Ana Cecilia Terrazas
Noviembre 06, 2019
AMERIZAJE
Si bien el estado mortuorio se asocia al misterio, la relación humana con la muerte varía dependiendo del contexto, el país, la historia individual y colectiva en la que ésta vaya acaeciendo.
Calaveritas y frases hechas abundan, aunque suelen carecer de asideros prácticos para un mejor conocimiento, comprensión o siquiera colaborar con facilitarnos la experiencia mortal.
Por lo pronto, esta columna toma el recién celebrado Día de Muertos como pretexto para traer a este espacio dos elaboraciones sobre la salida de la vida como la conocemos.
La primera es una recomendación para leer y detenerse en una relativamente nueva historia de la muerte en nuestro país. Se trata del libro publicado en 2006 por el Fondo de Cultura Económica, Idea de la muerte en México, de Claudio Lomnitz, que sin duda es una de las más completas y originales obras de antropología social contemporáneas vinculadas con el tema.
En esta obra, Lomnitz concluye que “el hecho de que la muerte haya tenido una presencia importante en el discurso político mexicano se debe a que el dominio político de los moribundos, de los muertos y de la representación de la muerte y el otro mundo fue clave para la formación del Estado moderno, de las imágenes de la cultura popular y de una modernidad propiamente nacional.
“Esos procesos implican un trabajo deliberado por parte de los intelectuales, las clases populares, los burócratas y los vendedores de los mercados, cierto, pero los muertos siempre exceden o, bien, se quedan cortos ante esos designios manipuladores…”.
El autor, que ha investigado el tema durante décadas en forma rigurosa y profunda, remata como parte de las conclusiones con lo siguiente: “no existe inventor ni propietario ni significado que pueda contener a la muerte, que pueda domarla”.
La tesis más actual del antropólogo sigue vigente, puesto que en algunos capítulos ya hacia el final del texto aborda la tan de moda la relación entre la delincuencia y el culto de los criminales a la llamada Santa Muerte.
Otra forma completamente distinta de tocar el mismo asunto se encuentra en el abordaje tanatológico, el fenómeno sicológico de la muerte.
La doctora Hanae Beltrán Nishizawa se ha dedicado a lo largo de 17 años a ayudar a los pacientes enfrentados con la muerte desde la tanatología, además de ser catedrática universitaria.
Licenciada en Pedagogía, maestra en Humanidades, especialista en Antropología Filosófica y Derechos Humanos, la doctora en Tanatología enfocada en la atención a niños y niñas, no abandona los estudios respecto de su línea de trabajo y actualmente cursa una segunda maestría en sicoterapia existencial.
Comenta para esta columna lo duro que resulta procesar la muerte: “Se está frente a lo que significa un punto final, es una relación de contigüidad que está siempre cercana y deja clara la relación con la otredad”, pues siempre es la muerte del otro la que te alerta sobre la propia.
Si el ser humano, sigue la tanatóloga, “piensa que todo lo puede, la muerte representa para éste una pérdida, donde no se ganó, luego entonces, la muerte siempre llega antes. Y es irremediable, hay una paradoja entre la razón y las emociones desde las diferentes creencias que se tienen para lidiar con la muerte.
“El tiempo termina, se toma conciencia de aquello que no se hizo, y así la muerte queda íntimamente relacionada con el binomio de responsabilidad y libertad”.
Por lo pronto, sabiendo con toda honestidad lo complejo que es procesar la muerte –la propia cuando se logra anticiparla o la ajena cuando es la de seres queridos, conocidos u otros– Beltrán Nishizawa recomienda “hablar sobre el sentido, trascendencia y objetivos que se tienen en la vida. También hay que saber que nadie está obligado a amarnos, pero sí a tratarnos respetuosamente.
“Es bastante útil el dejar de tener relaciones impermanentes y mostrar lo que pasa dentro de uno y comenzar a externarlo. Hay que ser respetuoso del propio proceso: ¿qué se sabe?, ¿cómo se siente?, ¿en qué se cree?, ¿cómo se manifiesta todo eso?”.
Estar preparado nos permite, finaliza, “trabajar con la percepción del sentido del proceso vida-muerte en el ser humano, ante accidentes fatales, crimen organizado, desastres naturales, enfermedades crónicas, suicidios, homicidios” y otras circunstancias fatales.
Pensaba en la muerte un día,
una catrina ilustrada,
pa’ cuando me toque la mía,
esté yo más preparada.
@anterrazas