EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Anatomía del miedo

Florencio Salazar

Agosto 24, 2021

¿Qué opinas ahora, hombre?
Oí tu grito, no se parecía a la canción.
Herman Melville.

Con la cita de Hobbes: “El día que yo nací mi madre parió dos gemelos: yo y mi miedo”, prácticamente inicia la lectura de Anatomía del miedo, Un tratado sobre la valentía de José Antonio Marina, publicado por Anagrama en 2006. El autor español es filósofo, narrador, poeta, ensayista y pedagogo. Inteligencia poliédrica la suya, que analiza en sus diferentes manifestaciones a los miedos. Convivimos con ellos, ignorando que algunos son mortales.
El autor propone emprender un viaje al subterráneo país del miedo para explorar su laberíntica geografía, descubrir la oculta fábrica de los espantos, las oscuras minas donde labora ese incansable roedor y también para buscar una salida. Recomienda abordar sin tapujos el deseo de intimidar, el carácter miedoso, el peligro, la angustia y los miedos patológicos, las fobias sociales, la valentía y el elogio y la nostalgia por la fortaleza.
Ante un texto de esta envergadura, podría pensarse que se trata de uno farragoso, cargado de pies de página, propio para especialistas. No es así. Este experto en miedos cita con puntualidad y llaneza, por lo que señala: “He procurado revisar la bibliografía más actual, y los clásicos más venerables, pero para no sobrecargar el libro he transferido todas las notas a mi pagina web (www.joseantoniomarina.net)”.
La inteligencia libera, y a la vez entrampa, porque vivimos entre fantasmas del pasado y fantasmas del futuro, revisando peligros nuevos e inventando amenazas nuevas, confundiendo realidad e irrealidad. El autor también nos hace ver que sentimos miedo, reflexionamos sobre el temor sentido “y acabamos por tener miedo al miedo, un miedo insidioso, reduplicativo y sin fronteras”, aunque, en contraparte: “el miedo pertenece al sistema defensivo de la naturaleza”.
Es incuestionable que todos tenemos miedos, desde el temor al contagio por la pandemia, los riesgos de los negocios, la pérdida de ingreso, la posibilidad de perder el empleo y la inseguridad, hasta los miedos crecidos en cada uno, abonados por el entorno familiar y las severas tutelas paternales, que conducen hacia un abanico de conflictos: la zozobra, la timidez, el desprecio, la burla, la psicosis, la pereza, el alcoholismo y las drogas, que conducen hacia la falta de decisión para afrontar riesgos y satisfacer necesidades. Es decir, el miedo limita, paraliza, angustia e impide al ser humano soltarse en su interior y entregarse a los demás. Es la razón por la que “muchos de nuestros miedos tienen difícil explicación, porque no sabemos de dónde proceden ni su sentido”, impidiendo la voluntad para soltarlos, pues como refiere Martha C. Nussbaum, en La monarquía del miedo: “Puede ver, oír, sentir. Pero no puede moverse ni actuar. Sencillamente, su desvalimiento total”.
Cada quien tiene sus miedos, de ahí la pregunta de Marina: “¿Es el peligro un dato objetivo o depende de la medrosidad del sujeto?” En la película El Aviador, Leonardo DiCaprio interpreta al magnate Howard Hughes, a quien su madre, desde su infancia, le infunde terror por los microbios, por lo cual desarrolla un trastorno obsesivo-compulsivo, que le genera fobia “al polvo y a los gérmenes” (Wikipedia). Quien fuera el hombre más rico del mundo, termina sus días en habitaciones del Hotel Princess de Acapulco (1976), paranoico y aislado. Algunos abogados porteños afirman que ahí murió y que su cadáver fue trasladado clandestinamente a Estados Unidos.
“El miedo funciona como vasos comunicantes y tiene una estructura narrativa. Por eso conviene describirlo como historias, por eso los escritores son una fuente indispensable para estudiarlo”. Marina cita el caso de Hemingway, quien “se tiranizó a sí mismo para liberarse de un sentimiento de menosprecio que acabó por sumirlo en una depresión de la que no se salvó”.
Los riesgos del miedo, como se ha visto, son variados, pero no acaban ahí. El miedo es corruptor: corrompe las relaciones, los sentimientos, las situaciones, la integridad, el Yo. El filósofo español advierte de lo contagioso del miedo, que puede ser individual y colectivo. Y advierte:
