EL-SUR

Viernes 20 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Alberto Fuguet y la maravillosa conexión

Adán Ramírez Serret

Septiembre 20, 2024

Internet ha conectado el mundo de manera tan radical que resulta casi imposible pensar en un planeta desconectado en donde lo que suceda en un rincón del planeta en cuestión de minutos no se sepa en cada esquina del orbe. Pero hasta antes del año 2000 –da una tonta nostalgia– existían círculos culturales que daban la impresión de ser el centro del mundo. La actualidad en la música, la moda o casi todo: la vida misma latía en Nueva York, París o Londres. Estar lejos de estos lugares daba la sensación de estar perdiéndose lo mejor del mundo, era estar lejos del mundo: estar completamente desconectados.
Alberto Fuguet (Santiago, 1963) resaltó en su generación por ser iconoclasta de una manera brillante, pues hizo una compilación de escritores jóvenes latinoamericanos que se llamaba McOondo haciendo alusión al uso mercantil de la generación del Boom de García Márquez y compañía que era a tal grado utilizado que era un producto de mercadotecnia tal como McDonald’s. Este movimiento planteado por Fuguet en donde se criticaba el uso identitario tropicalizado de Latinoamérica desde luego que causó furor en la región, pues muchos de los autores del Boom son héroes nacionales, así que el joven autor chileno fue satanizado por una parte canónica de la literatura latinoamericana. Pero, por supuesto que hubo muchos lectores y escritores que siguieron a Fuguet como una parte refrescante de la literatura de su región, pues se dejaba atrás lo tropical, lo pintoresco y lo exótico para tener escenarios y personajes que habitaran sobre todo las grandes ciudades como Santiago, Buenos Aires o Lima. Con el paso de los años, la propuesta de Fuguet resultó no solamente contestataria y refrescante, también ha hecho posible una realidad de escritoras y escritores que son parte de una región, sí, pero sobre todo de una literatura del presente.
Ciertos chicos es la entrega más reciente de Alberto Fuguet, situado a mediados de los años ochenta en el Santiago de la dictadura, en donde dos jóvenes homosexuales descubren el mundo, a sí mismos y el rock. Hay una genial melancolía en volver a los años ochenta en donde todo lo que ahora es digital era análogo: se grababan sus propios casets de música, se reproducían los discos en vinil y había que descubrir a la gente y la ciudad para escuchar música nueva.
Ciertos chicos es la historia de Tomás y Clemente, el primero está en el primer descubrimiento de su sexualidad y apenas sacando la nariz al mundo: son esos años de la dictadura de Pinochet en donde, curiosamente no se podía hacer exactamente lo mismo que no se podía hacer en México. La constante de Latinoamérica es que ni importa si hay dictadura o no, siempre hay represión. Por lo que los jóvenes aprenden, normalizan, vivir siempre en la marginalidad. Ser gay, amar la música y la literatura era parte de lo mismo: no pertenecer a lo que acepta la sociedad y saber que todo lo que hace feliz es marginal.
Santiago al igual que muchas otras ciudades de Latinoamérica daba la sensación de estar desconectada del resto del mundo. De ciudades como Londres o París en donde la literatura, el rock y la apertura sexual eran parte intrínseca –aparentemente– de una sociedad y que era desde donde se exportaba toda la moda y la vida. Pero Fuguet descubre en Ciertos chicos que la marginación creaba vínculos, momentos clandestinos y maravillosos que hacían que la conexión entre la gente marginada en Latinoamérica fuera contundente y feliz. Amar la música, descubrir la sexualidad es casi más importante que todo, que enamorarse o descubrir una vocación; es amar la vida. Conectar consigo mismos y su marginalidad.
Alberto Fuguet, Ciertos chicos, Ciudad de México, Tusquets, 2024. 451 páginas.