EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Sociedad  

Ni la pandemia de Covid-19 detiene la tradición ancestral de la petición de lluvias

Una vez más los hombres vestidos de jaguares se enfrentan en Zitlala, para ofrendar su sangre a la Madre Tierra, para que sea generosa y haya buenas cosechas, argumentan

Lenin Ocampo Torres Zitlala

Mayo 06, 2022

La matanza de animales para dar de comer a los participantes es uno de los componentes de la tradición de Zitlala de petición de lluvias Foto: Lenin Ocampo Torres

Lenin Ocampo Torres

Zitlala

Cada gota de sangre es una gota de lluvia. La creencia es que entre más sangre caiga a la tierra más agua mandan del cielo. Es por eso por lo que cada año los hombres jaguares de Zitlala se enfrentan en un coliseo improvisado para ofrendarle su ira y linaje a la madre tierra, y sea un buen año de lluvia, cosechas y vida.

Una mujer grita de júbilo antes de entrar a participar por primera vez a la “pelea de Tigres” en Zitlala ritual con en que se pide que haya suficientes lluvias y una buena siembra en la temporada que se avecina Foto: Jose? Luis de la Cruz

Gabriel Vicente es un hombre indígena nahua, lleva 22 años peleando y hace unos meses luchaba contra el virus del Covid-19 que lo dejó en cama varias semanas.
Ayer, regresó como capitán del barrio de San Francisco, para continuar una tradición ancestral que sus abuelos y su padre le han heredado.
Durante su batalla contra el coronavirus siempre pensó en regresar a la cancha de Zitlala, donde cada 5 de mayo los indígenas de cuatro barrios llegan vestidos de jaguares y se enfrentan a reatazos para dar la bienvenida a la temporada de lluvias.
“En mi caso que me dieron esa confianza de ser capitán, yo cuando estaba (enfermo de Covid) en la cama lloraba. Fue una situación fatal, me aventé dos tanques de oxígeno, los pulmones se me perforaron, pero ya estamos bien para seguir peleando, ser el jefe de la tribu me regresó a la vida porque tenía que estar”, comentó mientras en su casa repartía el mezcal con sus invitados.
La antesala de la petición de lluvia comienza desde el 1 de mayo, donde los indígenas nahuas del municipio de Zitlala inician sus tradiciones y ofrendan su sangre al dios Tláloc, para pedir que sus cosechas sean buenas en una de las zonas más violentas del estado de Guerrero.
El jueves en la casa de los capitanes de los barrios de San Francisco, San Mateo, Cabecera y Tlaltempanapa, preparan el alimento de los peleadores, entre música de viento y mezcal para el cuerpo.
“Preparamos el alimento sagrado para nuestros tigres, es el sacrificio que se hace en cada barrio, es un sacrificio que se hace para tener un alimento para nuestros peleadores, algunos matan una res, otros un chivo o un marrano, no importa el animal, pero lo tenemos que ofrendar para nuestros luchadores”.
En la casa de Vicente se reunieron sus peleadores, familiares y amigos. Los hombres tasajearon un toro que es el animal que este año ofrendaron, con hacha en mano golpearon una y otra vez hasta partir sus huesos. No hay parte del animal que no se aproveche.
Las mujeres limpiaron la carne y después la cocinaron, la misma sangre del toro es hervida para después degustarla.
Hombres y mujeres toman mezcal, Vicente con botella en mano lo reparte siempre a la derecha, no hay oportunidad de decirle que no y cada invitado es recibido con un gran sorbo del líquido del maguey.
“Nosotros en la pandemia seguimos peleando, no suspendimos nuestra tradición, claro que no dejamos entrar gente, pero tampoco dejamos de seguir luchando para que la madre tierra no nos quitara la lluvia, aquí todos somos fuertes y el hecho de pelear ya te hace ganador”, expresó Gabriel Vicente, que es maestro en la comunidad de Tlaltempanapa.
En los barrios la única rivalidad que hay es cuando se ponen las máscaras de tigres, en ese momento “ya no hay perdedores, ya en la pelea la adrenalina hace que no se sientan los golpes, tu cabeza se sacude, pero la fuerza de campesino hace que nunca sucumbas”.
“Es un orgullo ser partícipe de esta tradición y ser capitán, es un compromiso, uno como peleador tiene que dirigir a su gente, como capitán siempre hay que esperar y apoyar hasta el último peleador, es con lo que contribuimos a que nuestras tradiciones persistan”.
Los indígenas piden a Tláloc que como cada año no los desampare con las lluvias, que sus cosechas y el campo florezcan para alimentar a sus pueblos, “aunque cristianamente se celebra la Santa Cruz, es ahí donde se conjuga una tradición ancestral con la llegada de los españoles, pero en realidad todos sabemos que le pedimos el agua al dios Tláloc”.
Ahora Gabriel Vicente tiene otra lucha más, pelear porque las nuevas generaciones tomen el mando y conserven sus tradiciones ancestrales que datan de antes de la llegada de los españoles.
“Aquí ya anda mi hijo, desde pequeños les inculcamos que la pelea siempre es por la tierra, que no es sólo llegar al ruedo y pelear sin sentido, nosotros lo vamos transmitiendo a las nuevas generaciones y es así como los niños van agarrando la adrenalina y el coraje, nos aferramos a lo que es nuestro”.
Ayer, después del Covid-19, Gabriel Vicente regresó al ruedo, donde al igual que decenas de indígenas luchó frente a frente para ofrendarle su pelea a la madre tierra, porque “una gota de sangre es una gota lluvia, entre más sangre derramada más lluvias habrá y por lo tanto habrá mucha abundancia en el campo”.

