EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Borrar a los desaparecidos

Tryno Maldonado

Diciembre 20, 2023

La escritora Saidiya Hartman usa el concepto “violencia de archivo” o “silencio archivístico” para referirse al fenómeno del borrado o desaparición de las narrativas, las historias, las vidas humanas de los esclavos negros en Estados Unidos. “Este silencio en los archivos, en conjunto con la solidez del fuerte o del barracón no como una celda de captura o como un espacio de reclusión sino como un episteme*, ha enfocado la historiografía del comercio de esclavos principalmente en cuestiones cuantitativas y en asuntos de mercados y comercio”, afirma Hartman.
En el texto Venus en dos actos, Saidiya Hartman se plantea la dificultad de hallar relatos sobre la esclavitud más allá que como cifras exentas de todo rasgo de humanidad. Guardando sus muy sensibles proporciones, en México no hemos estado muy lejanos durante las últimas dos décadas de un fenómeno vecino: de pronto las masacres cotidianas, los feminicidios, las desapariciones forzadas, han pasado a perder su doloroso rostro humano y de tejido social para volverse frías cifras burocráticas. Cifras que, al adquirir mero carácter administrativo, son mucho más sencillas de manipular por el poder, por el Estado.
Dice Hartman que la pérdida de esos dramas humanos para una familia o comunidad, esas historias no contadas en cada mujer asesinada, en cada desaparición forzada, “agudiza el apetito por ellas. De esta forma es tentador llenar las brechas y proveer un cierre donde no hay ninguno. Crear un espacio para el luto donde éste está prohibido. Fabricar un testigo para una muerte que no es muy percibida”.
En México, el periodismo ha llenado muchas veces estos huecos narrativos tan dolorosos, convirtiéndose así en una especie de comisión de la verdad en tiempo real en medio del infierno. Sólo que a costa, muchas veces, de las propias vidas de esas y esos periodistas.
¿Cuáles serían entonces –se pregunta Hartman– los lineamientos de esta nueva narrativa que parece urgente para llenar los silencios impuestos por el Estado? Dicho de otra forma, “¿cómo escribir la crónica de una muerte anunciada y anticipada, en forma de una biografía colectiva de sujetos muertos, como una contra-historia de lo humano, como una práctica de libertad?”.
Y aún más allá: “¿Cómo puede la narrativa encarnar a la vida en palabras y al mismo tiempo respetar lo que no podemos saber? ¿Cómo escuchar los gruñidos y llantos, las canciones indescifrables, el ruido del fuego en los cañaverales, los lamentos por los muertos, los gritos de victoria, y luego asignarle palabras a todo esto? ¿Es posible construir una historia desde ‘el lugar del habla imposible’ o resucitar vidas de las ruinas? ¿Puede la belleza proveer el antídoto al deshonor, y el amor una manera de ‘exhumar llantos enterrados’ y reanimar a los muertos?
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido muy persistente en imponer su narrativa desde el poder para silenciar las vidas de miles de personas asesinadas y desaparecidas durante la guerra que él mismo ha decidido mantener durante su sexenio. Incluso ha ido más allá en su monopolio del soliloquio desde el poder: luego de las últimas masacres en Guanajuato de un grupo de cinco estudiantes de medicina en Celaya y al menos 12 personas asesinadas en una posada de Salvatierra el pasado 16 de diciembre, le ha atribuido con toda frialdad la responsabilidad de esos homicidios a las propias víctimas bajo una vieja premisa nixoniana –y después calderonista– dentro de la retórica de la mal llamada guerra contra las drogas: “Ellos se lo buscaron. Estaban metidos en algo malo. Estaban buscando drogas con el cártel equivocado”. Los exámenes toxicológicos de los cinco cuerpos de los estudiantes de Celaya, por principio, han desmentido la insensible estigmatización de AMLO.
El presidente, de nuevo, ha señalado, ha criminalizado a la víctimas, a las familias de los desaparecidos y a sus acompañantes legales. Una vez más, el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez –fundamental en el acompañamiento de las luchas de las familias de los casos Ayotzinapa, Tlatlaya o las mujeres de Atenco, por mencionar sólo tres– ha sido víctima injustamente del escarnio enfurecido del patriarca.
No contento con ello, y en su afán patológico por pasar a la historia como un prócer de moral cristiana intachable, AMLO ha avanzado en la que quizá sea una de sus más indignas tareas dentro de su narrativa avasalladora: borrar a los desaparecidos.
El oscuro censo federal de desapariciones hecho a modo –y del que no está en absoluto clara la metodología más allá de llamadas telefónicas– arrojó que la cifra oficial de más de 110 mil desaparecidos bajó a una inexplicable cantidad de sólo 12 mil de un día para otro. ¿Cómo ocurrió eso? Nadie lo sabe más allá del afán de llevar a cabo una doble desaparición de los desaparecidos. Colectivos, familiares y madres de desaparecidos lo han tomado como una burla después de que AMLO tildara su lucha como “una simulación” y de que se ha negado sistemáticamente a recibirlos. Este 18 de diciembre han instaurado por esa razón un plantón frente a las vallas militares en las que se resguarda AMLO en su palacio.
En México la llamada 4T está abriendo un peligroso vacío: está realizando un borrado de víctimas sin verdad ni justicia, un borrado de las experiencias de los cuerpos no combatientes dentro de la guerra informal que padecemos. El silencio y la violencia de archivo en los censos oficiales, en efecto, los está imponiendo hoy en día el poder con toda claridad para borrar el genocidio de los pueblos, de los jóvenes y las mujeres, de la gente de abajo que ocurre diariamente.

* De acuerdo con la RAE, episteme significa:
1. f. Conocimiento exacto.
Sinónimo: conocimiento, ciencia.
2. f. Conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas.
3. f. Saber construido metodológica y racionalmente, en oposición a opiniones que carecen de fundamento.

@tryno