EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

CANAL PRIVADO

Juan García Costilla

Enero 15, 2005

 

  La democracia que nos falta  

 

“Ands en la estratosfera, en plenas elecciones y tú escribiendo sobre tus propósitos de año nuevo” (despropósitos, aclaré) “como si el proceso que vivimos en Guerrero no existiera, no importara”, me soltó un brother, irritado por el contenido de este espacio la semana anterior.

Aunque son más de diez canales privados que he dedicado a las elecciones, los candidatos y sus campañas desde los primeros meses del año pasado, entendí claramente las razones de su reclamo. En primer lugar, porque el sentido de casi todos ha sido desentonar con las estridencias propias de estos contextos, demandar la competencia de las ideas y los proyectos y cuestionar la excesiva relevancia que nuestra clase política pretende darle a la democracia electoral, en perjuicio de la democracia participativa.

Pero el desencuadre conciente no defiende necedades. Sólo un ciego podría subestimar la enorme importancia de estas elecciones guerrerenses: la igualdad de fuerzas de los contendientes, su tono áspero y severo y, principalmente, la posibilidad evidente de la alternancia y de una derrota del priísmo estatal, son ingredientes nuevos, sin antecedentes en la historia política estatal. Pero son ya muchos los periodistas y articulistas que se encargan, la mayoría profesional y rigurosamente, de analizar sus detalles, circunstancias y desarrollo.

Afortunadamente, mi urgencia argumentativa, mi obligación autoimpuesta para revirar, mínimo explicar, con alegatos objetivos y contundentes la crítica de aquel, mi brother, fue resuelta casual e involuntariamente, casi como regalo de última hora de Día de Reyes, por Renato Ravelo Lecuona, académico de la UAG y colaborador de El Sur, y por Denise Dresser, analista en medios y profesora de ciencias políticas en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Ambos, Renato hablando frente al grupo ACA, y Denise en uno de sus artículos para la prensa, explicaron claramente las razones de mi terquedad.

Denise Dresser describió el ánimo nacional, en mucho provocado por el despojo sufrido por los mexicanos, de la propiedad de su propia nación: “Hoy el pesimismo recorre al país e infecta a quienes entran en contacto con él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser pero no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. México padece lo que Jorge Domínguez, en un artículo en Foreign Affairs, bautizó como la ‘fracasomanía’: el pesimismo persistente ante una realidad que parece inamovible.

“La corrupción no puede ser combatida; los políticos no pueden ser propositivos; la sociedad no puede ser movilizada; la población no puede ser educada; los buenos siempre sucumben; los reformadores siempre pierden. La luz al final del túnel sólo ilumina el tren a punto de arrollar a quienes no pueden eludir su paso. El país siempre pierde. Los mexicanos siempre se tiran al vacío desde el Castillo de Chapultepec y no logran salir de allí. Por ello es mejor callar. Es mejor ignorar. Es mejor emigrar”.

“Pero el credo de los pesimistas produce la parálisis. Engendra el cinismo. Permite que hombres como Manlio Fabio Beltrones promuevan el juicio político contra los jueces de la Suprema Corte y nadie se lo impida. Permite que los partidos vivan del presupuesto público sin cumplir con la función pública. Permite que los legisladores no actúen como tales. Permite la persistencia del status quo. El pesimismo es el juego seguro de quienes no quieren perder los privilegios que gozan, los puestos que ocupan, las posiciones que cuidan. El pesimismo es la cobija confortable de los que no mueven un dedo debajo de ella. Es el lujo de los que rentan el carro pero no se sienten dueños de él”.

Y termina diciendo: “…México ha sido un país rentado para sus habitantes. Ha pertenecido a sus líderes religiosos y a sus tlatoanis tribales y a sus colonizadores y a sus liberales y a sus conservadores y a sus dictadores y a sus priístas y a sus presidentes imperiales y a su intelligentsia y a sus partidos y a sus élites. No ha pertenecido a sus ciudadanos.

“México no es el país de Andrés Manuel López Obrador o Santiago Creel o Roberto Madrazo. No es el país de los congresistas o los gobernadores o los burócratas o los líderes sindicales. Es el país de uno. El país nuestro. En el 2005 y siempre”. (Reforma, 3 de enero).

Por su parte, con su inteligencia clara y vacía de fanfarronería intelectual, Renato Ravelo dijo, entre otras cosas: “La democracia llegará cuando la sociedad civil deje de ser débil, por lo que se tiene que auspiciar que la sociedad asuma el papel que le toca, trabajar en la base de las organizaciones, porque ese es el punto de arranque de toda democracia. Sin eso no hay democracia, sólo manejo, manipulación e intereses.

“Las organizaciones de la sociedad son débiles y no le imponen al Estado ninguna determinación ni en salud, ni en educación ni en cultura, pues está muy mal organizada y, por lo tanto, desde el poder nos maneja cualquier bandera que no es real. La sociedad civil no ejerce el poder contra el Estado y por lo tanto su capacidad democrática es baja. El cambio en el país y la democracia no llegaran solamente con el poder, sino llegará desde la sociedad”. (El Sur, 13 de enero).

Gracias a los dos y perdón por el fusil impune. Gracias por las ideas y la confianza de no estar sólo, deambulando en la estratosfera.

 

[email protected]