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Sociedad  

Arquitecto Aceves: la Carta de Venecia, eje para defender y conservar el patrimonio histórico

Yanireth Israde / Agencia Reforma Ciudad de México A 60 años de su emisión, la Carta de Venecia, documento internacional que marca la pauta para la conservación y la restauración de monumentos y sitios patrimoniales, mantiene su vigencia y refrenda su validez, destaca el arquitecto mexicano Salvador Aceves, quien participó en el congreso que promulgó … Continúa leyendo Arquitecto Aceves: la Carta de Venecia, eje para defender y conservar el patrimonio histórico

Mayo 25, 2024

Yanireth Israde / Agencia Reforma

Ciudad de México

A 60 años de su emisión, la Carta de Venecia, documento internacional que marca la pauta para la conservación y la restauración de monumentos y sitios patrimoniales, mantiene su vigencia y refrenda su validez, destaca el arquitecto mexicano Salvador Aceves, quien participó en el congreso que promulgó estos principios en mayo de 1964.
Recuerda en entrevista la pertinencia de un encuentro mundial como el convocado en Venecia, Italia, cuando los países involucrados en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), reconstruirían los inmuebles destruidos durante el conflicto bélico.
“Estamos hablando de 1963 y 1964; apenas había pasado la reconstrucción de la Segunda Guerra Mundial. De los cincuentas a los setentas fue la obra más importante de rehabilitación, de reconstrucción y de acondicionamiento del patrimonio inmobiliario en general y del patrimonio histórico en particular”, contextualiza Aceves, testigo privilegiado de esta reunión y probablemente uno de los últimos participantes que sobreviven.
El establecimiento de criterios para la conservación del patrimonio comenzó con la Carta de Atenas, en 1931, pero la reconstrucción de las edificaciones arrasadas durante el conflicto bélico obligó a su revisión, indica quien también se desempeñó como asesor del Consejo Internacional de Museos (ICOM) y coordinador de Monumentos Históricos del INAH.
Aceves, entonces un arquitecto de 27 años que estudiaba en el Politécnico de Milán, no acudió a Venecia como parte de una delegación mexicana: fue invitado por uno de los organizadores del congreso, Piero Gazzola, como arquitecto contemporáneo interesado en el patrimonio, aclara. Los representantes de México fueron Carlos Flores Marini, entonces director del Departamento de Monumentos Coloniales y Ruth Rivera, en representación del Instituto Nacional de Bellas Artes.
“En 1963 vivía en Milán, estaba haciendo mi especialización en Monumentos y Ciudades, y tuve contacto con la gente que estaba haciendo los manifiestos para darle sustancia a la Carta de Venecia. De manera que yo participé desde antes de que existiera la Carta porque hablaba español, y porque mis maestros del Politécnico me recomendaron ante los organizadores del Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de los Monumentos Históricos, que acuñó la carta, para que participara”.
Aceves destaca los aportes de los arquitectos, quienes promovieron la restauración y la rehabilitación del patrimonio edificado, postura contrapuesta a los que consideraban la arquitectura como obra de arte intocable.
“El congreso estaba muy lastrado por arqueólogos y restauradores de obras de arte, es decir, gente de los museos, y el porcentaje de arquitectos con experiencia en la restauración, en la rehabilitación, en el proyecto y en la investigación sobre los monumentos y con experiencia en obras, no éramos mayoría”.
La corriente interesada sobre todo en el carácter artístico de la arquitectura desconocía los avances de la teoría y de la práctica de la restauración, señala.
“Porque al verla como obra de arte (se vuelve) una cosa intocable, que no se puede intervenir, que no se puede adaptar al tiempo y que no se puede cambiar de destino. Querían, por ejemplo, que los conventos siguieran siendo conventos, aunque ya no hubiera monjes, y si los hacían museos o centros culturales había una opinión muy rasposa”.
Pero prevaleció la visión del monumento como arquitectura y el Centro Histórico como Ciudad, con todas las vinculaciones y las tensiones que tal noción supone.
Así, en la Carta de Venecia se estableció que el uso garantiza la continuidad del monumento.
“Lo empujamos los arquitectos; hay tres personas que fueron muy importantes, y muchas otras que opinaban lo mismo, pero no lo escribieron: Roberto Pane, Corrado Maltese y Piero Gazzola tuvieron esa claridad de expresar lo que todos pensábamos, y no hubo más que un voto en contra: el del representante de los Estados Unidos”.