EL-SUR

Miércoles 18 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Alex Michaelides: la metaficción sicológica

Adán Ramírez Serret

Septiembre 06, 2024

Crying, de Roy Orbison, es una de las canciones más potentes y escalofriantes de la música popular norteamericana del siglo XX. La historia de una persona que pensaba haber superado un doloroso amor pasado, creyendo ya estar bien, ya haberlo superado, hasta que se encuentra al objeto de su amor y descubre que en realidad nunca ha parado de llorar por esa persona. La canción de Orbison es una de las mejores interpretaciones vocales de la historia, electrizante y desgarradora que, además, tiene un toque de realidad estremecedor: Orbison sufrió no ser una persona bien parecida físicamente, mientras que Elvis Presley era el ícono sexual del momento (con un talento gigante, por supuesto) y se llenaba de fama. Roy se mantenía a la sombra desde su figura no agraciada con las letras más brutales escritas por él y cantadas con maestría legendaria, llorando en silencio las más bellas canciones.
Y esta canción, precisamente, es utilizada por David Lynch en su película Mulholland Drive, en la que hay una escena en la cual las dos protagonistas asisten al teatro y una mujer sale a cantar de manera desgarradora Crying, lo hace a tal grado que comienza a sufrir un ataque de tristeza y angustia que la tira al suelo; entonces, el público y el espec-tador de la película descubren con una espantosa sorpresa, que la virtuosa cantante hacía playback cuando cayó y la canción continuó. Y por si esto fuera poco aparece el maestro de ceremonias para decir en español (la película está en inglés, por supuesto) “no hay banda, no hay orquesta”. Es un guiño estremecedor de que las cosas son pura ficción, nada es real y todo es un juego narrativo. Por lo cual una de las personajes cae en un violento acceso de angustia al descubrir que nada es real y que no hay banda ni en el teatro, ni en la película, ni en la vida.
Es precisamente en este tono como está escrita Furia, de Alex Michaelides (Chipre, 1977) autor que escribe en inglés y que saltó a la fama con la exitosísima y perturbadora novela La paciente silenciosa. Michaelides escribe novelas con la maestría de confundir al lector y nunca saber exactamente qué es lo que sucede o ha pasado hasta la última página. Así que, si se busca un libro que arrebate el aliento y que sea imposible de soltar, hay que ir sin duda a uno de Alex Michaelides.
Furia está escrita para confrontar al lector desde la primera página, no se lee de manera pasiva, sino que desde el principio hay que estar atentos porque en el propio acto de la escritura se encuentra el misterio del asunto. Porque es una novela policiaca, claro, y hay un misterio, un enigma de un crimen en el que todos están absolutamente compenetrados, comenzando por quien cuenta la historia, por supuesto.
Furia se trata de un grupo de amigos unidos, sobre todo, por su profesión: casi todos son actores o actrices, algunos con más éxito que otros, pero todos obsesionados por la fama. Sí, la novela pone sobre la mesa el asunto de que no hay actor que no desee con todo su corazón ser famoso al grado de ser el centro del mundo.
En Furia todos los personajes son expertos en ponerse máscaras, en fingir ser alguien que no son o sentir algo que no sienten. La novela está jugando todo el tiempo, mediante una charla directa con el lector, sobre las razones por las cuales esta historia es escrita y cuáles son las posibilidades de narrarla.
Hay un crimen desde la primera página, pero todo se trata de descubrir la impostura, de ir pensando, dudando todo el tiempo, sacando cosas en claro. Porque es claro que “no hay orquesta ni banda”, pero sí una serie de motivos y una trama apasionante para descubrir quién es el furioso asesino de Furia: la fascinante metaficción sicológica.

Alex Michaelides, Furia, Alfa-guara, 2024. 326 páginas.