EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Acapulco, un paraíso en medio de la guerra

Anituy Rebolledo Ayerdi

Mayo 16, 2024

Los Ávila Camacho

Un gran salto hacia atrás y llegamos a la cuarta década del siglo XX para toparnos con la Segunda Guerra Mundial. México le entra al conflicto cuando ya se disparan los últimos cañonazos, no obstante haber padecido desde el principio las enormes dificultades y restricciones económicas derivadas del conflicto.
Nuestro país era gobernado por el general Manuel Ávila Camacho, cuyo hermano no sólo era incómodo sino cruel, atrabiliario y soez. Maximino era su nombre y estaba ligado a este puerto por haberse agandallado –“nomás por mis güevos azules”, proclamó–, el islote de Caleta. Ahí está todavía la que fue su residencia veraniega, expropiada más tarde por el presidente Alemán. Guerrero era gobernado por el también general Gerardo Rafael Catalán Calvo y Acapulco por el alcalde Enrique Lobato Cárdenas, viejo militante del escuderismo dedicado a la orfebrería.
Eran senadores de la República el líder agrario Nabor Ojeda y el atildado abogado Arturo Martínez Adame, quien será gobernador sustituto cuando sea defenestrado el general Raúl Caballero Aburto. Entre los legisladores federales figuraban Rubén Figueroa Figueroa, Alfredo Córdova Lara, Mario Lasso y Jesús Muñoz Vergara. Este último, al decir del cronista Carlo E. Adame, “había sido lanzado a la Cámara por los vientos de un ciclón”. Lo explicaba:

Primera dama

Jefe de Telégrafos del puerto, Muñoz Vergara recibe antes de nadie la noticia de un ciclón sobre Acapulco. Sabedor de que aquí vacaciona doña Amalia Solórzano se lanza en su búsqueda para alertarla. La esposa del presidente Cárdenas y su pequeño hijo Cuauhtémoc se hospedan en un bungalow propiedad de la Comisión Federal de Caminos, localizado en el barrio de Manzanillo. El tío del maestro Roger Bergeret Muñoz, convence a la primera dama de que debe abandonar rápidamente aquél frágil albergue, mismo que minutos más tarde será barrido por los vientos enfurecidos.
Una dama agradecida, sin duda.

La guerra en el Pacífico

Acapulco ni suda ni se acongoja no obstante que el conflicto se libra en el mismo océano que lo baña. Uno de los escasos signos delatores de guerra son los barcos artillados surtos cotidianamente en la bahía porteña, de todos los tipos y tamaños. Enarbolan la bandera de las barras y estrellas, a la que pronto se unirá la verde, blanco y colorado. Esto último a partir de que la inteligencia mexicana descubra planes alemanes para usar a México como cabeza de puente para propinar un zarpazo a los gringos. Una leyenda similar se tejió en tiempos del presidente Venustiano Carranza.
Habrá una buena y poderosa razón para aquella presencia bélica en el puerto. La necesidad del gobierno estadunidense de sus héroes, siempre fatigados, un relajante descanso luego de enfrentar con valor y arrojo a los soldados alemanes y japoneses. Estos, al decir mi profesor de la Ignacio Manuel Altamirano, eran “las dos especies más crueles y sanguinarias de la humanidad”.
Aquellos jóvenes valientes encontrará el ansiado relax en el oleaje tranquilo de nuestras playas y por las noches en los desahogos sexuales reprimidos por largo tiempo o satisfechos sólo con la mano derecha. Algunas reinas de la noche, en la ya famosa “zona roja de Acapulco, se habrán anticipado tomando clases de inglés elemental, lo que les permitirá acaparar la clientela sobre las que sólo ofrezcan el clásico foquifoqui mister, apoyado por el movimiento de ambos brazos hacia atrás.

