EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Ayotzinapa y el Ejército: ¿de qué lado está AMLO?

Tryno Maldonado

Agosto 01, 2023

METALES PESADOS

 

 

El 31 de julio terminó el mandato del Grupo Interdisciplinario de Expertos y Expertas Independientes (GIEI) en México. El GIEI llegó al país en marzo de 2015 como coadyuvante técnico en la investigación de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Su llegada ocurrió gracias a una medida cautelar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aún vigente al día de hoy. Después de dos periodos divididos a lo largo de casi nueve años y seis informes detallados y apegados a los estándares internacionales, Ángela Buitrago y Carlos Beristain –los dos integrantes restantes del grupo, originalmente de cinco– se han visto obligados, muy a su pesar, a abandonar el país.
No es la primera vez que un gobierno mexicano obstaculiza las indagatorias por verdad y justicia del GIEI: durante el sexenio pasado, el entonces presidente Enrique Peña Nieto, la Secretaría de Defensa Nacional y su titular, el general Salvador Cienfuegos, y medios afines a su gestión hicieron una permanente y virulenta campaña contra el prestigio y la permanencia en México del grupo de expertos. Su primera salida del país se volvió, por tanto, impostergable en 2016.
Aunque Andrés Manuel López Obrador montó buena parte de su campaña electoral en la promesa de resolver el caso de los estudiantes de Ayotzinapa y, en los hechos, firmó en el primer día de su administración el Decreto Presidencial para el Caso Ayotzinapa, el GIEI se ha visto orillado nuevamente a dejar México. Eso a pesar –o quizá a causa de ello– de que el grupo independiente ha sido pieza clave para abrir líneas de investigación decisivas y reorientar o desmentir aquellas que fueron impuestas como “verdad histórica” por el gobierno de México, mediante la realización de peritajes, hallazgos de pruebas y el cruce de distintas fuentes de información.
En su intervención final durante la presentación del sexto y último informe del grupo, Carlos Beristain dejó muy en claro que en las condiciones actuales “se hace imposible seguir trabajando. Damos por terminado nuestro trabajo. Llegamos con la promesa de que se nos abrirían todos los archivos para dar con el paradero de los estudiantes. El ocultamiento de esa información se ha constituido en sí misma en la responsabilidad del Estado en la desaparición de los jóvenes”. Y agregó, visiblemente consternado: “Duele investigar en estas condiciones”.
Algunos de los puntos que ha señalado el GIEI en su último informe son los siguientes:
–El hecho de que existan dos batallones militares en una ciudad pequeña como Iguala y que ambos hayan ocultado los hechos de la noche de los ataques a los normalistas y su desaparición forzada. Su comportamiento de esa noche sólo se explica mediante la colisión de militares con el narco.
–La visión contrainsurgente de los gobiernos hacia los jóvenes normalistas de Ayotzinapa.
–No se ha encontrado ningún documento que confirmara que los normalistas estuvieran vinculados con el narco, pese a la campaña oficial de estigmatización contra ellos. Muchos documentos prueban, en cambio, que las autoridades estaban coludidas con el narco.
–Los militares han ido cambiando sus declaraciones con el paso del tiempo.
–La Marina también participó en la orquestación de la desaparición forzada; no en la noche del 26, pero sí inmediatamente después al montar la seguridad perimetral para hacer diligencias y con la participación de sus buzos en el río San Juan el día 27 (dos días antes de lo establecido oficialmente). El día 28 había una bolsa a un metro de la orilla del río: fue la bolsa sembrada con restos del normalista Alexander Mora para ser “descubierta” al día siguiente.
–Miembros de la Marina detuvieron y torturaron a varios detenidos; con base en esas declaraciones se construyó la supuesta “verdad histórica”. Se identificó la muerte de dos personas en esos operativos. Se habla de otros cinco decesos que no se han llegado a consignar.
–Una Unidad de Inteligencia Naval intervino en los escenarios del basurero de Cocula, como está registrado en un video archivado como “secreto”, el día 28.
Entre las recomendaciones finales del GIEI destaca la sobrecarga a las víctimas para buscar pruebas por sí mismas. Así como la preocupación de la situación de los familiares por el alto impacto de los hechos, el deterioro de su salud y sus necesidades, al grado de provocarles la muerte a varios de ellos.
La desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa, como las más de 100 mil desapariciones en el país, es atribuible a un problema estructural, no local ni de “manzanas podridas” solitarias como insisten en interpretarlo los gobiernos. El informe final del GIEI no deja dudas, además, de que el Ejército mexicano ha sido un obstáculo estructural que está deteniendo el acceso a la verdad y la justicia.
Para el GIEI es determinante algo fundamental: que después de todos estos años la mentira no se institucionalice como forma de respuesta frente a preguntas o realidades incómodas para el gobierno. Se necesita una total apertura de las instituciones del Estado para el esclarecimiento del caso, comenzando por los grandes protegidos de AMLO –las fuerzas armadas– y hasta sus últimas consecuencias.
Leer la tragedia de Ayotzinapa en “clave de contrainsurgencia”, como recomienda el GIEI, nos retaría como sociedad a una nueva lectura del caso. El Ejército mexicano usó al crimen organizado para la contrainsurgencia. Por ello, la pregunta obligada tendría que ser: ¿de qué lado está AMLO con sus declaraciones cotidianas e inacciones, del Ejército y sus mentiras, o de las víctimas y la verdad?