EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Acerca de la novela latinoamericana: Enríquez y Dorfman

Federico Vite

Septiembre 26, 2023

History, violence, fantasy, fate: Ariel Dorfman and Mariana Enriquez in Conversation es el título de la charla que sostuvieron los escritores argentinos Ariel Dorfman y Mariana Enríquez durante el Brooklyn Book Festival el pasado 24 de septiembre a las 2:00 de la tarde, tiempo de México. La conversación fue en inglés y estuvo moderada por la escritora Idra Novey, autora de Take what you need (2023), una novela, por cierto, que detalla como pocas los vínculos entre madre e hija.
En este foro virtual, los escritores latinoamericanos ampliamente conocidos Ariel Dorfman y Mariana Enríquez dieron cuenta de ciertas obsesiones literarias y de sus publicaciones más recientes: Ariel Dorfman habló de Allende y el museo del suicidio (2023); Mariana Enríquez de Nuestra parte de la noche (2019). Las traducciones de estos dos volúmenes están en la mesa de novedades de varias librerías de Estados Unidos y, por lo visto, han generado mucho interés. Y la intención del diálogo, expuso Idra, es justamente para que los lectores reconsideren la proposición novelística de estos autores. Por ejemplo, en la apuesta de Ariel, el relato avanza desde una fascinante investigación en la que aborda la muerte del presidente chileno Salvador Allende en el golpe militar de 1973. Básicamente hace una exploración profunda de los vínculos familiares, el fascismo y el exilio, se basa en acontecimientos históricos y, especialmente, en aspectos personales. En el libro de Mariana Enríquez, traducido por Megan McDowell del español al inglés –también es la traductora de la argentina Samanta Schweblin–, el lector ingresa a una exploración sobrenatural con énfasis en el dolor, la brutalidad y los vínculos familiares. Ambas novelas abordan periodos turbulentos de la historia de América del Sur y detallan elementos de la vida cotidiana de ciertos personajes que intentan comprender la enormidad de la violencia en una geografía específica.
La conversación comenzó con una interrogante de Idra: ¿Cómo le hicieron para dejar el cuento y dar paso a la escritura de una novela extensa? Mariana señaló que para ella, en el cuento, es necesario tener un absoluto control de la historia y en su novela, hecha como las del siglo XIX, fue deliberada la idea de que sería un libro de muchas páginas porque eso le permitiría otro tipo de experiencia creativa. “No sabía en qué momento iba a terminar y en el cuento, uno controla absolutamente todo; con la novela no pasa eso, avanzas en la historia y te permites seguir a los personajes”, explicó.
Ariel, en contraparte, señaló que él se siente muy cómodo en la novela, pero en el caso de su reciente publicación hizo una revisión histórica y personal sobre Salvador Allende. Dio, por ejemplo, un par de aspectos que dan el impulso a su novela. “La idea de que Allende se suicidó es distinta a la de que fue asesinado por los militares; son versiones diferentes (me atrevería a decir que opuestas) y mucha gente toma partido, son grandes discusiones, mis personajes indagan ese aspecto porque de ahí dependen muchos otros. Si la muerte de Allende fue en batalla o cometió suicidio para evitar la rendición, yo la tomo como eje de mi libro”, precisó.
Ariel es muy hablantín y constantemente interrumpía tanto a Idra como a Mariana, quien tomó un sendero interesante, después de un comentario de Idra: “Decía Italo Calvino que la melancolía es la tristeza que ha alcanzado cierta ligereza. ¿Por qué la melancolía está tan presente en tu libro?”. Enríquez respondió que a diferencia de la generación pasada de escritores, los nacidos en los 70 descubrieron que no eran tan vitales como los del Boom. Enfatizó, por ejemplo, que Cien años de soledad rezuma mucha vida y, en contraparte, los nacidos en los 70 entendieron de otra manera su país, el mundo, por tanto, la literatura. “En Argentina, y Ariel lo sabe, las cosas nunca cambian. Nunca. Tengo recuerdos infantiles de lo sucedido y la sensación de que las cosas nunca cambian, eso me dio los elementos adecuados para mi novela, en especial, para fundamentar el terror, tú sabes, la sensación de que nada se mueve beneficia mucho al género de terror”, expuso. (A mí me parece que la inmovilidad está relacionada con la percepción de una jaula o una cárcel, es decir, entiendo que lo señalado por Mariana apunta hacia la idea de que uno está encerrado con el verdugo.) La aseveración de que las cosas no cambian en Argentina conduce a Ariel a una reflexión más interesante: “Yo creo que tu generación rompió los puentes de comunicación con nuestra generación; si nosotros éramos profundamente políticos, activos, vitales, obviamente experimentamos un cambio cuando ocurrió el golpe militar en Chile. Con la muerte de Allende se terminaron nuestros mejores días. Mis amigos, mis conocidos, todos las personas de mi edad que conozco hablan de aquel tiempo como los mejores días de su vida. Y eso fue antes del golpe militar chileno. Es un hito”.
Mariana respondía afirmativamente. Sí, dijo, así es. Y agregó: “Hace unos días fui a Chile, justamente por el aniversario luctuoso de Allende”… Ariel interrumpió: “Y fuiste una de los invitados más destacados”. Mariana sonriente continúo con la anécdota: “Estaba viendo la exposición de los objetos que pusieron en el Palacio de la Moneda y vi los zapatos que usó Allende. No tienen idea de la cantidad de personas que se detuvieron ahí para opinar sobre si eran o no eran los zapatos que usó el último día de su vida. Yo no quiero eso. Estar discutiendo por este tipo de asuntos no me interesa”, aseveró. Ariel volvió a tomar la palabra y señaló que es el tipo de escenas de las que está plagada su novela, en cierta forma, porque todo el libro está encaminado a la idea de que los mejores días de su vida se perdieron y el suicidio o el asesinato de Allende subliman esa perdida. También es de resaltar que tanto Mariana como Ariel dieron cuenta en sus novelas de historias en las que la sensación de orfandad es justamente el motor de los vínculos familiares, como si el nexo entre una generación de escritores y los sucesores estuvieran relacionada con la experiencia de la orfandad. Aunque la generación anterior era vitalista, y luchaba contra esa tensa certeza de que estamos solos; la renovación natural de escritores asumió la orfandad como bandera y recurrió a la estética del terror para fundamentar una percepción del mundo, pero la violencia que revisten las dos proposiciones literarias es la misma, como si lo cruento y lo salvaje estuvieran indisolublemente ligados al yacimiento literario de América Latina.
Puestos en balance los dos motores de los libros, queda bien claro que el aspecto más importante de esas dos propuestas literarias nace de usar la emoción de un país como telón de fondo. Un país, que bajo la óptica de Ariel es un museo del suicidio y bajo la mano de Mariana una frontal evocación de las tinieblas, a final de cuentas, una cortina de humo que describe aspectos políticos, en este caso, de Argentina.
Idra agradeció la asistencia de los autores y todo quedó para otro momento, tal vez, para cuando usted se anime a leer Nuestra parte de la noche y Allende y el museo del suicidio.