EL-SUR

Viernes 26 de Julio de 2024

Guerrero, México

Sociedad  

Que nunca se sepa reconstruye el atentado contra Díaz Ordaz y expone misterios del caso

El ex ministro José Ramón Cossío, autor del libro, cuestiona la actuación de las autoridades de entonces que, en vez de encarcelar al fallido magnicida, lo declararon incapacitado. ¿Por qué el Estado mexicano no lo desapareció o lo mató? ¿Por qué no lo llevó a un proceso penal, que era lo que correspondía?, se pregunta. Carlos Francisco Castañeda había cometido tres delitos tipificados: portación de arma prohibida, daño en propiedad ajena y tentativa de asesinato a un presidente, pero no fue a prisión

Septiembre 04, 2023

El ministro en retiro José Ramón Cossío durante la presentación del libro en la sede de El Colegio Nacional, en la Ciudad de México Foto: Colnal

Guillermo Rivera

El Sur / Ciudad de México

El ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) José Ramón Cossío presentó su libro Que nunca se sepa, donde reconstruye el intento de asesinato contra Gustavo Díaz Ordaz, documenta la severa respuesta del Estado mexicano y narra el trágico destino del autor del atentado, Carlos Francisco Castañeda.
Se trata de una lectura sin pies de página y con alta documentación, que ofrece hipótesis sobre los misteriosos vacíos del caso, del cual los medios no dieron seguimiento, recordó el autor de Que nunca se sepa. El intento de asesinato contra Gustavo Díaz Ordaz y la respuesta brutal del Estado mexicano, nombre completo de la obra.
Presentada el miércoles pasado en la sede de El Colegio Nacional, del cual es miembro, Cossío explicó que en sus páginas “hay bastantes afirmaciones sobre derecho, sobre siquiatría con base en conversación con grandes siquiatras. No es invento. No es ficción. Ante algunos huecos –precisó– planteé hipótesis”.
“Es un hecho trágico por donde se le vea y por todos los aspectos”, resumió.
Ante el público reunido para escucharlo, el abogado narró los siguientes hechos: “El 5 de febrero de 1970, Carlos Francisco Castañeda de la Fuente se despierta, lee los periódicos y se da cuenta que el entonces presidente Díaz Ordaz va a celebrar varios actos, pues era el aniversario de la Constitución de 1917. Díaz Ordaz sale de Los Pinos, se dirige al Hemiciclo a Juárez, luego al Monumento a la Revolución y finalmente al Colegio Militar, que estaba en Popotla”.
“Carlos Castañeda lee, toma su pistola Luger, la mete en un maletín. Él había comprado meses antes esa pistola. Se va corriendo al hemiciclo, llega ahí, se da cuenta de que no va a poder disparar contra el presidente Díaz Ordaz porque hay una guardia muy grande. Regresa al Monumento a la Revolución, se para en la esquina que hacen la avenida Valentín Gómez Farías e Insurgentes Norte, con su pistola en el maletín”.
“Cuando ve pasar un automóvil, el grande, él supone por los ruidos que escucha que es el de Díaz Ordaz. Dispara, la pistola se encasquilla, la bala perfora la portezuela trasera izquierda del automóvil del entonces titular de la Secretaría de la Defensa, (Marcelino) García Barragán, con el cual confunde al presidente”.
“Hay distintas versiones sobre quién lo detiene. Lo toman al señor Castañeda y lo llevan a la Dirección Federal de Seguridad, muy cerca de ahí entonces. Lo torturan por 10 días, le practican pruebas criminológicas para ver cuál es su estado de salud, para ver si estaba inmiscuido con otras personas en ese atentado. Finalmente lo trasladan al Campo Militar número 1. Ahí está cuatro meses”.

Ya había desaparecidos de Guerrero entonces

Las autoridades de aquel tiempo supusieron que fue un atentado con la intención de asesinar al ex presidente y que había varios involucrados, añadió el ex ministro.
“Dadas las declaraciones de Castañeda, van al departamento de sus hermanos, en la colonia San Rafael, los detienen, los llevan varios días a la Dirección Federal de Seguridad. Son maltratados. Rompieron todo su departamento para ver si había armas, documentos, para ver qué pasó.
“Se va convenciendo la autoridad de que es una persona que atentó, planeó y actuó en solitario. Se presenta uno de los momentos más trágicos y complicados del asunto.
“Entré a la reconstrucción de las hipótesis. Sobre lo que voy a decir ahora –advirtió Cossío– no hay ningún documento que lo considere.
“En ese momento el Estado mexicano ya había desaparecido personas. Las primeras desapariciones no son de los años setenta, con la Liga 23 de Septiembre: en Guerrero ya se habían desaparecido personas”.
Cossío formuló las siguientes preguntas: ¿Por qué el Estado mexicano, si le quería hacer algo al señor Castañeda, no lo desapareció? ¿Por qué no lo mató, si ya había matado personas? ¿Por qué no lo llevó a un proceso penal, que es lo que correspondía?
Cada quien puede emitir su juicio moral sobre lo que hizo Castañeda, “pero había cometido delitos: llevaba un arma prohibida; hizo daño a propiedad ajena, al automóvil de la Sedena (Secretaría de la Defensa Nacional); y tercero, hubo un intento de asesinato, una tentativa de homicidio. Los tres, tipificados. En un proceso le hubieran correspondido años de cárcel”.

