A un año del primer caso de Covid-19 confirmado en Guerrero, el doctor Víctor Gómez Zanabria se ha convertido en uno de los médicos más solicitados en Acapulco por la eficacia de su tratamiento. Cuenta más de mil pacientes atendidos, una larga experiencia en la que “tuvimos que aprender a trancazos, y a veces los trancazos eran que el paciente no mejoraba, que el paciente se moría”.
En entrevista con El Sur, el médico con una larga trayectoria política declara que gran parte de su trabajo ha consistido en convencer a “muchísimos” pacientes con pánico al nuevo coronavirus de que no se van a morir. Además de tomarla con tranquilidad, destaca que la enfermedad es totalmente curable si se acude al médico al primer síntoma, pero critica que parte de la sociedad siga pensando que ir a los hospitales “es ya para que los maten”.
Considera que la atención pública no ha sido mala, pero apunta que hace falta más inversión en el sistema de salud porque observa que el tratamiento que dan las instituciones es “muy básico”. A pesar de que ha bajado el número de casos en las últimas semanas, llama a seguir cumpliendo las medidas sanitarias, particularmente en el actual semáforo amarillo, que es cuando más se registran casos.
“¿Se vale llorar?”, pregunta al ver la grabadora el doctor Gómez Zanabria, quien hace una pausa en su jornada laboral de este viernes para hablar de su experiencia durante la pandemia. Son las 2:30 de la tarde, la paciente mil 103 acaba de salir del departamento convertido en consultorio desde finales de abril pasado porque el Covid-19 lo agarró sin un establecimiento fijo.
Su caso número uno fue el chofer del primer funcionario del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que falleció por el nuevo coronavirus casi al inicio de la pandemia en marzo de 2020, “me explicó que se sentía muy mal y que nada más quería pasar la noche porque ya le habían hecho pruebas”. Lo internaron, falleció a los dos días.
Empezó así a visitar a los enfermos a domicilio, “a veces nos daba las 3, 4 de la mañana viendo pacientes, me acompañaba mi esposa y casos desde severos hasta graves. Fue una época muy impresionante para nosotros por la gravedad”.
En una de esas salidas, el “Google se equivocó y nos metió a una colonia, era de terracería. Salió un carro con dos fulanos, que qué andábamos haciendo, que si cooperábamos para el pomo, nos asustamos, íbamos los dos”.
–¿Por dónde?
–Por la plaza Caracol hacia adentro, en vez de ir a una colonia hacia la derecha, nos metieron a una a la izquierda. Al final les dimos 200 pesos, yo creo que gracias a que me vieron con ella, no nos hicieron nada. Al final nos dijeron, ‘saben qué, sálganse, los van a venadear, los vamos a acompañar hasta la salida de la colonia’.