Se trasmite el ritual de padres a hijos sin distinción de sexo

En Zitlala todos los integrantes de las familias participan en el ritual de petición de lluvias. Este año, los tres hijos de Adrián Tepetitlán hicieron su primera participación. Consideran un orgullo representar a su familia y a su barrio San Mateo en la tradicional pelea de tigres, que en realidad representan jaguares.
Las batallas de ayer cuerpo a cuerpo y con una reata como arma son parte de un ritual ancestral en esta comunidad que inicia el 25 de abril y culmina el 5 de mayo. Se le denomina el Atsatsilistli que significa clamor por las lluvias.
Para llegar a pelear los participantes se preparan con dos factores: la mentalidad y la fuerza.
La tarde de ayer, de una vivienda con paredes de piedra del barrio de San Mateo salieron tres peleadores jóvenes. Adrián Neri de 20 años, su hermana Sabina de 12 y un pequeño de apenas 6 años. Es su primer año en esta tradición.
Son hijos de Adrián Tepetitlán y de Fabiola Coachichín.
El señor Adrián de 50 años peleó en las ediciones de 1995, 1996, 1997, 2020 y 2021. Este año decidió dejar la estafeta a su hijo de 20 años, acompañado de sus dos hermanos.
Su forma de seguir participando es tejiendo las “cuartas” que son una especie de mazo de ixtle y que es el arma principal de los tecuanis.
El joven Adrián Neri Tepetitlán dice que lo hace por tradición.
“Veo a mi papá que también peleó, quiero seguir sus pasos, más que nada por la petición de lluvias”.
–¿Te preparaste para esta pelea?
–Sí, lo primordial es la mentalidad. Que vas a entrar, si no te armas de valor vas a dudar. Lo segundo es la fuerza, preparación no de entrenamiento, sino del trabajo de campo, de ahí surge la fuerza”.

Su familia se dedica a la siembra de maíz y frijol

Sabina, la adolescente de 12 años salió de su casa vestida con una máscara negra de cuero de res, con una reata enredada a la cintura y su mazo en la mano.
“Me siento orgullosa de bailar en esta tradición, representar el barrio y la familia”.
La señora Fabiola García, mamá de los tres hijos y que los acompaña en su recorrido por las empinadas y soleadas calles del barrio está orgullosa, se le nota en la sonrisa del rostro.
“Muy orgullosa de mi hijo ahora que ya está grande está representando a su barrio. Muy contenta, muy feliz, desde chiquito veía a su papá y me decía yo también le quiero entrar cuando este grande”.
En el recorrido y al son de la música de viento, el más pequeño de los peleadores de la familia danza también portando un traje negro, una máscara y una reata.
Las peleas hacen tronar las reatas en las máscaras de cuero, en la espalda y en las piernas. Algunos peleadores entran hasta cinco veces. También participan mujeres y algunos visitantes.
Las peleas culminaron minutos después de las 8 de la noche, los jaguares regresan a sus barrios bailando para cenar en la casa de los capitanes.
Se espera que esta ofrenda de golpes, sangre, sudor y fe se traduzca en abundante lluvia y buenas cosechas en este nuevo ciclo agrícola. (Luis Daniel Nava / Zitlala).