EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Acerca de la tristona luz del mundo y sus poetas

Federico Vite

Mayo 28, 2024

Of Mice and Men (1937) de John Steinbeck, es una nouvelle que bien vale la pena traer a cuento cuando la gente habla de William Faulkner como una influencia para muchos escritores mexicanos. También pienso en Juan Rulfo y en Pedro Páramo (1955), aunque yo diría que hay más de Steinbeck que de Faulkner (aunque citen mucho a Faulkner) en la literatura mexicana. No sólo porque se hable de ruinosos, pobres y hambrientos que intentan salir de los empantanados momentos de crisis propiciados por la depresión económica y la violencia.
Of mice and men narra una relación amistosa entre hombres, George y Lennie. George es un buen tipo, fuerte, inteligente y trabajador; Lennie tiene un retraso mental, pero su cuerpo y su fuerza son enormes; por ejemplo, le basta apretar la mano de un fortachón para fracturarla. Mata cachorros debido a que no mide su fuerza; tristemente los asfixia. Es tan fuerte que resulta doloroso saber que su cerebro no le ayuda a entender cosas simples. Repite las mismas frases todo el tiempo y desea, como un niño, comida, agua y mascotas. Lennie es de buen corazón, obedece sólo a George y George ya no sabe qué hacer porque debido a que Lennie se mete en problemas deben mudarse constantemente. Ambos quieren tener una casa, un granero, un almacén, animales de crianza, pero siempre ocurre algo con Lennie y la bonanza se aleja. Resulta imposible mantener el equilibrio emocional con alguien como Lennie, porque se convierte, debido a su corpulencia, en un imán para abusivos y pelafustanes que lo tratan mal y lo golpean, pero él obedece a George y, por supuesto, evita las trifulcas sin éxito. Al final, esos problemas se convierten en un detonante que apresura la separación entre esos dos hombres y ese distanciamiento será definitivo, en especial, será descorazonador.
La voz narrativa es omnisciente; habla con suficiencia de mujeres y de hombres, pero en especial, de plantas, ríos, árboles y la naturaleza en general, para esa voz la naturaleza tiene un valor especial, es el punto de equilibrio para disfrutar la bonanza. Y el tratamiento del lenguaje debe destacarse, porque los personajes se comen palabras, hay una diferencia entre la pronunciación y la grafía. Por ejemplo: “Jus’ m’y pup (Just my puppy)/ Ast him! (Ask him)/ I d’n’t’ forget, you bet (i don’t forget, you bet)”. Y tomo un párrafo más largo para hablar de algo que sin problema alguno pasaría por un pasaje de Rulfo. “A unas cuantas millas al sur de Soledad, el río Salinas desembocaba cerca de la ladera del cerro y corre profundo y verde. El agua también es tibia, se ha deslizado chispeante sobre la arena amarilla bajo el rayo del sol antes de llegar a la poza”.
Steinbeck crea un ritmo con esas frases, con esos diálogos, un ritmo que emparento con el fraseo de Rulfo: “Caminábamos cuesta abajo, oyendo el trote rebotado de los burros. Los ojos reventados por el sopor del sueño, en la canícula de agosto”.
No asevero que Rulfo tomó algo de Steinbeck. Mi comentario linda hacia otra vertiente, justo la de aprehender con un ritmo y un tono peculiares una percepción del mundo. Es decir, entre pobres, los del sur de Estados Unidos y los de occidente de México post revolucionario, hay un fraseo parecido. ¿Por qué? No encuentro un recurso más que la economía de palabras y una melodía bronca para fundar un ritmo a lo largo del relato. Un ritmo y una melodía, digamos, un ritmo que facilita el tono de la voz narrativa y que contribuye en gran medida a la creación de una atmósfera, aunque la de Rulfo me parece mucho más versátil (habla de espectros, de casonas vacías y de terracerías polvosas, de pobreza, de vida y de muerte) que la Steinbeck (quien tuvo una estrecha mirada hacia México), pero lo de Steinbeck no se dispersa, es concentrado y produce un tremendo golpe en el lector; Pedro Páramo conduce a una especie de tarareo que se queda en la mente, pero con el tiempo se disipa. Obviamente no es una competencia entre dos grandes, pero trato de entender por qué hay vasos comunicantes entre las dos obras mencionadas. Muchos más que con Faulkner, a quien presuntamente todos los latinoamericanos del boom y anexos consideraban una influencia indisoluble.
Otro ejemplo de Steinbeck es The pearl (1947), nouvelle en la que pone en perspectiva algo que me parece prudente destacar: la sique de un personaje mexicano puede expresarse mejor en lo taimado y ladino de sus diálogos que en largas e inagotables descripciones de sus hechos. Esto que señalo es parecido a lo que hizo Rulfo, ¿no cree usted? Tanto en cuento como en novela. Aprendo más de México en ese ejercicio del habla que en Los hijos de Sánchez (1951), de Oscar Lewis. Y es más curioso aún que cuando trato de hablar de un autor que refleja esto de ser mexicano me vienen a la cabeza D.H. Lawrence y Malcolm Lowry. Pero Rulfo hizo bien su trabajo. Recortó las fosas marianas de una sique sui generis como la mexicana en los diálogos de Pedro Páramo. Steinbeck, en Of mice and men, captura a George, no a Lennie, porque Lennie es inabarcable. George trata de salir de la pobreza, pero sus reflexiones siempre van acompañando las frases de Lennie: anhelos de casa, de comida y de animales. George piensa en un país que sufre la miseria, pero él quiere estar en esa ola de renovación y crecimiento. El problema es que no sabe cómo, trabaja duro, pero eso no le alcanza. Nunca alcanza. Estando solo podría mejorar. Lennie empieza a borrarse del panorama e ingresa, sin duda, a la mente del lector.
En pocas páginas, Steinbeck incluye aspectos del racismo, sexismo, la depresión económica e inopia laboral. En pocas páginas también, Rulfo encapsula una ciudad y sus habitantes. Ambos lo hacen con el mismo recurso del diálogo breve, directo y sugerente. Ambos potencian este caballo de batalla vivo. Obviamente los diálogos de los personajes, cuando están bien trabajados, son de vital importancia y facilitan la progresión dramática, pero hay ejemplos innecesarios de nombrar en los que los diálogos son una exégesis del pensamiento burdo de un narrador, todo lo confunden. Eso hace un amanuense que no sabe diferenciar el ritmo, la melodía y el tópico de un relato.
Entre estas dos referencias (Steinbeck/Rulfo) no creo que se dilucide influencia alguna, pero sí un hecho inobjetable: tanto Steinbeck como Rulfo buscaron la manera de enunciar el mundo y encontraron un ritmo similar para hacerlo, porque la luz del mundo tenía esa luminosidad tristona, era pobre y no alcanzaba para mucho, pero brillaba. Lo sigue haciendo. Y está más gris ahora.

* Para la escritura de este artículo usé Of mice and men (Estados Unidos, Penguin, 2000, 121 páginas). Como es usual en este espacio, la traducción de las líneas entre comillas es mía.