Vuelos

Aprovechando el cierre de todos los centros de veraneo de Europa y Asia, particularmente los isleños, Acapulco se servirá con la cuchara grande. El turismo nacional e internacional fluirá constante y en gran número. Tanto que para 1944 se inaugura el aeropuerto de Pie de la Cuesta, donde los viajeros recibían dos maravillosos primeros impactos: el bramido del mar con sus olas gigantescas y los atardeceres dorados.
Aeronaves de México (teléfonos Ericsson 13-20-77 y Mexicana de Aviación (86-59) ofrecían dos vuelos diarios: México-Acapulco, a las 8 y a las 12.30 horas y el regreso a las 10 y a las 14 horas. El viaje sencillo costaba 73 pesos con 21 centavos y el redondo 113 pesos con 77 centavos. A partir de aquí había vuelos a Zihuatanejo, lunes, miércoles y viernes a las 7 de la mañana, El regreso a las 8:40 horas.

Taxis

Necesariamente surgirá el servicio de transportación terrestre. Se ofrecía en automóviles del año cuya tarifa única era de 10 pesos. (El dólar se cambiaba por cuatro pesos). Entre los pioneros de ese servicio figuraron: José Pepe Villalvazo, Leobardo Cano, Ramiro Sosa, Raúl Walton, Arturo López, Rafael Camacho, Alfonso Mocho Sutter, José Polín, Francisco María Dávila y Sigifredo Aguirre.

Camioncito Flecha Roja

Sólo un alma sensible y enamorada como la del taxqueño Raful Krayem (1909-1939), pudo cantarle a un camión del transporte público y para colmo de segunda. Su Camioncito Flecha Roja (no te lleves a mi amor, llévala por toda la orilla de ese río murmurador) se escuchaba en todas las sinfonolas del puerto.
La Flecha Roja ofrecía, en efecto, un servicio de segunda. Sus salidas a la Ciudad de México eran diarias a las 6, 8, 18 y 20 horas y el costo del pasaje era de 10 pesos con 25 centavos. El recorrido oficial era de 458 kilómetros. Cada pasajero tenía derecho a llevar 10 kilos de equipaje, pagándose los excedentes a razón de 14 centavos el kilogramo. La terminal en el Distrito Federal estaba en Netzahualcóyotl número 5 y aquí en el hotel Fénix.

La Estrella de Oro

El servicio de primera en la ruta México-Acapulco, y viceversa, lo cubría la empresa Estrella de Oro y el costo del pasaje era de 16 pesos con 25 centavos. Había salidas a partir de las 6 de la mañana y a las 21 horas. Esta última llegaba a la metrópoli a las 8 de la mañana, ahorrándose el hotel quienes iban de entrada por salida. Cada pasajero tenía derecho a cargar hasta 20 kilogramos de equipaje, cubriéndose los excedentes a razón de 17 centavos el kilogramo, más 15 centavos del “seguro”. La terminal aquí ubicaba en la avenida Álvaro Obregón, rebautizada con el nombre de Cuauhtémoc a partir del descubrimiento de sus restos en Ixcateopan.

La carestía de la vida

¡Qué caro está todo en Acapulco!, era una queja permanente ante precios como estos: jamón cocido, seis pesos kilo; mayonesa grande, 48 centavos; chiles jalapeños, 35 centavos lata; frutas en almíbar, 35 centavos lata; caramelos Larín, un peso con 30 centavos el kilogramo; jabón Palmolive, de 50 a 75 centavos; pasta Colgate chica, 50 centavos; Alkaseltzer, 20 centavos tableta; una bata de playa para señora, 14.50 pesos; una sábana de bramante, 6.75; fotográfica Brownie réflex, 19. 45; reloj marca Haste de 15 joyas, 35.75 pesos.

El acabose

¡Esto es el acabose!, exclamaban los caballeros cuando se les informaba en la botica Acapulco que el Tostafort había subido a ¡cinco pesos! El Tostafort era el afrodisiaco más efectivo para los arrechos, se decía. Otros precios imposibles: un quemador de petróleo y tractolina: 95 centavos; linterna de mano Eveready, 30 centavos; un pomo de ginebra, tres pesos con 15 centavos; Gingerale, Canada Dry: 25 centavos y una sidra champagne, un peso con 75.centavos.

Las sillas

Los balandros grandes para pesca se alquilaban en 100 pesos y 50 los chicos, todo el día. Las tablas flotadoras 2.50 la hora y las sillas de playa con sombrilla 1.50 y 2.50, la hora.