Hechos insólitos y extraños

Cossío hizo una pausa para enfatizar la continuación de su relato. “Acontece una de las cosas más extrañas que he visto en el campo del derecho: se tomó la decisión de declararlo incapaz. Se presiona a los hermanos para que presenten un documento en que le solicitan a un juez de lo familiar que lo declaren incapaz mentalmente, y le asignen la tutoría del Estado”.
“En el Campo Militar número 1 lo visita un siquiatra, que hace un estudio. El siquiatra dice que tiene retraso mental. Dice que es esquizofrénico y paranoico, como si fueran categorías intercambiables, y con eso se inicia un juicio para declarar incapacidad mental. El juicio dura cuatro días, se celebra en el sanatorio siquiátrico Samuel Ramírez Moreno”.
“No lo meten al pabellón 5. La granja siquiátrica se había construido cuando se cerró La Castañeda por sus malas condiciones. Le construyen una celda especial, cuyas fotos están en el libro”.
Carlos Francisco Castañeda tuvo mucha seguridad e incluso dos agentes lo vigilaron para que nadie pudiera hablar con él. Fue sometido a tratamientos farmacológicos muy fuertes, agregó Cossío. “Al parecer se le dio tratamiento experimental. Está cuatro años aislados en una situación de gran deterioro. Lo mandan después al pabellón 5 de enfermos mentales”.
Más de 20 años después, en 1993, “se presenta un hecho muy extraño. Norma Ibáñez, quien hizo su tesis sobre cuestiones médicas, va al sanatorio y Castañeda le pregunta: ‘¿Usted es la abogada que revisa los expedientes de por qué estamos así?’. ‘Sí, yo soy’. ‘Yo no sé por qué estoy aquí, cuál es mi situación y condición’. Norma hace gestiones. Medios toman el caso y un día le dicen a Castañeda: ‘Ya váyase’. Nadie sabía cuál era el estatus jurídico de esta persona” ahí.
El hospital decidió que su hermano se hiciera cargo de él. “Como si el hospital tuviera capacidad jurídica para dar tutoría. Firma y se van. Castañeda sale y vive con su hermano por un periodo en gran deterioro”.
“Se va a vivir a la calle, vive por la San Rafael. Once años en una condición de calle. Y un día en la colonia Juárez lo atropellan, muere en el hospital de Xoco. Le hacen pruebas. No se abrió investigación sobre quién lo atropelló. Dan el acta de defunción un año después. Todo fatal”.

Por qué quiso matar al presidente

“¿Por qué quería matar a Díaz Ordaz? –sigue el ministro en retiro–. La respuesta es la siguiente: el señor Castañeda era joven, tenía unos 26 años en el 68 y poco después de Tlatelolco, de la matanza, habla con un sacerdote, el padre Vázquez Montero. En una conversación, éste le dice: ‘Si eres tan hombre, mata al presidente de la República’.
“Él toma la idea en octubre del 68 y dispara en febrero del 70. ¿Quién era el padre Montero? Era hijo de miembros de las fuerzas armadas, entra muy joven a la diócesis a Veracruz, se va a España y regresa al coletazo de la guerra cristera. Regresa y lo ponen a trabajar en el Colegio Cristóbal Colón, en Veracruz.
“Trabaja en las organizaciones de base católicas de la Acción Católica Mexicana. Hace un trabajo pastoral, político. Revisé los archivos de esta organización, revistas, escritos, los cargos de Montero. Fui a ver al padre Miguel Concha, recién fallecido. No había un atentado desde el clero”.
Cossío reprochó que, en una conversación, el sacerdote Vázquez Montero “de forma irresponsable” le lanzara ese desafío al joven Castañeda de 26 años.
“Este joven estuvo dándole vueltas al reto. Lo fue internalizando y supuso que matar al presidente iba a ser un acto de salvación, de reivindicación de los jóvenes asesinados el 2 de octubre y de reivindicación de la fe católica”.
“Montero se regresó a Veracruz, a la diócesis; quizá nunca se enteró del atentado”.
Sobre esto, señaló Cossío, había poca información. Algunos textos, un documental de la vida de Castañeda de la Fuente después del sanatorio. En las hemerografías, aseguró, no había nada.
“Es poco creíble que nadie se diera cuenta. Había vendedores, todo lo que ustedes saben que se daba en esas celebraciones presidenciales. Segundo, creo que, si se dieron cuenta, no llegó eso a los medios. Ahí, a tres cuadras, estaban todos los periódicos: La Prensa, El Universal, Excélsior, Novedades, El Heraldo. Todos estaban en esa zona”.
“La siguiente cuestión es: ¿hubo una operación de Estado definida para que esto no se comunicara? ¿Los propios medios se autocensuraron para no informar de una cosa que a lo mejor los metía en un problema?
“Hubo una operación definida para que esto no se comunicara o los propios medios se autocensuraron para no informar, por las condiciones de entonces”.
Carlos Francisco Castañeda confesó que él quiso matar al presidente Gustavo Díaz Ordaz. “En un informe firmado por el entonces capitán (Fernando) Gutiérrez Barrios como director de la Dirección de Seguridad, él dice: ‘Yo lo quise matar y lo quise matar solo. No culpen a nadie. Fue un acto personal’.
“Un asunto que era público, porque es público cuando intentan matar a un presidente, lo intentan privatizar cuando les dicen a sus hermanos que lleven una demanda que lo declare incapaz. El Estado –insistió Cossío– no se hace cargo del caso”.