EL-SUR

Martes 22 de Abril de 2025

Guerrero, México

Sociedad  

“No estoy esperando a tener un postdoctorado para hacer cosas”, dice Cristóbal Miguel García Jaimes

Conocido como Chico Partículas, el alumno de doctorado en física en Lausana revela que tiene “proyectos que quiero plantear a la UAG en la carrera de matemáticas. Si se diera el diálogo, yo encantado de la vida”. Es parte del equipo que da forma al Future Circular Collider, sucesor del Gran Colisionador de Hadrones construido en Suiza en 2001. Nacido en San Miguel Totolapan, se alista para ser “un científico completo”. Ya que lo logre, adelanta, regresará a México a contribuir “con la mejor de las ganas”

Febrero 03, 2025

El Chico Partículas en las instalaciones de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (conocida por las siglas CERN), en Suiza Foto: Tomada de Facebook

Guillermo Rivera

El Sur / Ciudad de México

El conocimiento transforma y es poder, eso lo tiene muy claro Cristóbal Miguel García Jaimes. El físico guerrerense aconseja que, para avanzar hacia “el camino correcto”, lo primero a saber es en qué eres bueno y qué te gusta. Porque tener pasión, señala, va más allá de la disciplina.
“La disciplina te hace trabajar tres horas diarias por obligación, porque es tu deber, pero la pasión te hace trabajar los viernes en la noche mientras estás haciendo una entrevista”, dice a El Sur, vía Zoom, desde Suiza, donde estudia su doctorado en física en la Escuela Politécnica Federal de Lausana, ciudad donde reside desde hace tres años.
Apodado Chico Partículas, Cristóbal Miguel, hoy de 28 años, se hizo famoso cuando, siendo estudiante de la preparatoria 6 de la UNAM, construyó un acelerador de partículas de poco más de medio metro de longitud cuyo costó fue de apenas mil pesos.
En su segundo año de la prepa, hizo una estancia de verano con el doctor Efraín Chávez Lomelí en el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Fue donde conocí estas máquinas maravillosas para controlar las partículas y a mí me fascinaba la física experimental. Le pregunto al doctor: ‘Ya sabemos lo que es un acelerador de partículas en grandote, ¿podríamos hacer un acelerador de partículas en miniatura para un concurso interpreparatoriano?’. Me dijo que sí y empezamos a trabajar”, recuerda.
Para eso necesitaba material de reciclaje de la basura. En su tercer grado, a los 17 años, construyó el acelerador, con el que ganó el concurso de interprepas. De ahí se fue a la Feria Nacional de Ciencias y quedó en segundo lugar.
Era velador en la colonia Roma y ya cursaba el primer año de la licenciatura en física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, cuando en la Feria de las Ciencias de la universidad se llevó el primer lugar gracias al proyecto que presentó. “Me dieron una computadora que vendí para pagar mi renta”, relata.
Durante una entrevista, un periodista de la Crónica de Hoy lo invitó a ser columnista en ese espacio. En 2014 obtuvo el Premio Nacional de la Juventud.
Lo más importante –o lo que definiría su futuro– es que fue invitado por la Organización Europea para la Investigación Nuclear (conocida por las siglas CERN) a dar una conferencia sobre su baratísimo acelerador de partículas en Suiza.
“La invitación me llegó por mensaje en Facebook. Se fijó en mí un investigador mexicano llamado Luis Flores Castillo. Cuando llegué al CERN pensé: ‘Tengo que volver’”. Era 2015 y él tenía 19 años.
En 2021 cumplió su promesa. A los 25 años regresó, pero ya no como conferencista: sería alumno del doctorado en física en Lausana.
En Suiza –sede del Gran Colisionador de Hadrones, considerado el acelerador de partículas más grande en el mundo–, Cristóbal Miguel ahora es parte del equipo de científicos que construyen el Future Circular Collider (FCC), que medirá 100 kilómetros de diámetro y será el sucesor del Gran Colisionador.

