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Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

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Juan García Costilla

Abril 26, 2004

 

  La corrupcion somos todos  

Hector Manuel Popoca me ganó ayer la aclaración sobre la errónea traducción a la nota sobre la corrupción en México, de la corresponsal del Washington Post (WP), Mary Jordan, publicada por el diario Reforma el martes de la semana pasada. Popoca señaló un error que demuestra cómo una letra de diferencia (those/these) puede definir más de una década de distancia.

Pero más allá de gazapos involuntarios o maliciosos, no atribuibles a Jordan, la nota de la ganadora del premio Pulitzer en 2002 bien vale una reflexión serena por el verdadero sentido de su trabajo, lo que ella llama la “cultura mexicana de la corrupción”.

Desde el primer párrafo, Jordan señala nuestra excesiva tolerancia a este problema: “En casi cualquier país sería una noticia escandalosa: todos los policías de Morelos, más de 550 oficiales, fueron suspendidos las semana pasada…”

“Pero no en México. Aquí, es sólo más de la misma corrupción que ha sufrido este país por años y parte de la razón de la percepción de que México está atorado, de que es incapaz de avanzar en su lucha contra su enemigo mas formidable: él mismo”.

“Fox cambió las cosas, temporalmente”. Pero con su fracaso, “estas enormes expectativas han provocado que cada nuevo escándalo sea muy desalentador para muchos mexicanos”.

En entrevista con Eduardo Bohorquez, presidente de Transparencia Mexicana, filial del organismo internacional dedicado a señalar y combatir la corrupción, la reportera estadunidense descubre un par de datos espeluznantes: que sólo el 5 por ciento del total de crímenes en México resulta en una persona juzgada y encarcelada; que los mexicanos gastamos mil 600 millones de dólares en mordidas al año, sólo para obtener servicios públicos.

“La corrupción es tan común”, agrega la periodista del WP, “que la gente ha dejado de molestarse por ella. Eso se entiende dada la falta de confianza ciudadana en el sistema legal. Cuando la gente desconfía de la policía o de los tribunales, respeta las leyes selectivamente. Algo así como violar las leyes que no te gustan”.

La reacción inmediata de muchos mexicanos, sobre todo políticos, a esta nota de la periodista ha sido de molestia, rechazo y descalificación, argumentando la tradicional animadversión del WP hacia México. Antecedentes existen.

En efecto, la línea editorial de este influyente diario hacia nuestro país ha sido a menudo hostil, crítica y escéptica, sobre todo en aquellos tema relacionados con nuestros gobiernos. En algunas etapas ha sido evidente incluso que esa postura se alienta y sugiere por el inquilino en turno de la Casa Blanca y por los líderes de la mayoria partidista del momento en el Congreso. Vaivenes entendibles en parte dada su coincidencia vecinal con la sede de los poderes federales gringos.

Jordan parece estar conciente de esa percepción, pues aclara: “La corrupción sin duda no fue inventada en Mexico. Las cárceles americanas tienen su cuota de funcionarios y empresarios presos y a mis amigos mexicanos les gusta recordarme lo corruptos que eran los policías en mi país hace 50 años y que policías corruptos pueden encontrarse casi en cualquier lugar en estos dias, incluido Estados Unidos. La diferencia es que la corrupción en México es tan endémica, tan avasalladora, que detiene y obstruye al país y destruye su iniciativa”.

Describe más adelante el intento del gobierno federal para tratar de detener el avance de este fenómeno: “Ha difundido pequeños cortos en mil cines del país. En uno de ellos, un niño observa a su padre dando una mordida a un policía después de pasarse un alto. La esperanza del gobierno es recordarle a la gente lo que podría haber olvidado: la corrupción involucra a dos partes culpables, los que pagan y los que reciben. Pero al mostrar lo que sucede a través de los ojos inocentes de un niño, la campaña tambien ofrece un mensaje nuevo: que la corrupción nunca terminará si a cada generación se le enseña que es aceptable”.

“¿Y ellos con qué calidad moral critican?”, me dijo un amigo. Puede ser, critican a México cuando acaban de sufrir la imposicion fraudulenta de la presidencia de Bush, un empresario corrupto que los llevó a la guerra buscando intereses económicos personales y de pequeños grupos conservadores.

Pero el argumento no descalifica la nota de Mary Jordan. Muchos mexicanos coincidimos con ella en el café, en la sobremesa familiar. Reconocemos que aunque el origen principal de este fenómeno está en la descomposición de la política mexicana y de sus actores, a todos ha contagiado en mayor o menor grado.

Ahí debería comenzar la recomposición moral. Pero el inicio de ese proceso no parece próximo ni sencillo, pocos confían incluso en que exista voluntad política para abrirle la puerta. Los ciudadanos podríamos ponerles la muestra.

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