Convirtió su departamento en consultorio, y atendía hasta la madrugada

Eso detonó que su departamento ubicado en la calle Chiapas, frente a la UDA, se convirtiera en consultorio. Pero fue tanta la concurrencia en la sala en la que destaca un cuadro del Quijote enfrentando a los molinos de viento, que “ya no podíamos ni desayunar ni comer ni cenar”, entonces decidieron mudarse en noviembre pasado y acondicionar el departamento exclusivamente para la atención médica.
Con 40 años de experiencia, el médico cirujano con estudios en inmunología en el hospital Centro Médico Nacional, hoy Hospital Siglo XXI, cuenta que el éxito de su tratamiento es por el Carzilasa, medicamento que no conocía hasta cuando le pidieron que lo inyectara “y empecé a investigar y cuando vi lo que era, yo quiero esto. Comencé a investigar, total que llegué al que para mí es una eminencia, él tiene un doctorado en medicina molecular en Alemania, doctor Rocha Carrillo, el investigador principal de estos dos medicamentos. Me dijeron, es muy difícil ese señor, a ver si quiere hablar con usted. Finalmente lo logré y ahora tengo una gran amistad”.
Junto con el otro medicamento RD nuverasa, la eficacia del tratamiento de Gómez Zanabria se refleja en casos como el de una paciente que “ni el pulmón se le veía en la radiografía, literal, con 40 de oxigenación, cuatro veces a punto de morirse. Yo me acuerdo que la gente lloraba alrededor, ya despidiéndose de la señora y yo todavía le estaba inyectando cosas. Y la señora está viva en su casa por no rendirme. Gracias a Dios está viva en su casa, no gracias a mí, yo siempre digo que yo nomás le ayudo”, dice el ex militante panista.
Además de estos medicamentos inyectables, el doctor adjudica su reconocimiento a que ve “al paciente como si fuera mi familia”, lo que les genera confianza, pero también tristeza en él.
“Por eso dije que si se vale llorar porque me involucro mucho con la gente, con mis pacientes, con sus familiares. Antier murió una persona, que ni siquiera era mi paciente, pero intenté en los últimos dos días, familiar de una enfermera que nos ayuda, y en la noche lloré igual, como si se se hubiera muerto un familiar mío. Me da mucho coraje que se muera la gente”, declara con voz entrecortada y ojos humedecidos.
Relata que el finado Eger Gálvez, su compañero en el gobierno del perredista Evodio Velázquez como director de Salud y él como secretario de Planeación y Desarrollo Económico, le habló diez días antes de fallecer para preguntarle por su tratamiento, pero nunca fue por él, “a mí me dolió mucho porque sentí que él se pudo haber salvado”.
Resalta que cada médico “tuvo que rascar con sus propias uñas, cada médico tuvo que investigar cómo hacerlo, cada quien tuvo que encontrar su propio camino de tratamiento. Nadie nos educó, por más que digan, a nivel nacional nadie nos educó. No hubo protocolo, incluso el ISSSTE y el IMSS manejan protocolos diferentes de tratamiento porque me llegan pacientes que fueron. Entonces tuvimos que aprender a trancazos, y a veces los trancazos eran que el paciente no mejoraba, que el paciente se moría. Yo tengo la fortuna que no se ha muerto mucha gente que he tratado.”
–¿Cuántos pacientes?
–Yo creo que andarán por los 40, pero me llegó gente falleciendo, llegaba gente con 35 de saturación de oxígeno, con 30. Se han muerto más, yo creo que entre conocidos y gente que traté y gente cercana a los que conozco, pues sí son como 120 muertos, una cosa así. Gente que yo directamente traté, que creí que se podía salvar y no se salvó, unos tres o cuatro, que sentí que se salvaban y no, finalmente falleció.

