EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La llamada y la indignidad

Humberto Musacchio

Febrero 09, 2017

 

Pasan los días y mientras la administración estadunidense le saca jugo a la llamada Trump-Peña Nieto, el gobierno mexicano reacciona en forma errática, atrapado entre el desconcierto, la incredulidad y el miedo, pues se enfrenta a un trato que pasa por encima de las normas internacionales y de los buenos modos que deben privar entre jefes de Estado.
Más lamentable es que se quiera pretender que no ha pasado nada cuando en Estados Unidos circulan versiones según las cuales Donald Trump ofendió a México y los mexicanos, lo que creó una situación que por lo menos aconsejaba cautela. Lamentablemente se prefirió negar lo obvio. De este modo, el improvisado canciller mexicano salió a decir que la conversación entre los mandatarios había sido “constructiva” y hasta se atrevió a calificar de “plenamente falso” que Trump hubiera amenazado con enviar tropas para combatir a los “bad hombres”.
Por una filtración que no parece casual,  se pusieron a circular  versiones que llevaron a demandar en México que el gobierno hiciera pública la grabación de la plática. La respuesta más penosa la dio el vocero presidencial, Eduardo Sánchez, quien negó que la llamada se hubiera grabado por la parte mexicana, “dado que se trató de una conversación entre dos jefes de Estado”, no consideró que existiera la amenaza del envío de tropas y rechazó que el tono de la conversación fuera hostil o humillante. Si eso no es ofensivo ni humillante, el señor Sánchez tendría que aclarar que entiende por cada uno de esos términos.
La declaración del señor Sánchez lo deja como un mentiroso o como un inepto. Es impensable que no se grabe por ambas partes una conversación entre dos jefes de Estado, pues los analistas de ambos gobiernos deben revisar una y otra vez las palabras y los silencios, la entonación y el modo en que se dicen las cosas. Pero si el vocero no miente, entonces estamos ante un caso de monumental irresponsabilidad, ante un funcionario que ignora los rudimentos del trato entre dos naciones y que no considera necesario guardar testimonio de todo lo que ocurre en el más alto nivel de gobierno y que, por lo mismo, pone en un riesgo muy serio la seguridad nacional, lo que merecería llevarlo a tribunales.
Pero la grabación mexicana sí existe, pues Carlos Sada, el subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ante la demanda de dar a conocer la plática, respondió que (ellos, los funcionarios) “no acostumbramos hacer eso. Tiene que ser una cuestión de común acuerdo”. No lo acostumbran, pero si se ponen de acuerdo con Washington entonces sí lo harán.
La agencia AP, que difundió pormenores de la conferencia telefónica, insistió en el asunto y refirió la entrevista con “un funcionario de la Casa Blanca” que confirmó lo divulgado de la conversación, en la cual Trump le habría dicho a Peña Nieto: “Tienen muchos bad hombres ahí. No están haciendo lo suficiente para detenerlos. Creo que su ejército está asustado. El nuestro no, así que podría enviarlo para que se haga cargo”.
El mismo día (5 de febrero) en una entrevista concedida a la cadena Fox News, Donald Trump  fue más lejos, pues declaró que Peña Nieto “pareció muy dispuesto a aceptar ayuda estadunidense” en la lucha contra los cárteles del narcotráfico, porque su gobierno “tiene problemas para controlar” ese reto (Excélsior, 6/II/2017), información que difundieron la agencia española EFE y la mexicana Notimex.
Lo dicho por el mandatario de Estados Unidos merece una respuesta contundente, una negativa tajante. Pero lejos de desmentirlo, se ha preferido negar primero, callar después y hacer como siempre el ridículo, para lo cual funcionan a la perfección el coro de los priistas y tucanes que entonaron la canción que ordena guardar la plática en secreto.
Pese a que Trump calificó de “asustado” al ejército mexicano, que según él no ha hecho un buen trabajo, los secretarios de Defensa y Marina irán a Estados Unidos dentro de unas semanas. Conociendo el patriotismo de nuestros hombres de armas, es obvio que recibieron la orden de ir a donde los ofendieron.
Dicho de otra manera: a las ofensas del presidente gringo hay que sumar la humillación que inflige la máxima autoridad mexicana a nuestras fuerzas armadas. Se prefiere seguir cuidando la salud de nuestros vecinos, cuando ellos ya legalizaron la mariguana en la mitad de la Unión Americana. ¿Y aquí, cuándo?