“La psicología de las multitudes nos dice que las masas son muy influenciables, y describe el carácter absoluto de sus juicios, la rapidez de los contagios emocionales, el debilitamiento o la pérdida del espíritu crítico, la desaparición del sentido de la responsabilidad personal, la subestimación o la exageración de la fuerza del adversario, su aptitud para pasar repentinamente del horror al entusiasmo y de las aclamaciones a las amenazas de muerte”.
El autor propone conocer el mecanismo de los miedos para tenerlos bajo control, por lo que cada quien debería preguntarse: ¿qué puedo hacer con mis miedos? Y recomienda explicar el miedo que produce un triple estrechamiento de la conciencia: Corporal: se experimenta como una vivencia opresiva (angustia y congoja). Psicológica: el mundo se ve como un lugar de amenazas; percibe estímulos neutros como amenazas. Conductual: significado en alerta máxima, presto a huir o a realizar rituales (“limpias”) para liberarse momentáneamente de la angustia.
“Un sujeto experimenta miedo cuando la presencia de un peligro le provoca un sentimiento desagradable, aversivo, inquieto, con activación del sistema nervioso autónomo, sensibilidad molesta en el sistema digestivo, respiratorio o cardiovascular, sentimiento de falta de control y puesta en práctica de alguno de los programas de afrontamiento: huida, lucha, inmovilidad, sumisión”. Por lo cual “hay que estudiar la relación del miedo con la autoridad, con el poder político y con la religión” y distinguir los miedos amigos (advierten el peligro para liberarte de él), y los miedos enemigos (se apoderan de la conciencia del sujeto y alteran sus relaciones, pretextando la falta de determinación por supuesto tedio).
José Antonio Marina considera que hay una emoción (la esperanza) y un valor (la valentía) que equilibran el pensamiento y contienen al miedo, incluso lo reducen. Ambos tienen sus contras: la desmesura de lo que se puede esperar y el arrojo irresponsable. La valentía es auténtica cuando se mueve en el campo de la inteligencia creadora, que aspira a superar nuestra naturaleza animal, para enfrentarnos a la angustia y nos libera, porque “un acto de valor no lo es si no se realiza con integridad, fortaleza y lealtad”.
Anatomía del miedo es un texto didáctico dirigido al gran público. Es ameno, desbrozado de academicismos y posturas petulantes. Los miedos adquiridos, los inducidos y los inherentes al ser, identificados, pueden encontrar alivio. Debemos aprovechar los recursos de la serena inteligencia para saber más sobre nosotros, a partir de la explicación y la reflexión. ¿Qué nos pasa? ¿por qué nos pasa? ¿cuáles son los antecedentes genéticos, el entorno familiar y social del desarrollo de la persona? Si se entienden las causas es posible la solución a muchos de nuestros miedos; pero entregándose a un deber, como también señala Viktor L. Frankl en su libro En el principio era el sentido. Ciertamente, la lectura de José Antonio Marina es un diván amable.
Las preguntas, desde luego, deben ser más extensas. Hoy tenemos un miedo mayor al de la sociedad circunscrita, el miedo global: al contagio, la migración, las amenazas entre potencias nucleares y a un creciente Estado policial, que causa más temor que seguridad, como indica David Lyon, coautor con Zygmunt Bauman de Vigilancia líquida.
Señala Lyon que las nuevas técnicas y tecnologías de vigilancia nos protegen contra riesgos amorfos y misteriosos. En el pasado se podía dormir tranquilo porque sabíamos que había vigilancia en el barrio; que no se puede comparar con la seguridad actual, que genera una suerte de inseguridad sentida profundamente. La moderna sociedad líquida es un artefacto que intenta hacer soportable la vida con miedo. A diferencia de la modernidad que conquistaba sus miedos uno a uno, la modernidad líquida entiende que la lucha contra los miedos es una tarea de toda la vida. Lyon, al coincidir, demuestra la validez de la argumentación de Marina.
Una sociedad mentalmente sana solo puede ser integrada por individuos que destierren sus miedos, o bien, que los domestiquen. Complejos y traumas son transgresores, transitivos. Reconocernos para mejorar la actitud y fortalecer con templanza al carácter. Se trata de no heredar ni influir con miedos ocultos en el autoritarismo o el abuso, con el propósito de poder abocarnos a la alegría y la felicidad, que sólo serán posibles en una vida satisfecha en la libertad, ausente de miedos destructivos. Ésta podría ser una conclusión del extraordinario libro de José Antonio Marina.