EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

2016: el año de la disrupción

Juan García Costilla

Noviembre 23, 2016

“El año de la disrupción”, bautizaron analistas euro-peos y gringos a 2016, días después del 23 de junio, cuando el 52 por ciento de los británicos votó en el referéndum llamado Brexit, por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, y los acuerdos políticos y económicos que implicaba.
Y el mundo se acalambró por primera vez en este año, casi tanto como se acalambró con la campaña y la elección de Donald Trump para la presidencia de Estados Unidos.
Por eso, días después del Brexit bautizaron a 2016 como el año de la disrupción; fuerte, muy fuerte vieron y adelantaron el calambre, si entendemos que disrupción es una “rotura o interrupción brusca” del orden establecido.
Más dramática y clara, obviamente, en la historia gringa de noviembre: un candidato externo del Partido Republicano franco, tosco, rudo, belicoso y ofensivo, con pinta, modos, temas, posturas y discurso antisistémicos; que cometió todos los negativos y omitió todos los positivos de los manuales y estrategias de mercadotecnia política más respetados; que resistió una evidente campaña en su contra de la enorme mayoría de los medios impresos y electrónicos más influyentes. Un candidato que a pesar y gracias a todo lo anterior, será el próximo presidente del país más poderoso del mundo.
¿Por qué?, fue y es la pregunta encabronada, confundida y preocupada del colectivo internacional, que resulta tan complicado, difícil y azaroso responder. La única certeza consensuada de los estudiosos, es que la disrupción tuvo un catalizador oportuno poderosísimo: las redes sociales e Internet.
En las últimas dos décadas, Internet bajó las barreras para irrumpir en una amplia variedad de industrias. Como consecuencia, las instituciones antes dominantes han visto amenazados su poder y hasta, en algunos casos, su existencia.
En la industria editorial, Amazon ha destruido las librerías tradicionales. En la música, servicios en línea como iTunes y Spotify han debilitado el poder de las disqueras. En el cine, empresas como Netflix amenazan seriamente la hegemonía de los emporios de distribución y exhibición cinematográfica. Ser-vicios como Uber desafían a las empresas de taxis y transporte público que antes reinaban en los mercados urbanos.
“Ahora está sucediendo en el sistema político”, advirtió un mes antes de la elección gringa un editorial de The New York Times. “Las redes sociales y la proliferación de organizaciones periodísticas en línea están minando el poder de las élites de la política y los medios, provocando un sistema electoral más abierto, y caótico, que nunca”.
De acuerdo con ese diario, la disrupción de Internet en el stablishment político explica que candidatos externos -como Ber-nie Sanders en la izquierda, Ted Cruz y Donald Trump en la derecha–, hayan logrado avances tan notables, a pesar de la oposición abierta de sus respectivos partidos.
Y sugiere que ese ascenso no es una casualidad. “En futuras elecciones, las campañas insurgentes serán más comunes, mientras que los jerarcas partidistas lucharán para conservar la influencia que detentaban”.
Antes, si se quería ganar la nominación republicana para la presidencia, era indispensable conquistar el apoyo de insiders influyentes de la política y los medios masivos.
Este tipo de simpatizantes eran valiosos en parte porque tenían el respeto de votantes y activistas. Pero aún más importante, porque controlaban recursos difíciles de obtener por los candidatos sin su ayuda.
Los periódicos tenían la in-fraestructura para distribuir editoriales a cientos de miles de personas. Los grupos activistas te-nían valiosas listas de donantes y voluntarios. Los gobernadores y los senadores se sentaban en la cabecera de maquinaríias políticas que permitían movilizar a simpatizantes para sus candidatos favoritos. Y los donantes bien conectados no sólo podían firmar cheques, sino también convocar a sus adinerados amigos a hacer lo propio.
Esta infraestructura y estas relaciones necesitaron años, si no es que décadas, para construirse. Si los candidatos no podían persuadir a las élites para ayudarlos, simplemente no te-nían maneras realistas de transmitir sus mensajes, reunir suficientes recursos económicos, ni llevar a las urnas a los votantes.
Sin duda, ahora la tendencia es que gane todo lo que implique ir “en contra” de lo establecido. Cualquier candidato antisistémico puede ganar. Esta tendencia se percibe en numerosas democracias occidentales como en España, en donde en los últimos años han ganado candidatos así, desde curules hasta municipios, hoy gobernados por comediantes, maestros de primaria, y otros improbables etcéteras.
Sin embargo, el fenómeno apenas comienza. Según el portal web Vox, “lo más notable es que la disrupción de los medios tradicionales está aún en sus primeros días. Los diarios, revistas, estaciones de radio y cadenas televisivas aún tienen públicos masivos. El ascenso de Donald Trump se debió en parte a su popularidad en la televisión de paga y las redes sociales. Eso significa que la disrupción de la política por Internet se acelerará en los próximos procesos electorales”.
Aunque las historias que se dicen en nuestra sociedad aún son contadas predominantemente por los medios tradicionales, el poder y la influencia de las redes sociales serán cada día mayores. “La disrupción es inminente”, advierte Eli Pariser, un activista liberal en su portal de noticias Upworhty: “Facebook y Twitter permiten compartir todo con tus amigos. Y como la gente tiende a compartir las mismas ideas políticas con sus amigos, las redes sociales refuerzan lo que la gente cree”. Pariser llama a este fenómeno, “filtro burbuja”.
Aunque las campañas de Trump y Sanders parecen un cambio dramático del status quo, el activista gringo sostiene que la revolución política de la Internet “está comenzando”.
El fenómeno disruptivo influirá, sin duda, en la lucha por la Presidencia de México. El coctel socio-político nacional con-tiene ingredientes y potencias suficientes. Habrá que prepararse entonces para cualquier sorpresa, como en el caso gringo, esperanzadora o amenazante. Por su parte, partidos y candidatos bien harían si ponen a remojar ya sus barbas.

[email protected]