Ángel Aguirre Rivero
Mayo 22, 2023
De jovencito, a la edad de 14 años, Luis Walton acompañaba a su padre en la venta de pescado en el mercado El Parazal, episodio que el ex senador y ex alcalde de Acapulco narraba con gran sencillez.
Su bisabuelo, de origen alemán, relata el propio Walton en la serie Un guerrero quiero ser (que puede consultarse en su página de Facebook https://cutt.ly/hwqriU72), llegó por barco a Acapulco en 1880.
Su padre era chofer, su madre trabajaba en un restaurante y su abuela fue lavandera. Así, desde abajo, Luis fue labrando con tesón y trabajo, una extraordinaria historia de éxito como abogado, empresario y político.
Walton estudió siempre en escuelas públicas y es sin duda, orgullosamente hecho en Guerrero y ejemplo de que la pobreza no es condición de vida.
Como estudiante de Derecho en la Universidad Autónoma de Guerrero, invitó a Miguel Alemán Valdez a ser padrino de su generación y éste aceptó.
Una vez que terminó su carrera y sin trabajo, Luis acudió con Alemán y recibió una oportunidad de laborar en su bufete de abogados.
Su papá sufría una discapacidad, ya que le faltaba la pierna derecha, y quienes conocieron a Luis, saben de su solidaridad y desprendimiento con las personas en condición vulnerable.
Walton era un hombre voluntarioso, directo, a veces áspero, pero compensaba el carácter fuerte con su gran nobleza, como pueden dar testimonio quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo.
Con Luis compartimos la responsabilidad de coincidir, él como presidente municipal de Acapulco, y yo como gobernador del estado, con quien siempre mantuvimos una relación de colaboración y respeto.
Además de los cargos públicos, vivimos apasionantes episodios de la vida política, y una vez concluidos, sosteníamos reuniones periódicas en una amistad que forjamos durante años.
Recuerdo que Luis quizá en broma o quizá en serio, se atribuía haberme hecho gobernador por segunda ocasión, aunque digo que la historia es un poco diferente; pero sí reconozco que contribuyó con sus buenos oficios para que yo fuera candidato.
Por cierto, cuentan quienes saben, que Luis Walton albergó en su residencia de Acapulco a Marcelo Ebrard, cuando éste era hostigado por el caso de la Línea 12 del Metro en la Ciudad de México, quien luego partió a Francia en algo semejante a un exilio.
Hace poco más de 15 días visité a mi amigo Luis Walton. Llegué a su casa, eran pasadas las 6 de la tarde, me recibieron sus hijos y mi ex secretario particular, Everardo García Mondragón, Yayo, quien posee fuertes vínculos afectivos y de trabajo con la familia Walton.
Pensé que me recibiría en la sala donde solíamos reunirnos para tomar café o en el comedor, donde disfrutamos un sinnúmero de los platillos que le preparaba el chef que Susana Palazuelos le había recomendado.
Esta vez no fue así, me pasaron hasta su alcoba donde lo encontré recostado con 8 kilos menos de su peso normal; malos augurios, me dije en silencio.
–¿Cómo estás querido Luis?
–Bien Ángel, gracias por tu visita.
Me senté a un lado de su cama e iniciamos una conversación.
–¿Cómo te sientes?
–Pues mira, ya me siento mejor.
Lo escuché optimista.
–Diariamente me vienen a dar terapia y fíjate que ya estoy saliendo a caminar, estoy siguiendo una dieta muy especial y aunque hay cosas que no me gustan, pues me las tengo que chingar a fuerzas, porque sé que le hacen bien a mi salud. Estoy utilizando la medicina alternativa y aunque en las mañanas me da muy poca hambre, al medio día como muy bien querido Ángel.
–Esa es una buena noticia Luis.
Y le platiqué de la experiencia de mi amigo Joan Sebastian, y de cómo había sobrevivido durante tantos años a base de la medicina alternativa en la clínica Maya en California.
Le dije que en la vida no había cosa más potente que la oración, y que mucha gente y muchos amigos estábamos orando por él.
Le recordé un pasaje que alguna vez me platicó siendo yo gobernador y él alcalde de Acapulco, donde requirió de una intervención quirúrgica delicada.
En aquella ocasión Walton me compartió que, antes de entrar al quirófano, habló con Dios y le dijo:
–Señor, quiero darte las gracias por todo lo que me has dado: me diste una hermosa familia, me diste dinero, me diste responsabilidades públicas, me hiciste un empresario exitoso y sensible. Señor estoy listo para lo que tú determines, si tú me quieres llevar, estoy listo.
Luego de su operación y después de casi dos días de estar dormido en el post operatorio, fue como un renacer de Luis, volvió a vivir.
Le dije:
–Pues ya conoces el camino, ponte nuevamente en manos de Dios.
–Pero hoy le quiero pedir que me deje vivir un poco más, porque quiero ser gobernador de mi estado –me contestó.
Y ambos soltamos la carcajada con mucho sentido del humor.
Pero hoy Dios se lo quiso llevar y lo siento tanto… Sólo Él sabe cuándo nos va a llamar.
Adiós querido Luis.
La vida es así…