La Tierra Caliente, el origen

Oriundo de San Miguel Totolapan, en la Tierra Caliente de Guerrero, Cristóbal Miguel vivió ahí hasta su adolescencia, cuando era un quinceañero. “Cuando me fui, hace 13 años, todavía no había internet o wifi, que llegó hace seis u ocho años”.
Su papá era maestro de bachillerato. Su mamá estudió la secundaria y su abuela materna no aprendió a leer ni a escribir.
“Tengo primos que ya empezaron a ir a la universidad. Tengo uno que entró a la universidad antes de mí. Yo soy el segundo. Y soy el primero en el posgrado en mi familia”, cuenta el joven físico.
Es viernes por la noche en Suiza. Mientras prepara un curso, Cristóbal Miguel dice que ha dormido tres horas nada más. Pero se da un tiempo para reflexionar en voz alta.
“Ser de un pueblo pequeño muchas veces significa rezagos, falta de oportunidades y de instrucciones educativas, no tenemos universidad. Llegamos hasta bachillerato. Me llegan emociones importantes: ahí aprendí a hablar, vendí pan con mi hermano cuando mi papá se fue de la casa. Empecé a desenvolverme, a platicar”.
Recuerda un libro de física en su casa. Su papá, profesor de ciencias naturales, les prohibió leerlo. Cuando se fue de la casa –Cristóbal Miguel tenía 10 años–, se acabó el impedimento.
“Estuve en un estado de depresión y pasé a ser introvertido. No fui a ninguna fiesta desde sexto de primaria hasta la secundaria –menciona–. Una señora me dijo: ‘Tu papá los dejó, son una carga para él’. Me impactaron tanto esas palabras que pensé: ‘No quiero esto para mí’. Agarré el libro de física general. Fue fascinante ese cambio al conocimiento”.
Un nuevo camino se fue dando: “El conocimiento transforma vidas: salí de mi municipio, donde somos 4 mil habitantes en la cabecera municipal, por los concursos académicos a nivel estado”.
Un profesor de secundaria, Enio Maldonado, le dijo que “tenía madera”, que se fuera a Ciudad de México a estudiar.
“Todo gracias al impulso de mi hermano y hermana (menores que Cristóbal) y de mamá, fallecida hace ocho años por insuficiencia renal crónica debido al lupus. Me tocó enfrentarlo a mí y a mis hermanos a muy temprana edad”.
Cristóbal Miguel tiene su propia filosofía: la buena suerte es estar preparado para cuando las cosas sucedan. Ya inmerso en la plática, demuestra que es un gran conversador.
“Es muy bonito recordar lo que aprendes en el pueblo. A pesar de que no tienes oportunidades, las tienes que buscar; tienes que salir a trabajar, ‘echarle las ganas’. Te das cuenta de que, por más que trabaja alguien, muy pocas veces logra salir adelante.

“Quien no ama a su patria,
no ama a su madre”

