EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Casos de ensamble y de escrutinio literarios

Federico Vite

Febrero 19, 2019

El orden del día (Traducción del francés a cargo de Javier Albiñana Serain. Tusquets, España, 2018, 141 páginas), de Eric Viullard, no es una novela que podría considerarse aristotélica, más bien, posee características de una obra posmoderna. Lejos de cualquier etiqueta, el libro está más cerca de la narraturgia; incluso, parece un guión cinematográfico, pero me llama la atención que la historia carezca de un personaje principal. El relato aborda un hecho real y desde ahí fabula el autor; recurre desmedidamente a la elipsis, pero es muy valiente al recrear los diálogos, certero en la construcción de escenas y portentoso en los cambios de perspectiva. Todo el libro responde a esta pregunta: ¿por qué los grandes empresarios financiaron la campaña de Hitler? La respuesta es obvia. Los empresarios conservaron sus privilegios antes, durante y después de la guerra.
El 20 de febrero de 1933, Hitler convocó a 27 industriales alemanes al Palacio Presidencial del Reichstag para que lo apoyaran en las inminentes elecciones parlamentarias. Los empresarios se reunieron en el despacho de Göring y, tras escuchar a Hitler, entregaron una suma jugosísima de dinero para garantizar la victoria del Partido Nacionalsocia-lista Obrero Alemán (en alemán, Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei). Uno de los asistentes fue Gustav Von Krupp, poderoso gestor del grupo Krupp A.G., líder alemán en la producción y en la venta de acero, armamento y maquinaria agrícola pesada. Construyó empresas cerca de Auschwitz para utilizar a los esclavos como mano de obra. Ese hecho describe perfectamente a las personas que respaldaron a los nazis.
Los herederos de esos empresarios crearon la Unión Europea; dieron continuidad a una senda de poder. Así que bajo la mano de Vuillard, son personas elegantes, con un sentido del humor agrio, cínicos profesionales y, por encima de todo, prácticos. Con esas características puestas sobre la mesa, el autor de El orden del día coloca en el centro de la trama un hecho histórico y lo novela, como quien sueña con las palabras en boca del otro, argumentando que el nazismo se consumó porque lo acogió un sector muy importante de la sociedad alemana. También expone la esencia de los mecanismo políticos, cuya tesis sería: la oligarquía lleva al poder a quien desea. Como bien señala Vuillard, a propósito de la creciente ola nacionalista que recorre el mundo: “Nunca se cae dos veces en el mismo abismo, pero siempre se cae de la misma manera, con una mezcla de ridículo y terror”.
El autor toma como eje central el libro Réquiem por Austria, del canciller Kurt Von Schuschnigg para recrear novelísticamente (nunca tuvo tanto peso este adverbio) la reunión secreta del 20 de febrero de 1933. Asisten 24 presidentes de corporaciones pujantes: Krupp, Flick, Schnitzler, BASF, Bayer, Varta, Agfa, Opel, Siemens, Telefunken, entre otras. “Eran veinticuatro calculadoras en las puertas del infierno. Complicidad industrial y complicidad de las democracias occidentales”, rubrica Vuillard.
Me parece un libro interesante porque construye un punto de vista que sólo pudo ser contado por el canciller Schuschnigg; aparte de ello, ofrece una relectura de un hecho asombroso; es decir, el relato se convierte en la antesala de una masacre. Usted se preguntará: si el autor trabaja un hecho histórico, ¿por qué es literatura? Porque Viullard aborda literariamente el asunto a tratar y amasa la anécdota con herramientas del teatro y de la narrativa moderna; lo hace, insisto, con elegancia. No le importa ser un purista de los géneros, finalmente, se trata de un ornitorrinco narrativo.
Unbereable peace (Penguin, USA, 1991, 97 páginas), de John Le Carré, es una curiosidad en la obra de este maestro del espionaje. Este libro nace de un hecho real y asombra que el realismo, no el periodismo, sirva para consumar una propuesta estética. Contrario a lo hecho técnicamente por Viullard en El orden del día, Le Carré regresa a los aristotélicos. Sigue una estructura clásica e intenta explicar las razones que llevaron al general suizo Jean-Louis Jeanmarie a convertirse en traidor, pues fue juzgado porque se le acusó de pasar información clasificada a diferentes agentes del servicio de inteligencia soviético durante la Guerra Fría.
Este hecho llegó hasta las primeras planas de los periódicos de Europa en 1975; el general fue condenado a 18 años de cárcel por alta traición. La prensa suiza calificó a Jean-Louis Jeanmarie como “El traidor del siglo” y, antes del proceso, el presidente de la Confederación Helvética exigió que el militar fuera castigado con todo el peso de la ley. Antes de ser juzgado, ya lo habían sentenciado los reporteros y los políticos.
Le Carré construye la historia siguiendo la escaleta de una entrevista; al analizar los acontecimientos descubre que hay muchísimas dudas razonables en el juicio. Así que el autor afirma que Jeanmarie es un chivo expiatorio de una traición que oculta a un espía. Y ese hecho se convierte en una certeza en la medida que el lector avanza en el relato.
Le Carré convierte este cuerpo narrativo en una pesquisa que permite comprender la sique de Jeanmarie y los motivos por los que ese hombre fue un blanco fácil para la justicia de Suiza; lo más destacable es que el libro despliega rápidamente los recursos de un novelista: la elección del narrador, la creación de un contexto, en este caso diremos atmósfera, y los movimientos perfectamente definidos de los personajes. El gran oficio literario del autor permite que el lector conozca al protagonista de esta historia y comprenda, más allá de la injusticia perpetrada, la mecánica del poder detrás del poder.
No es casual que dos autores europeos elijan hechos reales para construir un libro; no es casual, me parece, que Rubem Fonseca titule a un documento de ejercicios narrativos cercanos a la crónica y la autobiografía La novela murió. Intuyo que los próximos libros de gran éxito comercial serán justamente de no ficción. Sí, señor. Que tengan muy buen martes.