Desesperación, dolor, intentos de suicidio

Además de los síntomas tradicionales de tos, fiebre, el doctor Gómez Zanabria observa que el Covid-19 genera temor, pánico y ansiedad, “muchísimos pacientes de repente me hablan y me dicen, es que estoy ansioso, no puedo respirar, aunque estén oxigenando bien”.
Y hasta ha lidiado con intentos de suicidio, “una paciente me decía ‘doctor, se lo firmo, quíteme la vida, así, ya no aguanto, se lo firmo, quíteme la vida.’ Yo decía, no lo puedo matar, yo estudié para salvarlo, no para matarlo. Hubo alguien que ni siquiera el paciente, era su familiar, que atentó contra su vida y lo logró. Así de grave. Tuve otra persona que lo intentó, no lo logró, pero sí se clavó un cuchillo.”
Por ello parte de su trabajo es hacerla de sicólogo y “convencer que no se van a morir, así de frente, ¡los estoy viendo a los ojos, mire, no se va a morir, hágame caso!”.
Asegura que “si alguien se enferma de Covid y lo toma con cierta tranquilidad, se atiende rápido y se atiende bien, el Covid es totalmente curable”. El problema es que algunos de sus pacientes llegan con tratamientos mal iniciados y mal aconsejados, “que porque un familiar le sirvió esto, que al principio estaba el tesito de las aspirinas con el limón hervido, luego que todo lo caliente te quita el Covid, entonces se quemaban la garganta tomando tés calientes, algunos consejos que no son útiles, pero la gente les hace caso porque me lo dijo mi prima, mi comadre, o alguien que me aprecia, eso no debe de ser”.
Por eso llama a que la gente acuda de inmediato al doctor al primer síntoma y a que se sigan cuidando, usando cubrebocas y no estigmatizando a los enfermos porque “mis pacientes me dicen, no me quieren inyectar, no me quieren ver, nos ven como apestados”.
Otro problema recurrente es que “la gente tiene mucho miedo ir a las instituciones, creo que ahí sí están en un error, sí quisiera que lo puntualizaran. La gente cree que ir al ISSSTE o al IMSS es ya para que los maten”. Por eso asegura que la estadística oficial sobre los casos “nada que ver” con la realidad.
También se necesita un “sistema de salud más eficiente, no de palabritas si le voy o no a meter dinero”, sin embargo, afirma que la atención en los hospitales públicos “no es mala, honestamente. Yo luego les digo a mis pacientes, no está mal, usted debería de acudir a una institución si tiene seguro. Les están dando su cajita feliz, yo digo, con un kit muy básico de medicamentos e incluso yo creo que en plan, no debería de decirlo así, pero de ahorrar porque les dan un antibiótico y les dicen, tómese una pastilla hoy y media después. O sea, como queriendo no gastar tanto en las instituciones, probablemente porque no haya el recurso, eso se entiende”.
El promedio de las últimas semanas es de entre 10 y 15 pacientes al día, pero “estos semáforos amarillos nos dan en la torre porque anda gente asintomática en la calle, pues nos van a provocar que tengamos otra oleada después”, por ello insiste en no bajar la guardia.
Relata que el peor momento de la pandemia fue julio y agosto, “yo creo que estuve dando alrededor de 35 consultas al día, desde las 7-8 de la mañana hasta las 4-5 de la mañana porque antes todavía dábamos a domicilio, dormíamos tres horas y otra vez. El teléfono empezaba a sonar desde las 5 de la mañana”.
Asegura que nunca le ha tenido miedo al coronavirus, incluso cuando se enfermó junto con su esposa a mediados de mayo, “y enfermos y todo y dábamos consulta, teníamos la sala llena de gente. Donde está la recepción, ahí tenía el escritorio y las sillas y todos alrededor viendo cómo daba la consulta. Se acostumbraron, yo les decía, ni se espanten, todos tienen lo mismo, o sea, aquí nadie va a venir contagiar a nadie, ya vienen contagiados”, declara el doctor que no usa cubrebocas en su consultorio.
Indica que “bajó un poquito en diciembre, pero poquito, pero en cuanto pusieron el semáforo amarillo, a los 15 días ya estábamos otra vez con muchos casos. De hecho, en febrero hubo más casos, que en julio y agosto, se fue el pico hasta arriba. Ahorita en marzo hay menos casos”.

Un paciente grave llega a gastar 200 mil pesos

El doctor Gómez Zanabria también observa una crisis económica porque el Covid es una enfermedad que se puede volver carísima, “un paciente no grave, regular, pero sí delicado, yo creo que se gasta sus 8, 10 mil pesos. Un paciente grave sí llega a gastar 200 mil pesos, con lo que yo estoy manejando. Un paciente grave en el Santa Lucía o en el Prado, o en otro tipo de hospital, se gastan 100 mil pesos diarios en tratamiento. Un entubado es muy caro”.
Al consultorio de la colonia Progreso llegan pacientes de distintos estratos sociales, pero la mayoría son de escasos recursos, algunos incluso llegan descalzos, agrega su esposa Romina Ramírez, quien lo ayuda a recibir a los pacientes con otras tres enfermeras, “sin ella no hubiera podido” seguir, asegura el médico con una larga trayectoria política.
“Una paciente me dijo aquí, doctor, estamos empeñando nuestras cosas para poder salvar a nuestro familiar, y sí es cierto, yo lo entiendo así. En una pandemia, en una crisis económica que causó la misma pandemia, con un mal manejo de políticas públicas de parte del gobierno en cuanto a apoyar a la gente para que tenga recursos. La gente no tiene dinero, se quedan sin trabajo muchos, muchos. No es mentira, le doy la medicina y les digo, luego me la paga, yo lo que quiero es que se curen. Mi sorpresa es que, gracias a dios, la mayoría me paga.”