“Cuando a uno le toca la suerte de tener una oportunidad, sí o sí debes aprovecharla. Me preguntan que por qué no me da el síndrome del Jamaicón en Suiza. Veo a mi tío Juan Mujica sembrando la milpa a las tres de la tarde bajo un sol abrasador y no se raja. Si él no se raja con sus condiciones, yo menos lo puedo hacer”.
Ser parte del equipo de científicos que construyen el FCC no sería una realidad si Cristóbal Miguel no hubiera llegado a los 15 años a casa de su tía y sus primos en Santa Martha Acatitla. Si no hubiera tenido miedo al Metro. Si no hubiera tomado hasta tres transportes, a diario, para llegar a la prepa 6, con los camiones siempre desbordados de pasajeros y su mochila atorada a veces en la puerta.
No faltaron, tampoco, compañeros que lo corregían en su forma de hablar o porque lo consideraban muy sincero, tan sincero como en esta entrevista:
“Los tres primeros años de vivir en Ciudad de México fueron un cambio total. Uno busca economizar, comprar la comida más barata, que te alcance para llegar a fin de mes. Caminas para ahorrar un pasaje. Te invitan los compañeros a las salidas. ‘Tengo algo que hacer’. Mientes para no decir que no te alcanza”.
Su mamá le dijo: “Ya estás ahí y ahora lo haces”.
Aquello es tan reciente y tan lejano al mismo tiempo. Ahora, en Suiza, ambiciona regresar a su país. “No he conocido a ningún mexicano migrante legal, ilegal, que sea feliz de no estar en México. Aunque estén por asilo, huyendo de la violencia o por equis factor, extrañan la tierra, la comida”, asegura.
“Yo encantado de regresar a México, de ser investigador en mi universidad, la UNAM, o en otra universidad. Tengo unos proyectos que quiero plantear a la Universidad Autónoma de Guerrero en la carrera de matemáticas. Si se diera el diálogo, yo encantado de la vida. Aquel que no ama a su patria, a su casa, no ama a su madre”, suelta.
Y sigue: “Me gustaría ser un científico completo y para serlo tengo que hacer un postdoctorado. No sé a dónde me tocará, lo voy a intentar una y otra vez. Y una vez que logre eso, estoy con la mejor de las ganas de regresar”.
Agrega: “No estoy esperando a tener un postdoc o ser científico para hacer las cosas.
Cuando me tocó hacer el servicio social en la UNAM, para tener el título de físico, yo no quería hacer un proyecto de escritorio. Me atreví a hacer un proyecto de divulgación extramuros y así fue como nació la Combi de las Ciencias, que enarbola la idea de divulgar ciencia, artes y cultura en Guerrero”.
Cristóbal Miguel estuvo en su tierra el pasado diciembre. Aprovechando la visita, se dio tiempo para “un proyecto pequeñito: Mochila por las Ciencias. Juntamos cooperación de los compas y entregamos mochilas”, para cumplir con “esta deuda histórica que tenemos con los más necesitados, con los pueblos. No olvidar que un día estuvimos de aquel lado y que nos toca corresponder, no porque nos vaya súper bien, sino porque no hay que esperar a estar muy bien para empezar a hacer las cosas”, explica.

En busca del acelerador
del futuro

El 21 de diciembre Cristóbal Miguel cumplió tres años fuera de México. Le faltan otros 12 meses para concluir su doctorado, al que fue aceptado cuando aún no se titulaba de su licenciatura en física.
Está comprometido –“me casaré en algún momento”– con su novia de Ciudad de México, científica como él.
Fan de Harry Potter, no habla náhuatl pero se considera una persona indígena, orgullosa de sus raíces: “Siento que debemos tener sentido de identidad, sentirte parte, fuerte y sobre todo con unas raíces muy profundas”.
–¿Cómo saber hacia dónde vamos y que ese es el camino correcto?
–Lo primero que tienes que saber es en qué eres bueno y qué te gusta. Saber lo que no se te dificulta. Porque si tienes pasión, tienes algo más que disciplina. La disciplina te hace trabajar tres horas diarias por obligación, porque es tu deber, pero la pasión te hace trabajar los viernes en la noche mientras estás haciendo una entrevista.
La pasión, continúa, “es ese extra que nos hace enfocarnos más, pero también tienes que tener la v de visión y de valor: valentía para atreverte a hacer. Imagínate, salir de un pueblo chiquito con miedo a subirse al camión, al Metro. Ese valor para irte a Suiza”.
–Más que un genio, ser apasionado.
–Me considero alguien apasionado. Apasionado de la física. Me gusta armar y desarmar. Soy feliz armando robots. Para mí, el éxito es estar donde quieres estar, en el momento que quieres estar. Eres exitoso económicamente cuando puedes comer lo que tú quieras. En mi caso, el fracaso es intentar y no lograrlo, pero eso no me hace sentir derrotado. Lo voy a intentar una y otra vez. Siento que fracasas cuando dices “ya no lo voy a intentar”.
–Pasaste de hacer el acelerador más económico a formar parte del equipo que prepara el colisionador más ambicioso.
–Son miles de personas trabajando. Y si se aprueba, se empieza a construir para el año 40 o 50. Yo estoy trabajando en una parte que se llama optical design: acomodar los elementos de tal forma que tengas lo que necesitas en su lugar, pero en vez de legos son imanes de 30 metros. Estos imanes los acomodas de cierta manera para crear condiciones en el racimo de partículas. Estamos trabajando en un nuevo diseño y, si todo sale bien, esperamos contribuir. Estoy muy orgulloso, lo digo con mucha sinceridad y respeto y humildad, porque ha costado mucho.