Hoteles

Papagayo (hoy parque del mismo nombre): cuarto sencillo en el edificio principal, 25 pesos, doble, 45; bungalow en la sección Anáhuac, con dos camas, hall, baño y refrigerador 50 y 70 pesos. Chalets de lujo en planta baja, 45 y 60 pesos; planta alta; 45 y 60 pesos. Precios por día, incluyendo alimentos.
El Mirador: cuarto sencillo, 30 pesos, doble 50 pesos. Departamentos de lujo, sencillo 88 pesos, dos personas 98. Chalets, 80 pesos para dos personas y 98 pesos para tres.
Flamingos: “Propiedad de las luminarias de Hollywood. Se localiza montado en la peña más alta de Acapulco frente al faro de La Roqueta. El mejor sitio para admirar el paso de los delfines gladiador, los más grandes enemigos de las ballenas”. La tarifa individual va desde los 45 pesos y la doble de hasta 85, ambas con alimentos.
Las Hamacas: todas sus habitaciones están en medio de “cocales” (palmeras) de los que cuelgan frescas hamacas. Sus precios son de 15, 25 y 30 pesos por noche.
La Marina: ubicado en el Zócalo de la ciudad, el hotel La Marina ofrece habitaciones con alimentos de 15 a 30 pesos diarios. Cuenta con un excelente servicio de restaurante y bar. Fue alguna vez su directora de relaciones públicas la tamaulipeca Blanca Rosa Welter, con dominio del inglés, italiano, alemán, neerlandés y un poco de árabe y ruso. Fue lanzado al estrellato por su novio Errol Flynn, con el nombre de Linda Christian. Filmó aquí Un capitán de Castilla, con Tyrone Power, con quien contrajo matrimonio, y Tarzán y las sirenas, con Johnny Weismuller.
Del Monte: “El anuncio luminoso del Hotel del Monte domina la ciudad, como si fuera un faro”. Cuarenta y cinco pesos es su tarifa por cuarto individual y 85 pesos para dos personas. En charla con el autor de esta guía, arquitecto Héctor Enríquez, el propietario de la hospedería, Héctor Álvarez Álvarez le informa que pronto se construirá un hotel vecino con 200 cuartos (Casablanca) y que está por inaugurarse la primera planta del hotel de las Américas, con 400 cuartos.
Del Pacífico: El hotel del Pacífico, a 25 metros del mar (Caleta), ofrece servicios espléndidos y muy cómodos. Hay cuartos de 25 pesos diarios con alimentos y “derecho a baño”. Los hay también de 10 pesos con similares prerrogativas.

Los ruleteros

¿Ruleteros? Sí, por andar a la vuelta y vuelta como la ruleta. La dejada mínima era de tres pesos del Zócalo a La Quebrada y de cuatro pesos del mismo lugar tanto a Caleta como al hotel Papagayo. La hora de servicio se cobraba en ocho pesos y el viaje a Pie de la Cuesta, con una hora de espera, 15 pesotes. Los sitios de tal servicio se localizaban, el Número 1 en la avenida Escudero de la que tomaba el nombre. El sitio Número 2 se asentaba en el Zócalo y se llamaba Álvarez, mientras que el Emancipación estaba en la terminal de la Estrella de Oro.
Algunos ruleteros serán luego personajes de la vida económica, política y social del puerto. Se cita entre ellos a Rafael Camacho Salgado, Arturo Escudero, Ernesto Nava Alarcón, Roberto Gayso Maya Torreblanca: Ernesto y Rufino Álvarez, Lorenzo Montesinos, Raúl Fernández Galeana, José López, Tocho y Andrés Román Montes de Oca, Pedro Galeana y Mario Martínez Morán. Este último, concesionario de la Nissan en Guerrero, lanzó entonces una camioneta Urvan para 15 pasajeros, armada en sus propias instalaciones del parque industrial de El Ocotito que, en opinión del gremio, era una chulada. Fue él, Mario Martínez, quien se atrevió a fiarle un pequeño Tsuru azul a este columnista.