EL-SUR

Martes 07 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Economía  

Arrasan las olas negocios y casas de pueblo de Cruz Grande; aún no reciben ayuda, se quejan

El 19 de mayo por la noche irrumpió el oleaje y la arena invadió la comunidad de Boca del Río, ubicada a media hora de la cabecera municipal

Jacob Morales Antonio / enviado Boca del Río

Julio 01, 2021

Bajo la arena y destruidos se encuentran los negocios y casas ubicadas en lo que ahora se ha convertido la playa de Boca del Río Foto: Jacob Morales

Jacob Morales Antonio / enviado

Boca del Río

A Boca del Río, el mar se lo come poco a poco. El 19 de mayo por la noche grandes olas irrumpieron en las casas del poblado costero ubicado a media hora de la cabecera municipal, Cruz Grande, y a mes y medio de que los damnificados avisaron a las autoridades, ni del municipio ni del estado les han enviado ayuda.
Una de más de 40 casas y negocios afectados por las olas y la arena que fue arrastrada por el efecto del mar de fondo, es de doña Espíndola Bárcenas Jacinto de 68 años. Ella nació ahí. Recuerda que el mar estaba a más de 200 metros de donde está su actual casa que hace varios años reubicó por que el mar le ganó terreno.
En la localidad viven unas mil personas, es de apenas tres calles, sólo la principal está pavimentada. Son tan largas que se extienden a la orilla del mar por casi 2 kilómetros. La mayoría de las casas son de concreto y techo de láminas. Tiene agua entubada. No hay servicio de telefonía, tampoco drenaje, y menos un centro de salud. Para llegar hay que transitar por una carretera pavimentada con baches, y un tramo de terracería.
La Iglesia de San Miguelito, el santo patrono, no se salvó y ni un milagro se hizo el propio santo. Su antigua casa quedó bajo la arena y los pobladores le construyeron otra sede. Fue justo la noche del 19 de mayo, un día antes de la gran fiesta en su honor, cuando las olas azotaron la comunidad.
Doña Espíndola no sabe si la destrucción causada fue por el enojo del santo. En la iglesia yacen decenas de fotografías de militares, mujeres, bebés y familias que han ido a pedir un milagro. El comisario de la localidad, Adán Ruiz Ramos, dice que el santo es muy querido.
La destrucción que dejó el golpeteo de las olas, es desoladora. Las casas del primer frente han quedado a unos 10 metros del mar. Sin techo, sin puertas, sin ventanas, y con la arena en lo que alguna vez tuvo un techo.
Adentro roperos, mesas, sillas, camas, refrigeradores, ropa y otras pertenencias cubiertas y mojadas. Otras más están arrumbadas en casas de los vecinos del bloque dos. Ahí donde sólo llegó el agua de mar, pero que gracias a las bardas de poco más de un metro no penetró en las viviendas.
Desde la calle y desde la zona de la playa, al caminar se observa una casa de concreto ladeada, decenas de enramadas destruidas, casas invadidas por la arena de hasta un metro de altura, parte de la calle principal cubierta de arena blanca, que parecen dunas por momentos.
La señora Espíndola, una mujer de tez morena, dice que desde que nació jamás había visto tanta destrucción. Ella perdió todo. Hasta las cervezas que vendía en su ramada quedaron enterradas por la arena. Ahora vive en el patio y en el corredor de la casa. De sus nueve hijos, sólo uno vive con ella, del resto ni ella se acuerda cómo son, porque no la visitan.
La mujer reclama que ha pasado más de un mes y medio, y ninguna autoridad, ni del municipio, y menos del gobierno del estado ha ido a socorrerlos. Dice que pasadas las elecciones los candidatos que ganaron se olvidaron de ellos. Pero incluso el día que las olas los golpeó, los políticos fueron a prometerles ayuda.
Dicharachera, como son las mujeres de la costa, de pronto dice “no me vayan a echar presa” por dar su testimonio. Recuerda que de su casa al lugar donde rompía el mar, hace unos 40 años, eran unos 200 metros o un poco más y había un bordo alto, y luego estaba la playa, pero poco a poco el mar se ha ido devorando al pueblo.
Afirma que uno de los problemas que detonó que el mar se adentrara al pueblo, es la desviación del río Tecualuya que antes desembocaba en la zona donde está el pueblo, pero ahora desemboca en la laguna de Chautengo, por presión de los ganaderos. Dice que el agua arrastraba la tierra y eso rellenaba parte de la playa, lo que impedía que el mar se adentrara al pueblo. “Y ahora más peor, feo, feo se puso”.
–¿Qué va hacer con todo esto que pasó?
–Nada. Aquí estamos durmiendo con el zancudero. ¡Qué hacemos!. Yo quisiera sacar la arena de la casa, pero cómo le hago. No puedo.
La ramada que tenía aledaña a su casa y donde atendía a los pocos turistas que llegaban en las fiestas del santo patrono, desapareció. Pero al menos sabe que el mismo mar le da de comer y puede pescar.
Ella cuenta que no tiene ningún apoyo del gobierno. No la han censado para la pensión pese a tener 68 años. El año pasado se enfermó de Covid-19, estuvo 20 días en el hospital Regional en Ometepec, no necesitó oxígeno, pero dice que sentía que iba a morir. Por eso el día que anunciaron que se tenía que ir a vacunar contra el virus, no lo pensó dos veces.
La señora Espíndola reclamó que el presidente perredista del municipio Wilbert Sait García Trujillo no se ha ido a parar, y sólo mandó a personal de Protección Civil a tomar fotografías. Al gobernador Héctor Astudillo le dijo “que me ayude con mi casita, ve cómo estoy. Una ayuda para parar la casa”.
Dijo que ella está dispuesta a irse a otro lugar, ver la manera de comprar un terreno, y el espacio que actualmente tiene lo usaría únicamente como negocio. Eso sí, dejó claro que nadie en la comunidad está dispuesto a que el pueblo completo sea reubicado.
El comisario municipal Adán Ruiz Ramos exigió a las autoridades municipales y del gobierno del estado ayuda para poder limpiar las casas de arena y para que las familias afectadas puedan regresar a sus casas y volver a impulsar sus negocios.
También que las autoridades intervengan para que el río desviado regrese a su cauce normal y vuelva a desembarcar a un costado de la comunidad, piensa que con eso el mar retrocederá.